Ambrose soltó una pequeña risita mientras conversaba con su amiga, ambos ya tenían quince años y seguían actuando como hermanos de sangre, al final el albino entendió porque su querida amiga se había desviado por el camino del mal, ¡El padrastro superó sus expectativas! Se supone que la madrastra es la mala, pero esta vez fue el padrastro.
El padre de Lacey había muerto en un accidente mientras se hacía cargo de su territorio, dejando atrás a la marquesa y su hija. Al principio la madre de Lacey hizo todo lo posible para administrar el territorio, lo hizo de una manera impecable y limpia, ¡Diablos! Si es que lo hizo mejor que el propio marqués, pero cuando se enamoró de un idiota todo se fue a la mierda, si bien la condesa mantenía su trabajo estable, ¡Ya no se superaba a si misma! Seguía estancada en una conformidad tonta que el nuevo marido le implantó.
La marquesa estuvo inmersa en el trabajo y en el amor de su marido que se olvidó de que tenía una hija... y entonces la pobre Lacey fue dejada de lado e ignorada, el padre fue un desgraciado que disfrutaba de destruir cosas, por lo que se entretuvo intentando corromper a la dulce niña.
Ambrose interrumpió justo en el momento en que casi la cordura de su dulce Lacey fue rota, no le importó nada y asesinó a sangre fría al hombre, con ojos llenos de crueldad sádica removió los recuerdos del hombre con magia y los selló en una perla que pronto se la iba a mostrar a la marquesa y si esta se negaba a ver la realidad, no le importaría mostrársela a todo el reino para que no dijeran falacias sobre su querida hermanita.
Y aunque Ambrose logró salvar gran parte del corazón de Lacey, ella de todas formas contenía heridas y traumas, esos temores constantes y paranoia la llevaron a ennegrecer poco en poco su corazón y la única persona con la que ella era amable y podía mostrar su "debilidad" era con él.
El albino besó dulcemente la frente de la chica y luego se fue, su mirada cálida y sonrisa desaparecieron al instante y volvió a ser ese sombrío chico que la nobleza tanto temía, aquel monstruo prodigioso que a la edad de quince años había superado al mejor caballero del Rey y aquel que estaba a la par de un mago de alto rango.
Sus ojos azules sin brillo alguno deambularon por las transitadas calles, muchas personas lo evitaban debido a su aura oscurecida, por lo que decidió ir a los barrios pobres ya que tenía algo que hacer allí. Ambrose miró la lúgubre mansión destartalada y, según las personas, embrujada.
Un pequeño brillo apareció en sus ojos y luego se apagó rápidamente al igual que esa sonrisa fantasma que surcó sus labios. El albino cerró sus ojos y tocó tres veces la puerta de una forma singular antes de que unos diez niños aparecieran frente a él, todos tenían una ropa sucia y mendiga.
—¡Hermanito! —gritó emocionada una niña y recibió una suave palmada apenas abrazar el muslo del adolescente que miraba fríamente a todos.
—¡Rápido, rápido! ¡El hermano mayor a aparecido! —gritó un niño y el albino cargó a la pequeña niña en sus brazos.
Ambrose escuchó atentamente cada palabra de los niños mientras ellos hablan de manera intercalada, interrumpiendo las historias de los otros. El albino era una buena persona según los niños, al principio le tuvieron miedo por esa hermosa cara fría, pero se dieron cuenta de que él era bueno al traerles comida y ropa de vez en cuando, ¡Incluso les enseñó a leer y escribir! Aunque no fue todos los días a visitarlos, al menos les dejó lo suficiente para que vivieran por unas semanas sin tener que ingeniárselas para sobrevivir.
Ellos eran huérfanos y como tal, no tenían a nadie que los ayudase.
Eran niños de la calle, no tenían un cálido hogar a donde ir ni que comer.
Estaban abandonados, sobrevivían como podían.
Eso hasta que llegó ese frio, aunque amable hermano que apenas les dirigió palabra, pero les trajo cosas para que sobrevivieran, también les dio consejos y les contó algunos cuentos si alguien estaba de cumpleaños, él era bueno, aunque parecía tener una parálisis facial.

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Cambiarlo
RomanceCambiarlo... El pasado, el futuro y su fatídico final. Ambrose no sabe qué es lo que lo hizo estar obsecionado con esa chica, era como si su cerebro se desconectara y la persiguiera frenéticamente cuando él no la amaba. Sus días fueron dificiles, p...