ꜰʀᴀɢᴍᴇɴᴛᴏ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ

1.2K 89 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.

𝒞𝑜𝓃𝒻𝑒𝓈𝓈𝒾𝑜𝓃𝓈

.

Akaashi siente las palabras enredarse —mezclarse, unirse, deshacerse— en el fondo de su garganta y en la punta de su lengua y en su mente y en su sangre. Oportunidades perdidas, confesiones silenciosas. Se le aturullan los sentimientos en los ojos y en las mejillas teñidas de fresa y se pregunta si es el único que oye su corazón latir en estéreo o si ha resultado ser el anfitrión de un improvisado concierto. Todo late, todo arde.

Sabe que hay miradas que matan y palabras que dan vida, pero que a veces también hay silencios que calientan el corazón. Que hay de esos silencios a veces mezclados con miradas y miradas mezcladas con con química que hierve la sangre y burbujea en el pecho y detrás de las orejas, allí donde los rizos negros le cosquillean la piel sensible cuando él los acaricia, con sus manos grandes de dedos rasposos y huellas de pequeñas guerras —ganadas, perdidas, olvidadas— y lo hace derretirse en estrellas y anhelos.

Confesiones silenciosas, de esas que se gritan entre las costillas y se suspiran entre los labios. De esas de las que Akaashi está hecho, construyéndose a si mismo a paso tortuoso. De esas que nacen acunadas por unos ojos dorados y una voz que paladea su nombre como un caramelo derretido. Confesiones silenciosas y oportunidades perdidas. Ahora; quizás; mejor luego; nunca. Nunca; pero el tiempo no se detiene y corre despavorido en las agujas de un reloj imaginario e inagotable que se clavan en sus costados con más pena que gloria y le susurran, le gritan y le muerden. Él —Bokuto, el de las manos de guerras, los ojos de oro fundido y los labios de caramelo— está cada vez más lejos y Akaashi está cada vez más perdido. 

Hoy los separa un paso, mañana un abismo. Hoy son ellos con un futuro sin respuestas a preguntas que nunca hacen, mañana extraños con un bonito recuerdo de un pasado dulce que pudo ser más. Y Akaashi está perdido y aterrado y enamorado.

Enamorado de temer y aterrorizado de amar. Con la boca seca por haberse acostumbrado a una ausencia que no sabía que podía sentir por algo que nunca estuvo ahí, por algo que nunca tuvo. ¿Cuánto tiempo les queda? ¿Cuál será el día en que lo vea por última vez? ¿Quién será él cuando ya nadie pronuncie su nombre endulzado en azúcar viscosa? Enamorado de temer y aterrorizado de amar. A rebosar de palabras que confesar y sentimientos que demostrar, confinado en una piel que arde y duele porque ha descubierto el placer de la suya —de la de él, de esa que huele a sal y que se muere por saber si también sabe a mar— y ya no sabe como seguir sola, azorada por un frío que acaba de notar.

Keiji, que le falta todo aquello que es Kotarou, como un puzzle con una pieza perdida o esa sensación de no es mi lugar, pero que ha aprendido que las carencias atraen a los complementos y que la pertenencia se gana. Que él es así porque Bokuto es lo contrario y que no hay otro lugar donde quiera estar.

Akaashi, que está lleno de confesiones silenciosas —gracias, perdón, te quiero, quédate— que se le clavan en la piel y de oportunidades perdidas —no es el momento, nunca lo será, no puedo, no soy suficiente— que jamás volverán.


BOKUAKA WEEK 2020 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora