2. La Casa Zodiacal

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La casa no era ni grande ni lujosa, pero nadie se había atrevido a quejarse por eso. Tenían el espacio suficiente, a pesar de las habitaciones fueran compartidas de a tres. Nadie estaba con alguien que le cayera mal, ni con nadie con quién tuviera problemas personales. Había tres baños, una cocina comedor dividida por una isla de madera clara, un living y un patio que no era muy grande, pero en el que podrían pasar un tiempo agradable tirados al sol compartiendo bebidas frías. Era una casa normal de dos plantas. Abajo estaban el living, la cocina, un baño y la habitación que compartían los tutores. Arriba estaban el resto de las habitaciones y los otros dos baños.

Los tutores de los signos, Brad y Ryan, no parecían llegar a los treinta años. Eso le llamó la atención a Virgo: que dos hombres tan jóvenes hubieran decidido meterse a cuidar a unos adolescentes que estaban de intercambio. Pensó que lo más probable era que lo hacían por el dinero, porque a ambas escuelas les convenía que el intercambio funcionara bien.

Habían decidido que se haría un reparto de tareas, porque era imposible que una sola persona hiciera todo en una casa con catorce personas.

Virgo no se quejaba de los compañeros que le habían tocado en la habitación, ni de los compañeros en general. En las pocas semanas que llevaban conviviendo había formado una relación de amabilidad con todos, y una limitada amistad con sus compañeros de habitación, Géminis y Cáncer.

Estaban en el living, viendo una película en un silencio incómodo. Se le había ocurrido a Leo ver la película con su amiga, Aries. Para no excluir a nadie los había invitado a todos, y para no rechazarla, todos habían aceptado, a pesar de que algunos no estaban muy convencidos. Al menos eso fue lo que le pasó a Virgo.

—¡AHHH! ¡No lo soporto más! — gritó Sagitario de repente, sacándolos a todos del trance colectivo que se había formado—. No puedo con la tensión, esto es ¡DEMASIADO!

Todos lo miraron.

—¿Y tú qué propondrías?— le preguntó Escorpio despectivamente.

—Juguemos a algo. ¿Qué les parecería...?

—No— dijo su prima— definitivamente no.

—Pero, Capri...

—Pero nada, cualquier cosa que provenga de ti va a ser una mala idea. Yo les propongo que sigamos en lo nuestro.

—No, juguemos a algo— insistió como un niño caprichoso Sagitario.

—Aquí nadie quiere jugar a nada.

Escorpio se aclaró la garganta.

—Disculpa, pero deberías dejar que nosotros decidamos eso.

—Creanme, no es agradable jugar con él.

—Pero al menos nos divertiremos un rato. Yo digo que le demos una oportunidad al chico de los juegos— dijo Géminis.

—¡Oh, sí! No se arrepentirán— prometió Sagitario —siganme, vamos a mi cuarto.

Todos lo siguieron, incluso Capricornio. Sagitario esperó que todos entraran y cerró la puerta con seguro.

—Normalmente me gusta que mis juegos sean interesantes, pero...— decía mientras buscaba algo en su armario— Para entrar en calor, ¿qué les parece un "yo nunca, nunca"?— sacó una botella de vodka y un montón de vasos descartables de plástico.

Virgo se estremeció, la única vez que había tomado vodka la había pasado muy mal. Igualmente aceptó, no iba a quedarse afuera.

—Supongo que ya conocen el juego, ¿no? Vamos a ir diciendo cosas que nunca hicimos, los que sí las hicieron tienen que beber y el primero que vacíe el vaso tendrá un castigo.

La Casa de los SignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora