Poenia [capítulo siete]

1.5K 304 17
                                    

POENIA

La planta es un arbusto pequeño, cuyas flores esponjosas y de colores brillantes florecen en mayo, llamando la atención inmediatamente por su exquisita. Las Peonias representan el sufrimiento causado por el amor, generalmente si hay una ruptura amorosa, una decepción romántica o una separación forzada. Sus pétalos en tonos pasteles calman el espíritu y las dolencias del corazón.

Wei Wuxian sonrió, aspirando la fría fragancia del sándalo. Cerró sus ojos y se acercó un poco al costado de Lan Wangji. Su respiración era lenta, casi silenciosa.

Los recuerdos de su vida pasada eran borrosos, manchados por su mal karma. Recordaba pocas cosas relacionadas a Lan Wangji, pero convenientemente no había olvidado el hábito de la secta Lan: Dormir a las nueve de la noche, despertar a las cinco de la mañana. Y el amanecer no tardaba en despuntar, lo podía sentir.

Wei Wuxian se movió a la orilla de la cama, deshaciéndose de los brazos que lo aferraban. Eran cálidos, pero debía marcharse antes de que Lan Wangji despertara.

Al salir de la estrecha cama, Wei Wuxian buscó sus botas que habían sido lanzadas por Lan Wangji. Una la encontró cerca de la entrada y la otra cerca de la cama. Wei Wuxian se inclinó para recogerla, pero se distrajo con la cinta blanca de Lan Wangji. En algún punto de la noche la había dejado caer, así que el patrón de nubes se había arrugado, por lo que trató de alisarla con sus dedos. Como resultado, la cinta no sólo tenía arrugas, también manchas de polvo.

Wei Wuxian escondió la cinta en uno de sus bolsos y se levantó del suelo. Los pergaminos que contenían cada nueva misión también se encontraban en sus bolsillos, nada lo retenía en aquel lugar.

Dio un último vistazo a la habitación y camino hacia la ventana.

—Lan Zhan, ¿te importa si me quedo tu cinta? Seguramente tienes un repuesto.—Dijo, sentándose en el borde.—Ten una buena vida. Si reencarno una vez más, asegúrate de encontrarte conmigo.

Wei Wuxian giró su cuerpo y sin temor a la altura que lo separaba de la calle, saltó. De pie sobre el suelo sacudió su ropa innecesariamente. Se apartó de la calle y avanzó sobre el pasto humedecido por el roció de la mañana. Podía sentir la humedad traspasar sus botas, pero disfrutaba actuar como una personal ordinaria.

Palpó su bolsillo y lo primero que encontró fue la cinta que había hurtado a Lan Wangji. Rió y la volvió a guardar. Siguió buscando y encontró los pergaminos. A pesar de las arrugas, eran visibles. Wei Wuxian los leyó y eligió la que sería su primera misión.

El alma que debía recoger era un alma corrompida, demasiado sucia para enmendar sus errores. También era un alma peligrosa, porque podía emigrar a otro cuerpo a su voluntad y cada que absorbía la vitalidad del nuevo huésped, lo abandonaba y buscaba uno nuevo. Para la mala fortuna de las víctimas, sus cuerpos al ser desechados quedaban en pedazos, además las almas invadidas se fracturaban de tal modo que desaparecían, incapaces de reencarnar.

En medio de la escasa luz, Wei Wuxian avanzó por entre los caminos sin reparar en la salida del sol. El tramo era largo, tardaría gran parte de la mañana en llegar, pero incluso para los mensajeros de la muerte transportarse de un lugar a otro no era cosa sencilla.

Después de algunas horas, Wei Wuxian se detuvo abruptamente. Escalofríos recorrían su espalda y una fuerza maligna se palpaba en el ambiente. Wei Wuxian revisó una última vez su pergamino y continuó avanzando hasta el final del camino. Otra característica que compartían ese tipo de almas era el gusto por el aislamiento y ésta no era la excepción.

Wei Wuxian tomó una pequeña daga que le había sido proporcionada para la misión y resopló al percatarse de sus proporciones. La daga era delgada, pero se adaptaba a su mano y aunque no tenía las capacidades de suibian o chenqing, servía para la misión.

Al llegar a la guarida del ser, el aroma nauseabundo provocó un escozor en su garganta. Tosió y siguió avanzando, pisando ocasionalmente partes de lo que parecían animales.

El chasquido de los huesos siendo quebrados lo perturbaba, así que prestó atención al suelo, esquivando las partes de aspecto sospechoso.

Después de caminar por algunos metros, llegó a un claro de maleza salvaje. Sin perturbar, un hombre yacía sentado sobre la rama de un árbol. Wei Wuxian arrugó la nariz al notar su aspecto, gran parte de su rostro había sido estirado hasta quedar seco, lo que había provocado sus ojos se saltaran. Su cuerpo, aunque aún conservaba carne y musculatura, tenía una serie de llagas que supuraban un líquido verde. Ya no era del todo humano.

—Tienes mal gusto para elegir humanos.—Dijo Wei Wuxian, jugando con la daga entre sus dedos.

El hombre, que seguía sin moverse, emitió un quejido. Se tiró a la maleza y aterrizó su frágil composición sin dificultad. El cuerpo que habitaba aún tenía energía, así que se levantó, acomodó los huesos y quedó erguido.

—¿Te parece si terminamos esto rápido? Quisiera dormir un poco más.—Se burló Wei Wuxian, lanzando la daga directo a la cabeza del contenedor.

El humano, controlado por el alma, a pesar de lo inmunda que era, esquivó la daga y emitió otro quejido que sonó similar a una risa.

Wei Wuxian estiró la mano y la daga regresó a sus manos. Producto de su castigo no tenía grandes habilidades, eso incluía el uso de talismanes, así que su único medio de defensa era su daga y su destreza aprendida a lo largo de los siglos.

Resignado, avanzó hacia el alma que seguía sin inmutarse. Wei Wuxian ladeó ligeramente el rostro, percatándose de la extraña composición de su cuerpo. La energía que desprendía no era común, ni siquiera para almas de su clase. Entre más se acercaba, más sofocante era su energía maligna. Pero Wei Wuxian conocía su debilidad: La desventaja de tales almas era el lazo que las unía a los cuerpos huéspedes. Si su huésped moría, ellas no podrían tomar un nuevo cuerpo.

—¿Qué eres?—Cuestionó Wei Wuxian, curioso. Bajó la daga, escondiéndola detrás de su espalda y se detuvo.

El hombre no respondió. Rió y saltó por encima de él. Wei Wuxian, quien había esperado un movimiento similar, se giró y lanzó la daga, golpeando la espalda del ser, quien aullando de dolor intentó quitársela.

—Se acabó el juego. Es hora de que el karma se haga cargo de ti.—Sentenció Wei Wuxian. No obstante, el ser se arrancó la daga gritando de dolor, pues el metal había quemado sus manos. Wei Wuxian convocó su daga y corrió detrás de él, pero éste ya había abandonado la mitad de su cuerpo y había huido, dejándolo atrás.

Apretando la daga, Wei Wuxian pateó la tierra, dando grandes zancadas hacia la salida.

—¿Buscabas esto?—Preguntó Lan Wangji en la entrada de la guarida, señalando lo que parecía un cascaron.

Wei Wuxian sonrió, sobando su barbilla.—Sí y no. Creo que acabas de permitir que mi alma escape.

Lan Wangji alzó una ceja.—Creí que ya había escapado.

Wei Wuxian encogió los hombros y adoptó la posición en cuclillas. Usando las hojas secas del suelo, limpió la daga y procedió a guardarla. Sentía la mirada de Lan Wangji sobre él.—¿Cómo me encontraste?

—Mi cinta.

De entre sus bolsillos, Wei Wuxian sacó la cinta, riéndose.—Bien, caí en mi propia trampa.—Agregó con un guiño.

Lan Wangji tomó la cinta. Pequeñas arrugas se habían formado en la esquina de sus ojos. Sin decir nada, se dio la vuelta y caminó por el sendero de regreso.

Wei Wuxian permaneció cerca del suelo, borrando poco a poco su sonrisa. La espalda de Lan Wangji se alejaba, pero no se sentía capaz de seguirlo.

—¿Aún quieres atrapar esa alma?—Cuestionó Lan Wangji a la distancia.

Wei Wuxian sonrió una vez más.—Sí, contigo sí.

Karma [Wangxian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora