Low tide love

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A finales de Noviembre llovía mucho, los días eran todos grises, y la humedad estropeaba el peinado de la gente, en especial el de Soobin, que parecía más gris desteñido que negro. Lo odiaba, su cabello a a veces era liso como la ceda y otras veces parecía una escoba usada, de verdad, tenía vida propia.

En esa época del año todos en la pizzería eran menos ruidosos, se sumían en sus pensamientos y solo hablaban lo necesario. Un momento para ser reflexivos, cuando la navidad está por llegar y ves en perspectiva los meses anteriores y todo eso.

Soobin reflexionaba en su moto, yendo a buscar las pizzas de su último pedido de la noche.

Tuvo que escuchar la dirección dos veces antes de largarse de nuevo. Era la calle 8 y el edificio 17, pero no era el departamento 12-5, sino el 14-3, dos pisos arriba del de Kai, lamentablemente. Por supuesto aceptó con la ilusión de poder ver a Kai, aún si era improbable, él la tomó.

La noche caía lluviosa y serena, en calma. Después de lo de Haloween Kai y él hablaron un poco más en cada ocasión en la que se vieron, eran pequeñas frases, o una mirada más apreciativa. Sentía que algo estaba cambiando, y eso ponía a su corazón contento.

Una farola alumbraba la acera frente al edificio 17. La lluvia lo hacía todo más estético, recreando una escena de alguna película, o eso pensó.

Sus converse negras se mojaron por los charcos de la acera, una excusa perfecta para usar las escaleras en vez del ascensor. "Se secarán más rápido así" pensó, pero él solo quería pasar por el pasillo del piso doce.

Se hundió un poco en la depresión cuando nadie estaba allí, era lógico ¿quién saldría de su casa a las diez de la noche un martes lluvioso? Kai no, por lo visto.

Se decidió a terminar su trabajo rápido, subió las escaleras en zancadas, escuchando y sintiendo sus zapatos escurrir el agua, lo cuál le daba un poco de asco, para qué mentir.

Tocó el timbre. Se sorprendió cuando el mismo chico de cabello neón de la fiesta de Haloween —el Slytherin— le abrió.

Los dos se miraron con los ojos abiertos.

—Hola —dijo, alzando las cajas de pizza— dos pizzas, una con piña y una sin ella.

El chico asintió y se sacó los billetes del bolsillo del pantalón. Parecía estar pensando en algo mientras cogía las cajas.

—Adiós, buenas noches —se despidió Soobin, pero a la mitad del pasillo le llamaron.

—¡Oye!

Volteó, extrañado.

—El ascensor no está funcionando bien, yo que tú no me arriesgaría.

Soobin asintió, de todas formas no tenía planeado usarlo desde un principio, pero le agradeció por la información.

Bajó las escaleras distraído, silbando y entreteniéndose con el ruido de sus zapatillas, que le dejaron de dar asco cuando empezó a usarlas para marcar el compás de la canción que tarareaba.

Solo iba a mirar de reojo el piso 12, una vez más, y eso hizo, pero tuvo que mirar otra vez cuando se dio cuenta de que alguien estaba parado junto al barandal viendo la lluvia caer. Esa persona tenía rulos y un suéter amarillo.

Dejo de tararear. Trató de no hacer ruido bajando la escalera para poder verle un poco más, pero en su intento de pisar un escalón se resbaló y calló de espaldas.

—¡Mierda! —se quejó siseando, sobando su espalda baja que había impactado con la esquina del escalón, al igual que su cabeza. 

—Malditas zapatillas húmedas —él pensando que ya no le daban asco y ellas traicionándole, menudo golpe se había dado, con eso iba a quedar más desbaratado de lo que ya estaba.

Delivery Boy. | sookaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora