Athy en el país de las Maravillas

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Athanasia era una joven de 15 años que vivía en un orfanato. Su pelo era largo, ondulado y suave, parecían hilos de oro. Sus ojos eran de un azul profundo y tenían una particularidad, parecían como si fueran un par de joyas preciosas. A pesar de su belleza nadie la adoptaba, algo lo impedía. Siempre que alguien venía a verla para hacer los trámites de adopción pasaba algún desastre y las personas se iban. Por eso ella se volvió solitaria.

Todos los días a las 3 pm se colocaba bajo un árbol del patio a leer el libro que le dejaron cuando llegó al orfanato. Este será su última tarde bajo el árbol. Al cumplir los 16 años la tienen que sacar del orfanato, pues ya es bastante grande y podrá valerse por si misma ahí afuera.

Mientras estaba sumergida en el mundo del libro, que ya se sabía de memoria, vio algo blanco correr por su lado. Bajó el libro y se encontró un conejo blanco de ojos dorados, era particularmente raro, lo suficiente para llamar la atención de Athanasia.

-¡Tarde!- habló el conejo, ella quedó estupefacta, pues un conejo que habla no es normal - ¡Vamos tarde!¡Nos cortará la cabeza!.

El conejo empezó a saltar frenético y asustado, Athanasia lo iba a acariciar para calmarlo, pero el conejo le tomó la mano y se la llevó.

-¡Corre, vamos tarde! - gritaba mientras saltaba.

Atrás del árbol en dónde estaba leyendo Athanasia, había un agujero grande, suficientemente espacioso para que caiga una persona.

- Esto no estaba antes - dijo confundida.

-¡Entra, estamos tarde, nuestras cabezas rodarán¡ - gimoteaba el conejo.

Ella le hizo caso y entró al agujero, pero al instante cayó por el hacia una profundidad desconocida. A medida que caía sentía como si lo hiciera en cámara lenta. Cuando sintió que golpeó la esquina de algo duro el túnel se iluminó. Habían muchas cosas flotando ahí, un piano, una mesa, una silla, una tetera, un taza, galletitas, y al conejo blanco.

-¡Vamos tarde!- le mostró el reloj gigante que llevaba en su cuello.

- ¿A dónde vamos tarde? - pregunta Athanasia.

- ¡Nos cortará la cabeza! - dió un alarido de terror.

- ¿Quién nos cortará la cabe...- no pudo terminar de formular la pregunta pues llegó al final del túnel.

Llegaron a una chimenea, el fuego estaba apagado, así que ella no se lastimó, solo se golpeó el trasero. Luego de salir de ese estrecho lugar, limpiar las cenizas de su vestido azul y arreglar su moño negro, observó el lugar.

Era un comedor bastante bonito. El techo era blanco con un candelabro de cristal. En el centro había una mesa con 8 sillas. Sobre ella había una llave, una botellita que decía "bébeme" y un pastelito que decía "cómeme". Había una puerta en la pared de al frente a dónde estaba Athanasia, tal vez era la salida. La curiosidad la carcomía, así que fue e intentó abrir la puerta, estaba cerrada.

- Conejo blanco ¿Cómo salgo de aquí? - buscó con la mirada al conejo miedoso, pero ya se había ido de ahí.

Fue a la mesa a buscar la llave, talvez podría abrir la puerta. No, no funcionó. "¿Por qué tienen una llave si no funciona?" Pensó Athanasia amurrada.

- Tarde - se escuchó un débil chirrido

- ¿Conejo, dónde estás? - busca rápidamente con la mirada de dónde vino el susurro.

- ¡Vamos tarde! - se escuchó desde una puerta pequeña que se encontraba a un lado de la puerta en dónde estaba ella.

Athanasia se agacha para ver la pequeña salida. Abre la puerta y ve a un conejo muy pequeño a través de ella.

Cuentos de Athy y LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora