Embarcación

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Finalmente eran las siete de la mañana, hora de salir de la cama y ducharse, tomar sus maletas y empezar su camino rumbo a Isla Ballena. Había esperado tanto por ese momento, que en toda la noche no pudo pegar ni un solo ojo.

Incluso después de pasar la noche en vela, Killua no podía controlar la alegría inundando su ser, finalmente volvería al lugar que podía considerar su casa, al fin podría mostrarle a Alluka el verdadero amor materno sin límites. Tía Mito y la abuela eran las mujeres más amorosas que conocía, Isla Ballena era el lugar más pacífico al que había viajado, no había razón por la cual no quisiera volver.

Imitando los saltos de Gon al salir de la cama, Killua se puso de pie y tomó sus cosas, yendo directo al baño. El agua tibia se sentía bien contra su pálida piel, el lugar en el que se encontraba carecía del amable calor que caracterizaba a su próximo destino.

Salió de la regadera y se vistió con sus usuales pantalones de mezclilla oscura, sus zapatos deportivos y su camisa de playera de manga larga, acompañado por sus recientes adquisiciones, obsequios de sus amigos. Con una toalla se sacudió la melena hasta estar seguro de que ya no goteaba, y salió del diminuto baño ya listo.

Alluka seguía durmiendo, al igual que la mayoría de personas en el edificio. Con una sonrisa gatuna, Killua se acercó sigilosamente hasta la joven y susurró cantando: —Alluka... pequeña Alluka, despierta...

Al ver que no rendía frutos, se sintió con derecho de proceder de su manera preferida: cosquillas.

—¡Para, hermano! ¡Ja, ja, ja! ¡Detente, ya! —repetía la menor, tirando manotazos suaves hacia el albino, presa de sus veloces dedos sobre su estómago.

La pequeña y satisfactoria risa de Killua fue cubierta por los fuertes jadeos y restos de risa de la pobre chica, respirando pesado aún enrollada en su colchón. El ojiazul acarició su cabeza y dijo: —Hoy es el día.

Los ojos azules de Alluka resplandecieron con la misma intensidad que los de su hermano y dijo: —¡Bien, ahora mismo me baño!

Levantándose de la cama, dejó solo al albino en la habitación. Killua tendió su cama y la de su hermana, revisó la hora y pasó lista por enésima vez de todas las cosas que llevaban. Realmente no tenían mucho que se dijera, sólo unos cuantos cambios de ropa y dos o tres pares de zapatos, Alluka tenía unos cuantos libros y él, sus preciados y escasos videojuegos. De lo contrario, tenían algo de comida en lata, cereal y leche en polvo, junto a un par de platos, vasos y cubiertos que usaban cuando no se habían establecido todavía en algún hotel o apartamento.

Sin poder esperar un segundo más, pecó de impaciente y presionó el botón verde en el contacto de su nueva pareja, Gon. El teléfono sonó cuatro veces, hasta que el moreno contestó con su usual tono alegre.

—¡Killua!

—Hola, Gon.

—Es algo temprano, ¿Ya están listos?

Killua escuchó un ruido al fondo ruido de sartenes y la voz de Leorio maldiciendo, una pequeña risa de Gon fue más que suficiente para hacer sonrojar al engendro de Zoldyck. Aclaró su garganta y dijo: —Alluka se está arreglando... ¿Necesitan ayuda con el desayuno?

—Pues... Leorio está enloqueciendo hoy y Kurapika no ha salido de su habitación para calmarlo —dijo, riendo ligeramente incómodo.

—Ese anciano senil —dijo, negando con la cabeza—, llego en un momento.

Al terminar la llamada, Killua dijo en voz alta: —Alluka, estaré arriba.

Recibió el "sí" de la pelinegra y salió del lugar. Pensaba que sólo era Leorio, teniendo problemas para organizarse con las preparaciones para irse, y efectivamente, así era. Cuando llegó al apartamento, Leorio picaba rápidamente cebolla, maldiciendo por debajo; todo parecía normal, excepto el hecho de que las maldiciones eran para el difunto Gen'ei Ryodan.

Una familia de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora