Junto a ti

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Gon se despertó muy temprano por la mañana, con sus revoluciones al 100%. Algo en su interior le decía que sería un día muy bueno.

Saltó de su cama como si tuviera un resorte y caminó hacia el ventanal de la habitación. El día se veía soleado y los pájaros revoloteaban unidos en su ventana, repartiendo trinos de buena fortuna a todo aquel que los escuchara.

Pensó en llamar a Killua para preguntarle por su mañana, pero recordó que el amante de los chocolates gustaba de despertarse casi a medio día. Decidió caminar al baño del apartamento para poder iniciar su rutina de aseo, cuando un delicioso aroma llegó a su nariz, atrayendo al joven hacia la cocina.

Al llegar, se encontró con Leorio frente a la estufa, preparando un par de huevos con especias, y Kurapika sentado a la mesa, haciendo algunos trazos sobre un papel.

—¡Buenos días! —dijo el ojimiel, recibiendo una mirada un tanto alegre del rubio.

—Oh, hola Gon —dijo Leorio—. Ve a cambiarte y puedes venir a comer, Alluka y Killua no tardan en subir.

—¿En serio? —preguntó el moreno con excitación.

—Sí, pero debes apresurarte, están esperando a que llegues a avisarles —dijo Kurapika.

—¡Ya voy! —dijo el moreno, corriendo a toda velocidad al baño.

Aunque su atuendo había cambiado, igual que el resto de su apariencia infantil, seguía siendo tan jovial como lo recordaban. La aventura seguía siendo su móvil y sus amigos lo más preciado para él.

No se consideraba una persona necesariamente hogareña, le gustaba viajar y no sentirse atado a estar en un lugar; sin embargo, cuando pudo regresar a los brazos de la tía Mito lloró como un bebé, dejando fluir todo el miedo que le asaltó durante el incidente con las hormigas. Fue un evento demasiado traumático que había preferido dejar atrás, sin hablar sobre ello con sus amigos o con su familia, solo lo habló con Kite en un par de ocasiones y de verdad esperaba no tener que volver a tocar el tema.

En cinco minutos ya estaba fuera de la ducha y corriendo a toda velocidad al cuarto del albino. Al llegar, tocó la puerta y esperó a que abrieran; al ver que no respondían, tocó una segunda vez. Alluka abrió la puerta con una toalla en la cabeza y una pequeña sonrisa en sus labios.

—Hola Gon —dijo la joven.

—Hola Alluka, ¿Listos para desayunar? —dijo el de cabello con las puntas verdes.

—Sí, mi hermano casi está listo, pero siéntate —señaló un sofá—, estaremos listos en un minuto.

Gon asintió alegremente y entró al apartamento. Alluka entró corriendo a la única habitación que había en el pequeño lugar además del baño. Pudo escuchar a Alluka apresurando al de ojos azules para que saliera ya de la habitación. Un par de minutos después, los dos hermanos salieron de la habitación, listos para ir a comer.

Desde que viajaban juntos, los dos hijos de Sylva Zoldyck habían cambiado su vestimenta para pasar desapercibidos. Alluka seguía usando vestidos y botas, pero ahora sus botas eran de cuero color café y sus vestidos, de manga larga y normalmente de colores pasteles y poco llamativos, también solía llevar una chaqueta que hiciera juego con las botas, pero siempre mantenían sus pertenencias en la cantidad mínima para no tener muchos inconvenientes durante los viajes. Killua usaba jeans oscuros con un par de tenis, siempre seguía usando camisas de manga larga y cuello de tortuga en colores oscuros, el único accesorio que portaba era el anillo que Gon le había dado con la pulsera que le dieron los dos mayores.

Al llegar al apartamento, los tres jóvenes fueron directo a la cocina, sintiendo como el olor a tocino y huevo estimulaba a sus papilas gustativas. Se encontraron con el rubio, lavando las tazas que iban a usar (eran las que proporcionaban al alquilar el lugar), y al mayor sirviendo la comida en cada plato.

Una familia de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora