Capitulo 4:El ritual en la cueva

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Al día siguiente Zoro despertó a la voz femenina que lo llamaba sin ninguna delicadeza.

-¡Zoro, levántate que no es hora de dormir! ¡Tenemos que desayunar rápido para ir a explorar!

Zoro abrió los ojos de par en par y se incorporó de una forma un tanto brusca. Robin no estaba ya en ese lugar y la persona que lo llamaba era Nami.

-¿Qué? ¿Ya es de día?

-Ya. Y Sanji lleva casi diez minutos llamándonos a todos para el desayuno. Luffy decidió que como no pudimos llegar muy lejos ayer lo intentaríamos de nuevo hoy.

Zoro asintió con desgana y se puso de pie.

-Ahora ve, lávate y apúrate en llegar al comedor.

Antes de salir, se dio la vuelta y lo miró con una sonrisita pícara.

-Por cierto, dime, ¿qué tan secreto quieres que sea el que Robin haya pasado aquí la noche contigo, eh?

Zoro se tensó. Dada la situación en que se encontraba la arqueóloga, toda insinuación le parecía molesta y fuera de lugar. Nami pensó que esa actitud era normal en Zoro y era lo que ella esperaba, finalmente.

-Ya, ya, no diré nada- concluyó al salir, riéndose.

Zoro se frotó los ojos con las manos tratando de recordar en qué momento se había quedado dormido. Haciendo un poco de memoria llegó a su mente que eso había ocurrido con los primeros rayos de sol, y que para entonces Robin había despertado ya.

Robin lo había mirado y le había agradecido, mostrando una de sus bellas e incomparables sonrisas. Le agradeció y él lo único que había hecho era ofrecer su hombro para su resguardo. No le consoló, ni le prometió nada. Solo la había abrazado.

Un poco mas tarde salieron a hacer su exploración, y esta vez decidieron ir todos luego de asegurarse de que el barco estaría seguro.

Caminaron a través del bosque en camino hacia el área montañosa de la isla. Se apreciaban algunos lugares en donde seguramente podrían detenerse a descansar y disfrutar de la vista, pero antes de llegar había mucho que caminar todavía.

Robin divisó el sendero que la llevaría a casa de la anciana, así que se disculpó con sus compañeros.

-Chicos,…necesito desviarme un poco del camino. Los alcanzaré en un rato más.

-¿A dónde vas?

-Quisiera ir a saludar a la anciana que conocimos el otro día y hacerle un par de preguntas- sonrió la arqueóloga- ideas mías, simple curiosidad. No creo que me tarde mucho.

-Pero, ¿qué no es un poco peligroso que vayas tu sola?- preguntó Franky, quien hasta el momento era, junto con Ussop y Nami, uno de los mas intrigados con las acciones y situaciones que Robin había protagonizado los últimos días.

Zoro se acercó a ella mostrando decisión.

-Yo la acompañaré. Ustedes váyanse tranquilos.

Sanji se interpuso.

-Oi, baka marimo, ¿Quién te crees tú para permitirte semejante placer?-lo tomó de la solapa de la camisa- Una dama como mi Robin-chwan solo debe ser acompañada por un caballero, no por un alga parlante como tú.

Zoro estuvo a punto de desenfundar sus espadas.

-Suéltame, ero-cook, o no respondo.

-¡Sanji-kun- llamó Nami cuando vio que aquello no iba a parar a ningún lado- ¿Acaso piensas dejarme sola?

La Maldición de ViluelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora