XVI

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Emma.

De pronto todo había desaparecido, ya no escuchaba nada más que mi propio corazón tan agitado como nunca antes y un sudor frío por toda mi espalda.

Esto no podía estar pasando.

- ¿De que estas hablando? ¿Qué pasa? -debía ser una coincidencia... tenía que serlo.

-Estaba en clase de deportes cuando llamaron a mi teléfono, por lo que no pude contestar... me llamaron 15 veces entonces deduje que sería algo muy malo para que llamaran con tanta insistencia y cuando devolví la llamada aparecía como fuera de servicio y al revisar mejor vi que también dejaron un mensaje en mi buzón... la asesinaron en su oficina esta mañana.

-...

Me paralice.

Esto tenía que ser una broma.

En mi cabeza las palabras de él resonaban como martillos machacando mi cráneo, esto no podía ser cierto.

- ¿Estás hablando en serio? -solo estaba pidiendo internamente de que fuera una broma, de esas que solo Oliver hacía para sacarme de quicio.

-Jamás bromearía con algo como esto- en este momento lo único que necesitaba era que dijera que era una broma, pero muy dentro de mi sentía el escalofrío que solo la muerte me causaba.

Estaba muerta.

Y solo unos días antes de que él lo dijera.

-Debo retirarme, disculpa- y sin mirar atrás me encamine al baño más cercano.

Con solo llegar y cerrar la puerta de una de las cabinas todo lo que había comido ese día salió de mi boca que junto al malestar de mi cabeza causándome una sensación que solo podía definirse con una palabra... repugnante.

Cuando mi estómago se vació por completo baje la palanca y me senté en la tapa del escusado, necesitaba pensar un poco.

Necesitaba estar segura de que había muerto.

Con esta idea en mi cabeza tome el teléfono que Oliver me había obsequiado hace algunos años, aunque lo usaba muy pocas veces y solo contenía su número y el de mi doctora. Pulse este último y le di "Llamar", esperando escuchar su voz preguntándome a que se debía mi llamado o preocupada preguntándome si estaba bien.

Un tono...

Dos tonos...

Y cuando estaba a punto de llegar al tercero, contesto.

-Te dije que no mentía.

Solo pude poner mi mano en mi boca tratando de silenciar el grito que crecía en mi garganta que junto al temblar de mis manos mostraba cual asustada me encontraba, casi entrando en pánico.

-Acaso no te dije una vez que no me gustaba que no contestaras cuando te hablo- el profundo tono de voz llenaba la línea haciéndome saber que realmente estaba pasando.

Lo único que se escuchaba en el pequeño espacio eran los suaves jadeos que salían de mi boca por el llanto reprimido.

- ¿Tu lo hiciste? -mi voz salió tan suave que dudaba si me había escuchado.

-Sí y no sabes cuánto lo disfrute- soltó con cinismo seguido de una risa realmente oscura. -Era una mujer muy testaruda y muy fiel a las personas equivocadas que, al final la dejaron morir de una forma lenta y dolorosa ¿Quién diría que los iniciados fueran tan ineficientes? Una gran decepción.

No entendía muy bien a que se refería con iniciados pero no estaba interesada en preguntar cuando lo único que resonaba en mi cabeza era lo dolorosa y triste que fue la muerte de esa joven mujer.

Esther freeman era una mujer de treinta y tres años que se había dedicado toda su juventud a lo que catalogaba como "El trabajo de su vida". Ella era un claro ejemplo de una mujer fuerte e imponente, con sus metas claras y una inteligencia que le daba mayor atractivo del que le brindaba ya su cabello rojo y vivos ojos verdes, era encantadora y amable lo que era perfecto para tratar a los más pequeños. Tras acabar su carrera completamente obteniendo un promedio sobresaliente fue rápidamente aceptada en un prestigioso hospital en Austin, Texas donde uno de sus primeros pacientes fui yo. Tristemente al dedicarse tanto a su carrera nunca tuvo ninguna relación según me había contado pero esperaba encontrar pronto a su alma gemela ya que unos de sus más grandes sueños era ser mamá y tener una familia numerosa con la que pudiera hacer grandes fiestas cuando fuera anciana, siempre me contaba con ilusión que una de las cosas que más quería era que en sus últimos años de vida pudiera celebrar su ultimo cumpleaños en una gran fiesta llena de sus nietos mientras todos bailan y cantan karaoke pero esto nunca sucedería.

Estaba muerta y era mi culpa.

-Eres malo y no te quiero cerca de mí jamás- y con esto colgué el teléfono, salí del pequeño cubículo lavando mi boca y mi cara para solo salir con dirección a la próximas cuatro clases.

Por el resto de las clases estuve en modo neutro, escuchando atentamente cada cosa que salía de los maestros en forma de enseñanza solo esperando a que el final del día llegara.

Gracias al arduo trabajo que había hecho en la biblioteca la última vez que fui, la Srta. O'Neill me había permitido descansar los dos días siguientes lo que significaba que con Oliver cumpliendo su castigo, la casa estaría totalmente sola.

Cuando el timbre que marcaba el fin de la jornada sonó me fui tan rápido como mis tranquilos pasos me lo permitían, esto era algo que acostumbraba hacer cada vez que me pasaba algo que no quería recordar, ponía mi cuerpo en modo automático y ponía toda mi fuerza física en controlar los pensamientos que sabía que me harían daño.

Al llegar a casa solté mis cosas en la entrada y fui directamente a mi habitación recostándome en la cama quedándome totalmente quieta esperando que con el pasar de los minutos me quedara dormida.

Al despertar de mi siesta estaba más despejada. No estaba segura si Oliver había llegado por lo que baje encontrándome con la casa en total silencio y una nota en la encimera de la cocina.

"Salí a despejarme un rato con algunos amigos, tal vez llegue pasada la media noche o en la mañana quizás. No me esperes despierta, pide una pizza y ve algunas películas. Oliver"

Junto a la nota habían treinta dólares que suponía eran para la pizza de la que hablaba en la nota por lo que tome el teléfono de la casa y llame al único número que conocía que vendía pizza pidiendo una mitad mi sabor favorito, mitad sabor favorito de Oliver porque sabía que en la mañana me pediría su ración. Al esperar que mi cena llegara me di a la tarea de analizar el nuevo comportamiento que tenía mi amigo.

Por un lado era raro que Oliver se ausentara de la nada pero por otro lado estaba feliz de que estuviera disfrutando de lo que quedaba de su adolescencia ya que era muy raro verlo con otras personas además de mí y estaba orgullosa de su nuevo comportamiento.

Pasados unos diez minutos el timbre de la casa sonó por lo que con el dinero en la mano fui a abrir la puerta al que debía ser el repartidor. Que rápidos.

Al abrir la puerta no encontré una caja de pizza ni un chico con una camisa colorida y un pequeño logo en su pecho, lo que encontré fue un chico alto vestido de negro con unos profundos ojos color celeste mirándome fijamente.

¿Qué hacia él aquí?

A different warDonde viven las historias. Descúbrelo ahora