6. Casa

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La ruptura con Gorka fue intensa. Los ojos llorosos de Maialen delataban que había pasado algo, y ella no esperó y habló con él en cuanto entró por la puerta. Se sintió culpable por no haberle dado preferencia, cuando él merecía eso y mucho más, pero una vez tuvo la revelación de que Bruno era su futuro, no pudo esperar a decírselo. Gorka no la entendió, y le recriminó no haberle contado toda la verdad cuando hablaron semanas atrás. En ese entonces, ella había admitido sentir una fuerte atracción por Bruno, y sin embargo nunca le dijo que se había enamorado de él. La decepción que Gorka sentía le pesaba, porque sabía que tenía razón, pero no era tan sencillo. El camino siempre es gris, y ver la luz, difícil cuando se tienen nueve años de vivencias compartidas.

Terminaron los dos hechos polvo y cada uno en una estancia de la casa. Además de en su relación, pensaban en qué ocurriría con la banda, pero con la ruptura tan reciente, a ninguno le pareció oportuno sacar el tema. Al día siguiente, Mai hizo la maleta, cogió a Murphy, y tras mirar con nostalgia el que durante años había sido su hogar, se marchó. 

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Pasó el confinamiento de casa en casa. Estuvo con Txapa, con su amiga Irate, con Andrea... Quedarse en un sólo sitio la agobiaba porque sentía que molestaba, y mudarse ella sola en esas circunstancias era inviable. Pensó en volver a casa de sus padres para tener mayor estabilidad, pero la situación allí siempre la hacía sentirse superpequeña, como si fuera una niña otra vez, y ahora que había tomado las riendas de su vida eso no le apetecía. Además, le había contado a sus padres lo sucedido y de momento no la entendían. Sentían que estaba echando todo por la borda. Pero ella hablaba con Bruno todos los días, y al escuchar su voz nada más despertarse sabía que, ahora sí, no se equivocaba. Él era su casa. Cuando le dijo que quería volver a Madrid porque en casa de su hermano se estaba volviendo loco, ella fue su mayor apoyo. Conoció a Gorka a través de una pantalla, y se alegró de que su chico estuviera con su gran amigo. Sabía que le daría todos los abrazos que ella no podía proporcionarle, y eso la tranquilizaba.

Habló también con su Gorka. Aunque no era fácil, decidieron seguir formando parte de la vida del otro y que él continuara en la banda. Al fin y al cabo, siempre se habían apoyado, y merecía la pena hacer un esfuerzo para mantener a flote el proyecto que ambos habían iniciado juntos.

Cuando, tras la fase cero, le dijeron que hiciera las maletas para volver a "casa" se puso muy nerviosa. Había echado muchísimo de menos a sus compañeros y ya les consideraba familia, y tener la oportunidad de terminar lo que habían empezado le parecía un regalo. Estaba en las nubes y la vez hecha un flan. Había deseado tanto ese momento que ahora que se cumplía, le estaba costando manejar sus emociones. No podía creer que pronto podría abrazar a Bruno de nuevo, y en esos días se pellizcó muchas veces para cerciorarse de que no estaba viviendo un sueño.

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Al llegar al hotel todo fue muy extraño. No podía tocar nada, estaba completamente vacío, y se le encogió el corazón. Le dijeron que tenía que seguir todos los protocolos, y que hasta que no se hiciera la prueba del maldito virus no podría ver a sus compañeros. Pero ella siempre había hecho lo que le había dado la gana, y si pasaba un día más sin verle sabiendo que estaba tan cerca se moriría. Sabía que él ya había llegado, así que subió a su habitación para dejar el equipaje y maldijo cuando vio al personal del hotel por los pasillos. No podía creer que hubiera vigilancia. Le escribió para saber qué habitación tenía, y suspiró aliviada cuando le dijo que la 408. Ella estaba en la 411. Le pidió que dejara la puerta entreabierta, y ante su respuesta "estás loca" respondió que sí, pero que estaba loca por él. 

Se miró en el espejo un momento, se peinó el flequillo con los dedos, y se puso a hacer guardia en la puerta. Localizó la 408 por la mirilla, estaba muy cerca, cerquísima, enfrente, y mientras el vigilante paseaba, se quitó los zapatos para no hacer ruido. El corazón le iba a mil por hora, tanto que le pareció que se escucharía más que sus pies desnudos. Con el vigilante de espaldas y ya casi en la otra punta del pasillo, abrió la puerta lentamente, se cercioró una vez más de que no la vería, y a zancadas llegó hasta su destino, donde la puerta la esperaba, efectivamente, entreabierta. Entró lo más rápido que pudo y cerró suavemente. Cuando se giró, ahí estaba él, observándola con una sonrisa. 

-A ti nada puede detenerte, ¿eh Mailen? 

Se miraron a los ojos un segundo que pareció eterno, y después ella corrió a sus brazos. Lo que sintió no podía expresarse con palabras. Finalmente estaba en casa. 

Sus labios no tardaron en encontrarse. Se besaron de forma apresurada, como intentando recuperar el tiempo que les había sido robado. Mientras Bruno hundía las manos en el pelo de Mai, ella le acariciaba los brazos, la espalda, el rostro. Todo lo que había echado tanto de menos. Él la agarró de los muslos y la apoyó contra la pared, y mientras le besaba el cuello apasionadamente sus manos subieron hasta rozarle las bragas. Estaba empapada y saber que era él quien lo provocaba le volvió loco. -Joder, Mai... -le dijo mientras apretaba su miembro contra ella. Maialen lo miró con provocación, y él la tumbó sobre la cama mientras con la otra mano le bajaba las bragas. Las ansias por sentirse eran tantas que no hubo tiempo para más preliminares. Mientras sus cuerpos se fundían en uno y seguían el mismo vaivén, él tomó una de sus manos, la extendió hacia la almohada, y entrelazó sus dedos con los de ella. 

Cuando terminaron, Maialen se quedó dormida. Fue como si todas las emociones de los últimos meses hubieran aflorado en su encuentro, y después su cuerpo cayera rendido ante la paz que sentía. Bruno la estrechó entre sus brazos, y mientras pensaba en lo afortunado que era, le dio un beso en la frente y le dijo muy bajito, para no despertarla:

-Por fin contigo, cariño, por fin. 

Desorden sistemático (Brunalen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora