Capitulo 8:Ilusiones y alianzas

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Cuando Zoro salió de la mansión ya los primeros rayos del sol se asomaban por detrás de las montañas y comenzaban a bañar el bosque; la vista era preciosa si no tomaba en cuenta todos los sucesos de la noche anterior. No tardó mucho más en amanecer por completo y fue entonces que se dirigió a un sitio suficientemente apartado de la mansión. Se paró con decisión, destensó su cuello moviendo un poco la cabeza, respiró profundo y fue entonces que habló.

-Ahora sí, desgraciado, muéstrate para darte la paliza que te mereces.

Los segundos pasaron y Zoro no dejó su posición. Ese infeliz se había atrevido a perturbar su sueño ¿Y ahora no estaba dispuesto a darle la cara? ¿Qué se creía? Nadie amenaza a Roronoa Zoro y se queda tan tranquilo.

-¡Vamos, bastardo!...sal de una vez y terminemos con esta mierda.

Ahora comprendía la presión a la que Robin había estado sometida antes…estar consiente de que su cuerpo estaba ocupado por otra alma además de la suya, y que en cualquier momento podía perder el control sobre su propio cuerpo.

Bien, él sabia que dentro de la casa no le iba a hacer daño a Robin, pero la amenaza era que una vez que se encontraran fuera, lo haría. Y era por eso que lo enfrentaba afuera, donde no pudiera siquiera acercarse a ella. No podía esperar a hacer un estúpido ritual porque quién sabe qué fuerzas extrañas estarían liberando con eso. Si la primera vez no funcionó, ¿qué pasaría ahora?

Zoro esperó paciente, tenia que aparecer. Ese bastardo tenía que ir a hacerle frente.

Muy bien, Roronoa, aquí estoy, dime, ¿qué propones ahora?

Zoro no veía a nadie a su alrededor pero escuchaba claramente la voz de Mainery proveniente de algún lugar muy cerca de él.

¿No ibas a darme la paliza que me merezco? Dime, ¿es acaso tu única forma de enfrentar los problemas?

Zoro no supo qué contestar. Pero entonces pensó en Robin, pensó en todo lo que ella había pasado y en la angustia que seguramente había tenido que pasar, y recordó la desaparición de sus amigos, uno tras otro.

-No. Solo eso. Quiero darte una paliza ahora mismo- pero entonces bajó la guardia- pero sé que con mis espadas no podré hacer nada contra ti. Quiero pelear contigo en condiciones.

Era un poco doloroso tener que admitirlo pero a final de cuentas había actuado del todo sin pensar. Obviamente no sabía como iba a enfrentarlo de estar él dispuesto a aceptar su reto, por lo que esperaba que fuera el espíritu quien tuviera una propuesta para él.

Esperó en silencio a que Mainery le contestara algo pero eso no ocurrió, o no al menos en el primer minuto que a él le pareció como si pasara una hora. Mientras tanto era dueño de una única verdad: el muy bastardo había dejado el cuerpo de Robin para instalarse en el suyo.

Robin se quedó en el pasillo del segundo piso sin poder decidir qué hacer. Sus nakama habían desaparecido en el bosque. Nada le garantizaba que Luffy estuviera a salvo y Zoro se había ido también. Estaba sola.

Deseaba volver a entrar al despacho que creyó había sido de Mainery y que ahora no sabía a quien pertenecía ni qué tanto de lo que había allí era verdadero y qué tanto había sido manipulado. Ella, una mujer que siempre había contado con sus conocimientos para sobrevivir, ahora se sentía pequeña e insignificante, poco menos que una cucaracha, en comparación con todo lo que debía enfrentar. Porque sus conocimientos y su entendimiento nunca antes habían tenido que abrir espacio para las encrucijadas del tipo espiritual o fantasmal, o a la hechicería y los poderes paranormales. Nunca en el pasado había tenido la necesidad de creer en eso y ahora en el presente le parecía algo realmente difícil de hacer, pero no le quedaba otra solución.

La Maldición de ViluelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora