Athycienta

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Había una vez una niña de 12 años llamada Athanasia, vivía junto a su padre en una hermosa mansión a las afueras de la capital del reino.

Era una niña amada y hermosa, había heredado los ojos azules cuales joyas de su padre y su belleza casi irreal de su madre, ya fallecida. Un dia, Claude observando que su pequeña se sentía sola, contrajo matrimonio con Penélope Judith, quién era una viuda hermosa, la cual tenía una hija de la misma edad que Athanasia llamada Zenith.

Un día Claude tuvo que salir para hacer negocios en el extranjero, así que tuvo que dejar a su amada hija con su ahora madrastra. Su viaje debería de haber durado 2 años, pero aún no ha regresado. Durante el tiempo de ausencia de su padre, Athanasia sufrió el desprecio de su madrastra y hermanastra. Desterrándola de su hermosa habitación a la cocina llena de ollin y cenizas, dándole el apodo de Athycienta.

-¡Athycienta!- gritaba zenith desde su habitación, antiguo cuarto de Athanasia, con una campanilla en mano.

- Digame lady Zenith ¿Qué se le ofrece? - con una reverencia se hace presente Athanasia. Han pasado 4 años desde que dejaron de llegar las cartas de su padre. Su ausencia y continuo abuso por parte de su tutora hicieron a Athy una persona infeliz, pero a pesar de todas las dificultades ella logró salir adelante y nunca dejo de ser la joven alegre, vivaz y amable que le enseñaron a ser desde su nacimiento.

- Quiero mi té de rosas amarillas, y que sea rápido - con una ademán le señala a Athanasia que se fuera de inmediato. Al principio Zenith era amable y cariñosa con Athanasia, pero la envidia inculcada por su madre transformó su personalidad a una desagradable.

- Como ordene mi lady - y con una reverencia se fue a la cocina.

Lady Penélope un par de meses después de que Claude se fuera empezó a derrochar dinero a montones en caros vestidos y lujosas joyas, teniendo que ir despidiendo de a poco a la servidumbre. Athanasia viendo la situación empezó a unirse a las sirvientas para hacer más llevadero su trabajo, y su madrastra aprovechándose de la situación le iba encargando más trabajo a Athanasia, hasta el punto de no dejarla ni comer en la mesa con ellas, si no que en la cocina junto a las sirvientas. Pasaron los años y ya no había nadie más que Athanasia para encargarse de los deberes de la mansión, ya no tenía tiempo de usar sus hermosos vestidos, de pasear en el jardín de rosas hecho especialmente para ella por su padre o de ir a ver a su madre. Pero habían noches en dónde podía respirar de los mandados de esa mujer.

Luego de que Penélope y Zenith se durmieran, Athy se puso su capa negra y se escabulló entre los pasillos de la mansión, sigilosamente salió de esta. Paseo un rato por su jardín de rosas, sintiendo el aroma que inundaba su mente de recuerdos de su padre. Lo extrañaba tanto, ¿Habrá muerto?¿Estará perdido y por eso no ha vuelto? Preferiría pensar que está vivo en algún lugar buscando la forma de volver a su lado. Con sus manos corta algunas rosas y las ata con una cinta en forma de ramo, ahora iría al lugar en donde estaba su madre.

-Buenas noches madre, lamento mucho no haber venido, pero como sabrás, Penélope no me deja ni un tiempo de descanso. ¿Sabes? Te extraño. Aún recuerdo cuando me enseñaste a bailar, cuando me enseñabas las historias de este reino, de los misterios del castillo y de los típicos cuentos de princesas y principes. Toda las noches recito en mi mente el cuento que me leías antes de dormir. ¿Te acuerdas? Ese de la princesa que no se quería casar con el príncipe del país vecino y se escapo viviendo una aventura por su reino y se terminó enamorando de un noble de otro país que vivía en el mismo pueblo en dónde ella vagaba, a pesar de su corazón frío ella logró entrar en el y quedarse para siempre. Aún sigue siendo mi historia favorita. Mamá, te traje unas rosas, tus favoritas. Ya no me lastimo al cortarlas como cuando era niña. Espero que cuides a papá en dónde quiera que este, y si está allá contigo mándale saludos y espero que me envíe fuerzas para seguir adelante como hasta ahora. Te amo madre. Espero volver pronto.

Cuentos de Athy y LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora