Propuesta

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"Hay un lirio

que el tiempo lo consume

y hay una fuente

que lo hace verdecer

Tú eres el lirio

y dame tu perfume

yo soy la fuente

y déjame correr…

Hay un ave

que gime día y noche

y hay un ángel

que la viene a consolar…

Tú eres el ángel,

mi bien, amado mío,

yo soy el ave

y venme a consolar."

Al terminar de leer ese pequeño fragmento, el cumpleañero no pudo mantenerse mucho sobre sus pies, se dejó caer en la cama con la mirada perdida.

Todo lo que había pasado ese día se agolpó en su cabeza, desde el sueño en la madrugada, el desayuno de cumpleaños, el tour en la ciudad con Alluka, la llegada de sus amigos, Gon…

Gon.

Le había dado de regalo un anillo y al fondo de la caja un papel que decía "léelo solo". Aunque Killua no fuera un amante de la literatura, como su hermana, estaba seguro que ese poema era una declaración de amor por parte del moreno, ¡Una declaración con un anillo! ¿Acaso Gon no se percató de que eso lo hacía ver cómo una propuesta indirecta de matrimonio? Siempre hacía ese tipo de cosas sin pensar en las consecuencias, pero esto tenía que ser demasiado, no era posible que no se hubiera percatado del mensaje que estaba enviando.

Killua no se dio cuenta del momento en el que Alluka entró a la habitación, hasta que la chica se paró frente a él y puso su mano en el hombro del muchacho, intentando hacerlo volver a la realidad.

—¿Hermano? —preguntó la chica, muy consternada.

—Alluka —dijo Killua, como si acabara de aprender la palabra.

—¿Hermano, qué te pasa? ¿Te sientes bien?

—Yo… ¿Qué? —preguntó débilmente el albino, tratando de entender lo que su hermana decía.

—Hermano, de verdad me preocupas. Voy a llamar a Leorio, solo está un par de pisos arriba —La chica salió, dejando solo otra vez al albino.

Menos de cinco minutos después, Killua todavía seguía sentado en el mismo lugar, con la carta y el anillo en las manos. Al parecer, su cabeza todavía no había regresado del viaje gratis a las estrellas que Gon le había regalado. Alluka llegó a la habitación, seguida por Leorio con una cara de preocupación muy notoria.

—Lleva así como cinco minutos, no se dio cuenta de que yo estaba aquí hasta que puse mi mano en su hombro —dijo la chica con preocupación. La conmoción de ver a su hermano así era tal, que no le importó si la veían a ella con su camisón rosado de flores, o a su hermano, con su pantalón corinto de pijama con la playera gris que tenía puesta. La situación del casi médico no era diferente, tenía puesta una pijama de botones celeste y unas botas tejidas; estaba en la habitación con su maletín en mano, listo para hacer uso de él.

Una familia de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora