1

1.7K 222 32
                                    

De pronto te das cuenta de que, tal vez cabe una pequeñísima —por no decir gigantesca— posibilidad de que te encuentres rodeada por los brazos equivocados.

Miras a tu lado y sientes que ves a un extraño, a pesar de que conozcas sus lunares de memoria y sepas cómo le gusta el café por las mañanas.

Le observas detenidamente: es simpático, educado e, incluso, guapo a pesar de su sonrisa torcida.

Es un gran partido, ¿no? O por lo menos eso es lo que te han dicho o hecho creer.

Entonces... ¿por qué sientes ese vacío en el pecho cada que te besa?

¿Por qué te sientes tan sola a pesar de que estás rodeada por sus amigos y él no suelta tu mano?

El silencio ya no te reconforta, porque se convierte en un bullicio dentro de tu mente.

Te cuestionas todo, y eso a veces asusta, ¿o me equivoco?

No sabes si el lugar donde te encuentras es el correcto.

O tal vez sí, pero la compañía no es la adecuada.

Y no es porque él sea un mal chico, o quién sabe.

Sino porque, simplemente, no es "el chico".

Pero cómo saberlo, si todos los comentarios que escuchas por parte de tus amistades son semejantes a un «¡qué gran pareja hacen ustedes dos!».

Sonríes cada que lo escuchas, pero tú no lo crees así.

La gente solo dice lo que ve, sin embargo, no conocen el trasfondo.

Ellos no saben las veces que te fuiste a la cama llorando, suplicando que esa opresión en el pecho desapareciera.

No tienen ni la menor idea de cuántas veces te ha mentido solo por no querer enfrentar más problemas. 

Aunque tal vez no sea tan malo.

Porque dime, ¿tú nunca te has equivocado?

Lo que está mal es que continúes con algo que ya no te llena el pecho.

Está mal que permitas que la costumbre se funda en tus huesos y se arraigue en tus días.

Quizá ese chico sea grandioso... 

Pero no para ti.

Así que te daré un consejo:

Permítete recuperar la felicidad que poco a poco ha escapado de tus manos como pequeñas partículas de polvo.

Deja que se marche esa creciente infelicidad que parece no tener motivo —porque te niegas a aceptarlo—.

Vuelve a ser libre, aunque la cercana soledad pueda llegar a asustarte.

Te prometo que es más terrorífico despertar un día y darte cuenta de que los años han pasado.

Una noche le conté a mi almohada...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora