prólogo

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Hace muchos siglos atrás, el centro del universo se encontraba completamente vacío, ninguna galaxia o planeta se atrevía acercarse ni en lo más mínimo a este gran espacio de profunda oscuridad, no se veía ni si quiera una estrella fugaz atravesar la tétrica oscuridad, hasta que de repente en un punto en específico, unas grandes tierras, en lo que sería de los restos de un planeta que fue destrozado por sus anteriores dioses logro aventurarse en este. Su belleza estaba rodeada de un azul junto a tonos violetas, sus tierras se veían en riqueza de naturaleza y de magia, su aspecto desde lejos se podría llegar a comparar a la forma de un remolino rodeado por cristalinas aguas, cascadas caían al vacío y desaparecían en la eterna oscuridad.

Sus habitantes no quedaban atrás, cuatro razas habitaban en sus tierras, quienes eran inconscientes de sus existencias al estar separados por el mar. Tres de las razas eran evoluciones de animales, los ciervos, los lobos y los cuervos. Ellos fueron ubicados en las tierras por sus diosas de una forma específica; en el extremo Este del remolino estaban los ciervos, su vida pasada era marcada por su belleza y su sabiduría, para las diosas fue buena idea que ellos fueran la representación de la vida.

Luego les seguían los Lobos ubicados en el extremo Norte, quienes tenían la fama de ser seres de tomar decisiones y saber hacer todo en manada, siendo ahora la representación del camino, que significa la toma de decisiones aunque sean buenas oh malas. Los últimos, pero menos importantes estaban los cuervos ubicados en el lado Oeste, su mala fama los pintaban de ser seres carnívoros, quien los veía automáticamente pensaba en la mala suerte y el terror. Pero las diosas aunque sabían que no se quitarían el papel de ser el representador de la negatividad, supieron  que su inteligencia cabía en la decisión menos aceptada, la muerte.

Todos ellos tendrían un potencial a la magia que llegaría tener relación a sus representaciones, pero debían ser controlados para no causar grandes guerras a sus vecinos. Ahí es cuando entra la cuarta raza llamados con el peculiar nombre de guardianes, quienes estarían viviendo en el extremo sur. Ellos representarían el completo equilibrio en las tierras vecinas y estarían presentes años siguientes en las tierras completamente vacías del centro del mundo para que las cuatro razas sin tener una guerra mundial vivieran pacíficamente en ellas sin ninguna discriminación. Aunque al principio las razas dudaban por no ser una representación animal.

Actualmente muchos de las cuatros razas llegan al centro del planeta para vivir ahí, quedo el lugar con el nombre Neutria, que aunque parezca un nombre poco creativo, fue para no tener relación con ninguna de las razas y no hayan conflictos por algo estúpido.

Desde  entonces cada habitante vive sus vidas en la paz dada y cuidada por sus antepasados, las calles se ven las diversidades en las relaciones y casi nada se ve una xenofobia en estas.

—pero señorita Matrishma –la pequeña interrumpió la narrativa de la mujer que sostenía un gran libro -¿Cuándo aparecen las diosas?

La mujer soltando una pequeña risita bajo el libro en el suelo del patio de la gran iglesia de las diosas Yamini y Kamishtra para después cargar  a la niña en brazos y caminar por el pasillo que daba conexión a otros lugares.

—esa es otra historia para otro momento – la pequeña niña hizo un pequeño puchero mientras inflaba sus rojas mejillas – pero usted me  iba a contar esa historia y me engaño contando otra cosa.

—lo siento mi niña, pero por estos momentos aun no estas lista para esa historia –la pequeña negó con energía y se tocó una pequeñas cuernas en su cabeza – ¡yo ya soy adulta! ¿No le dije que ya me crecieron las cuertas?

—si mi niña, me lo has contado con claridad –la mujer paso por un gran pasillo hasta llevarla donde ya todo habitante de Neutria llegaba a orar oh esperar a una de las Dashtris oh Dushtes para pedir una plegaria –además mi niña, una vez más te equivocaste en decir cuerna.

—¡no me importa! –la niña se cruzó de brazos sin dejar de inflar las mejillas y empezar a soltar una que otra lagrimilla al no tener lo que quería –te prometo mi niña que cuando vuelvas otra vez te la contare toda, pero no te enojes con esta vieja mujer, lastimas profundamente mi humilde corazón.

La mujer de bellas curvas y en donde su piel no marcaba el rastro de la vejez, bajo a la pequeña que dudaba de perdonarle oh no, la mujer se puso de rodillas mientras le sonreía con dulzura y le pedía con los ojos su perdón mientras juntaba las mano rogándole. La niña la miro por unos minutos y se decidió.

—está bien ¡pero me debe prometer que no me engañara y pala prosima me cuenta la historia y me da un dulce! –la mujer amplio su sonrisa demostrando su victoria con la pequeña discusión con la niña –te lo prometo mi niña.

La mujer ya algo adolorida por la posición en la que estaba se levantó con apoyo de su fiel cetro que había aparecido para ayudar a su portadora, la mujer tomó la mano de la pequeña y la llevó a una pareja que se veía asustada preguntándose donde se había metido su hija, la niña se acercó a la pareja y extendió sus pequeños brazos a su madre quien lloraba y de emoción la abrazaba y besaba al sentir alivio en su corazón, con preocupación le había preguntado donde se había metido y ahí la mujer  que estaba con la niña habló.

—no se preocupen, su hija estaba perdida en el patio de la flora, por suerte no vio nada que debía ver en estos momentos –la madre de la niña y su esposo se pusieron en una posición de respeto al haberla escuchado. Con algo de temor el padre de la niña hablo con algo de vergüenza y miedo en su rostro –Matrishma, en verdad lo sentimos, debió haber dejado sus labores de lado por nuestra irresponsabilidad.
La matrishma soltó una risita y miro a la joven familia.

—no digan eso, de hecho me divertí mucho con la pequeña a mi lado –la matrishma no dejaba de sonreír a la pareja – no se preocupen por mis deberes, es más importante que su hija esté ahora bien al lado suyo.
-muchas gracias por haberla cuidado y una vez más perdone nuestra irresponsabilidad –la matrishma hizo seña de que parara –saben muy bien que nuestras diosas siempre se alegraran de tener una que otra visita de una niña tan curiosa como su pequeña hija.

La pareja sin saber que más decir se despidieron y la niña con emoción abrazo a la Matrishma quien era el rango más alto de la iglesia de las diosas, le recordó la promesa y se fue contándoles a sus padres la historia que le había contado.

La Matrishma los miro, sin dejar de sonreír mientras las campanas de la iglesia marcaban las doce de la mañana, indicando que era la hora de contar una nueva historia.

Jüitah, el planeta del equilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora