Capítulo 4°- Rosa Negra

182 28 17
                                    


La oscuridad rodeaba con su manto cada palmo de aquel enorme bosque en donde el persistente sonido de pasos moviéndose con agilidad entre las ramas fue lo que irremediablemente destruyó la relajante quietud con que los grillos y demás animales, celebraban noche tras noche la llegada de la imponente luna sobre sus vastos territorios.

Intentó aumentar la velocidad que hasta hace algunos segundos mantenía, pero le fue imposible, el agudo dolor que sentía de cada una de las heridas que yacían sobre su cuerpo era tan desgarrador que incluso sus propias piernas no consiguieron sostenerlo, provocando que cayera entre las viejas raíces de los árboles. Probó ponerse de pie en repetidas ocasiones, sin embargo, sin importar sus múltiples esfuerzos, el resultado siempre terminaba siendo el mismo. Aun así, con las escasas energías que aun sentía dentro de él, arrastró su lastimado ser hacía la base del árbol más cercano, consiguiendo al menos un poco de alivio al descansar sobre su firme corteza.

Elevó su borrosa vista hacía ese lienzo pintado de negro y decorado con estrellas, plasmándose sobre sus amoratados labios una alegre sonrisa mezclada con tintes de pesar. Aguardó unos minutos en esa posición sin hacer el mínimo movimiento, esperando que el valor que lo había orillado a escapar aun siguiera junto a él después de lo que a continuación haría.

Con temor subió hasta la altura de su rostro la mano que hasta el momento mantenía presionada sobre la parte baja de su estómago, descubriendo que en efecto, su situación era más crítica de lo que había imaginado en un principio. Rio con desconsuelo... ya no había marcha atrás, sus horas en este mundo estaban contadas.

—¿Por qué? —soltó con tristeza mientras su mirada continuaba fija en esa extremidad teñida en un profundo rojo escarlata.

Mordió su labio inferior en su deseo de frenar el llanto que por seguridad prefería retener, permitiendo que fuesen sus lágrimas las intérpretes del terrible dolor que sentía, uno quizás mayor que el daño físico con que había sido marcado centímetro a centímetro.

—"No importa lo que hagas o cuánto pretendas huir, jamás te permitiré estar alejado de mí".

Cubrió sus oídos al escuchar la voz de ese sujeto taladrando su consciencia con la misma clemencia que había empleado en su contra. Recordando las últimas palabras que como juramento, había prometido cumplir justo antes de consentirle escapar de su dominio. Contrajo con ímpetu sus ojos, haciendo que esas cálidas gotas de sufrimiento recorrieran con impotencia esas mejillas casi transparentes, negándose a que sus últimos instantes fuesen otorgados al hombre que le había mostrado el lado más terrorífico y espeluznante de la palabra "agonía".

Con cansancio cerró sus parpados, permitiéndole a sus recuerdos el llevarlo tan lejos como fuese posible. A esas memorias del pasado en las que realmente pudo probar lo que era el dulce sabor de la felicidad. Creándose dentro de su mente la silueta de esa persona, aquella que con su sola presencia podía suplir todo cuánto había perdido, llenando su vacía soledad con la ternura de su risa y la pureza que, pese a su indiferente carácter, lograba desprenderse de su brillante mirar.

El tibio calor de las lágrimas lo trajo de vuelta de aquel mundo plagado de dicha al que por lo visto no había estado destinado, deseando que al menos por una vaga ocasión alguien de allá arriba se apiadara y escuchara su petición solo por una vez.

—Por favor... —empezó a decir Taehyung con un esfuerzo casi sobrehumano debido a la intensa presión que hacían sus pulmones tras efectuar una tarea tan sencilla como mantenerlo respirando—. Te lo suplico... —rogó casi al límite de sus fuerzas mientras clavaba sus manos como garras sobre la tierra, aferrándose el mayor tiempo posible a la vida que tan injustamente le estaba siendo arrebatada—. Una vez, permíteme verlo una última vez —concluyó con una fatiga sepulcral.

Plumas Negras (KookV/VKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora