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La infraestructura del edificio de Adalia era una verdadera maravilla de la ingeniería electrónica moderna. A cada nuevo plano que descubrían, a cada nueva carpeta que los chicos hojeaban en las montañas de notas de la profesora, se volvían para mirar su cuerpo inconsciente en el suelo, que empezaba a babear un poco por encima de su jersey de lana blanco, como si la mujer se tratase de alguna clase de genio.

Y no era para menos.

En un enorme plano del edificio situado en el centro de la mesa de la cocina podía verse cómo todos los pisos estaban ocupados con diferentes partes de una carísima y ultracompleja máquina que parecía asemejarse a un ordenador gigante.

— Es... imposible. — Murmuraba Yvonne, con estrellas fulgurantes por pupilas. Ni siquiera sabía la hora que era.

— ¿Qué es imposible? ¿Que tuviera el dinero para construir todo esto, o que haya encontrado tiempo para comer, dormir y existir construyéndolo?

Andrea no estaba tan metida en el tema como ella, pero aun así intentaba aparentar que se enteraba de algo, principalmente de los apuntes que hablaban de Lyoko. Era como leer una de esas webs de worldbuilding donde los escritores montaban sus mundos y describían con todo detalle su geografía, su clima, las criaturas que habitaban en ellos con impecable escritura. Se notaba que Adalia era una obsesa del orden y de hacer que sus notas se vieran bonitas.

— No, lo que es imposible es que exista un ordenador del tamaño de un edificio. — Contestó Yvonne, sin dejar de leer los esquemas electrónicos de la titánica placa base de aquella bestia de metal y circuitos. — El ordenador más grande del mundo se construyó hace más de sesenta años, era del tamaño de una habitación, y sólo valía para hacer cálculos simples, y hemos progresado mucho desde eso. Hoy día podemos conectarnos a Internet, guardar terabytes de información y enviarla al otro lado del mundo con algo que cabe en el bolsillo.

Levantó la mirada de los papeles un momento para ver a sus amigos, que la miraban alucinados.

— Lo que es capaz de hacer este ordenador se escapa completamente a lo que existe hoy en día... — Pausa. Se dio cuenta de que sus amigos la miraban más de la cuenta. — ¿...pasa algo?

Los dos parecieron bajar de la burra de repente.

— Oh, no, nada.

Replicó Jean, intentando quitarle importancia. Andrea le secundó.

— Es que... nunca te hemos visto hablar tan seguido.

Yvonne se quedó congelada un momento con cara de "Oh." Luego sonrió para sus adentros. La investigación de Ada era la primera cosa en su vida por la que de verdad sentía algo. Era como si se hubiera enamorado de los miles de notas que había escrito, ordenado y trabajado meticulosamente aquella profesora. Deseaba saber más.

Jean sacó unos papeles de color amarillo rellenados a bolígrafo, y se puso a hojearlos. Se las pasó a la pelilila, con el ceño fruncido.

— Dijiste que tu madre se ocupaba de cosas legales, de documentos de identidad y esas cosas... ¿sabes qué es todo esto?

Yvonne estiró la mano y los miró. Puso una mueca, entornó la cabeza y asintió varias veces a Jean.

— Son las escrituras del edificio. Esto certifica que una parte de una construcción es tuya. Adalia ha agenciado a personas con nombres falsos los pisos del edificio para que todo figure en los registros del ayuntamiento como un bloque de pisos normal y corriente.

Por enésima vez, el trío se giró hacia Adalia. Era lista. Era muy, muy lista.

Andrea miró por encima del hombro a X.A.N.A., quien estaba viendo los papeles con quietud mecánica, como si se tratase de un escáner que analizaba todo lo que había desperdigado sobre la mesa y lo registraba en una base de datos. La azabache se giró hacia él.

CODE LYOKO - El lamento de la máquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora