Siempre existieron muchos momentos en los que yo intenté pedirle el divorcio, y ahora siento qué tal vez esa no fue la manera correcta de hacerlo.
El día en que Nath y yo pelamos por mi llamada con Sofía no me quedé con ninguna de las dos esa vez. No podía ir a ver a Sofía después de lo que había ocurrido.
Llame a Isaza, él cual aún seguía aquí en México, y le pedí que si por favor podía ir a verlo esa noche. Llegué a la habitación del hotel donde se estaba quedando y le conté todo lo que había pasado.
Me alegraba tenerlo como amigo. Él era el único que siempre me apoyaba a pesar de que sabía que lo yo hacía estaba mal.
—Quién diría que después de muchos años su canción de nuestro disco "Balas Perdidas" tendría tanto sentido.
—¿Cuando el amor se escapa?— asintió —No me había puesto a pensar en ello.
—Diría yo que desde ese entonces sabías que no podrías hacer feliz a Nath para siempre— hecho una pequeña risita.
—Por Dios, Isa. Escribí esa canción para darle otra perspectiva a "Ladrona," no por algo relacionado a Nathalia.
—Eso lo sé, Moncho— suspiró —Usted sabe que siempre lo apoyaré en sus dos relaciones, pero lo que hace está mal.
—No necesitas decírmelo Juan Pablo, yo mismo lo sé— dije con fastidio.
—Mira Simón, si algún día decides casarte con Sofía, está bien, hazlo. Yo seré quien esté en primera fila cuando digas el "sí."— sonreí —Pero te pido que acabes todo con Nath si es que es verdad eso que dices de que ya no la amas. Pero te conozco Monchi, yo sé que aún sientes algo por ella.
—¿De que hablas?— lo mire confundido.
—No soy adivino, Simón. Me gusta la magia, pero no adivino las cosas solo porque si. Yo sé que aún amas a Nathalia. Eso explica porque no le has pedido el divorcio.
—Ella es quien no quiere el divorcio— me defendí.
—Sí, pero si a ti tanto te importara divorciarte, ya habrías llamado a ese abogado y no lo has hecho.
Me quede pensando un momento, quizá Isaza tenía razón.
—No puedo mentirte, Isaza. Aún no me siento preparado para dejarla, pero mi corazón ya no le pertenece. Hay veces en las que me pongo a pensar en Nathalia y mi corazón comienza a latir tan rápido y lanzo suspiros como si de un enamorado se tratase. Sé que muchas veces he dicho que ya no la amo, incluso a ella se lo he demostrado, pero si estaría mintiendo si dijera que ya no siento nada por ella.
—¿Sofía sabe que aún la quieres?
—Está consciente de ello, pero ella sabe que siempre será la primera.
—Lamento mucho que Martín y Villa no te apoyen en esto, aunque de cierta forma los entiendo. No es bonito que te sean infiel, menos cuando sientes que esa persona es el amor de tu vida— bajó la mirada triste.
—Yo lamento mucho lo qué pasó con Andrea. Creo que nunca la imagine capaz de hacerte eso.
—Ni yo, pero tengo suerte de que lo nuestro haya acabado antes de, no sé, tener hijos o casarnos.
—No te preocupes, Juan Pablo. Algún día llegará esa chica que te amará con cada latido de su corazón— le anime.
—Espero y sea cierto. Me estoy cansando de esperar.
Estuvimos platicando por un par de horas más y luego ambos nos fuimos a dormir. En el transcurso de la noche estuve despierto en un par de ocasiones porque mi teléfono no dejaba de vibrar indicando llamadas y mensajes de Sofía, estaba desesperada por saber donde estaba pero por el momento no tenía ganas de explicárselo.
A la mañana siguiente, me despedí de Juan Pablo y fui directo a la casa de Sofía. Llegando ahí me bombardeó de preguntas, había pasado toda la noche preocupada porque no llegaba cuando le había prometido ir a verla.
—Amor tranquila, estoy bien.
—Simón me tenías preocupada— me abrazó dando un suspiro —¿Dónde estabas?
—Por ahí, no te preocupes— la aparte de mí y comencé a caminar a la cocina.
—Pasaste la noche con Nathalia, ¿cierto?— oí a mis espaldas.
—¿Qué?— volteé a verla —No, claro que no.
—Dime la verdad, Simón.
—Lo estoy haciendo. ¿Por qué estás dudando de mi?
—No, olvídalo. No es importante— se dio la vuelta e iba a irse pero la detuve.
—Sofía, dímelo por favor— la alcance e hice que volteara a verme.
—Ya está, Simón. Déjalo, fue algo tonto.
—Sofía...— dije con enojo —Dímelo, de una vez.
—¡Porque aún la amas, Simón! ¡Por eso!— gritó —Yo no puedo vivir en paz sabiendo que el hombre al que amo tiene a una mujer maravillosa como esposa. Me quema por dentro saber que ella te comparte conmigo.
—Amor, pero yo te amo también a ti— intente calmarla.
—¿También me amas?— asentí —Ese es el maldito problema Simón, que nos amas a las dos. Yo te amo, pero si no puedes dejarla a ella para estar solamente conmigo, entonces deberías olvidarte de mi y regresar con tu esposa y concentrarte en ella. Me estoy cansando de ser tu amante, de ser la otra.
Entendía que esto ya la había cansando, no debe ser bonito ni para ella ni para nadie ser la numero dos en la vida de la persona que amas.
—Si aún la amas a ella, deberías decírselo y dejarme.
¿Cómo se atreve a pedirme que la deje?
—Yo no voy a seguir así, Simón. No quiero seguirle causando más daño a Nathalia, ni a mi misma.
—Pero....— me interrumpió.
—Si no vas a dejarla, entonces olvídate de mí.
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¿Qué nos pasó?
Teen Fiction-¿Tú aún me amas, Simón? -Claro que te amo, mi niña. No tienes porque dudarlo. Era una mentira, pero aún no encontraba la manera de decirle la verdad y aclararle que había dejado de amarla cuando alguien más apareció.