El corazón del corazón.
Ese era el apodo que su amiga le ponía a la plaza de la capital de Neutria, podría sonar raro, pero es la definición más corta y exacta al lugar donde Dasha trabajaba. Las calles de la capital estaban llenas de autos y el cielo se veía lejos por los grandes árboles que decoraba la plaza de la capital, donde se cuenta, fue el lugar que puso una paz anticipada para evitar futuras guerras entre razas. Dasha Heins estaba sentada en una de las mesas que tenía la cafetería Margot en sus entradas, era su hora de descanso y ella creía que se merecía perderse mentalmente entre las ramas de los grandes y gruesos árboles que decoraban la plaza. La gente se paseaba entre las tiendas y veían que podrían comprar, las ciervas estaban entre tiendas para saber cómo decorar sus cuernas, los lobos entraban en grupo a los gimnasios y los cuervos iban y volvían entre las ramas volando con sus amplias alas. Ver esa rara escena de cómo lo urbano y lo rural se mezclaban sin problemas, la embobaba como siempre y lograba alejarla de sus problemas personales.
—¡Dasha Heins! –Dasha dio un salto al escuchar su nombre y con torpeza se levantó, sus rodillas respondieron lento haciendo que se tambaleara antes de estabilizarse –¿diga jefe?
Frente ella había un chico lobo con los brazos en forma de jarra viéndola con una mirada de molestia, pera después simplemente reírse de la escena que había provocado su escena, Dasha lo fulminó con la mirada y se cruzó de brazos.
—eso no fue gracioso Edward –el chico movía su cola de forma alegre mientras se tomaba la pansa – ¡si lo fue! Casi te caíste al pensar que te estaba retando y hasta te pusiste pálida.
Dasha se volvió a sentar mientras Edward se sentaba al otro lado de la mesa aguantando la risa.
—deja de reírte –Dasha no lo miraba, miraba molesta a la fuente de la plaza donde se veía la figura de las diosas con las cuatro razas –vamos, no te enojes por ese gritito.
Dasha no le respondió, Edward algo ya apenado acercó más su silla a ella e hizo el truco que jamás le fallaba, tomar su mano y poner ojitos de cachorro.
—¿me perdonas? –Dasha no lo miro, solo cerro los ojos –no Edward
—me vas a dañar el corazón Dashy –Dasha lo miro molesta y el la abrazo –sabes que con mi tempo de descanso no se juega Edward
—lo sé y perdón por eso, solo quería alegrarte con una bromita algo pesadita –Dasha dejo de verlo con molestia y suspiro, ya no podía seguir molesto con su amigo –está bien, te perdono.
Edward apretó más el abrazo y con su cola acerco un par de refrescos que tenía oculto, Dasha alegremente tomó uno de los refresco y se dispuso a tomar lo que había traído su amigo. Edward sin duda era su amigo en esa cafetería, aunque fuera hijo de la dueña siempre fue humilde ante los demás, incluso Dasha recuerda perfectamente cómo él le enseño todo lo que sabe hacer en la cafetería.
Dasha se había vuelto a perder entre las ramas de los árboles que se meneaban con el ligero viento, Edward hacia lo mismo con una sonrisa, ese lugar aunque pasaran los años tenía su belleza intacta, se iba a quedar dormida, sentía como le pesaban los ojos, pero sintió una vibración de su bolsillo del delantal. Al desbloquear su teléfono, reviso en sus correos y tenía uno con una pauta de evaluación que la profesora mandó a todos los alumnos que mañana iba a indicar exactamente cómo iba a ser el trabajo que iba también para la clase de artes, por lo que significaba doble nota y doble estrés. Soltó un suspiro de cansancio y guardo su teléfono.—¿pasó algo? –Edward la miraba mientras jugueteaba con la lata –nada grave, solo es una de esas tareas grandes que mandan antes de que termine el año.
—te escucho y me canso al pensar lo difícil que será –Dasha se estiro en la silla y luego de pie, ya su hora de descanso había terminado –lo peor es que será entre dos clases.
Dasha escucho el cómo le mandaba suerte para su trabajo mientras entraba a la cafetería para ir a la zona del personal, fue a lavarse la cara, se secó las manos y golpeteándose las mejillas fue atender a la clientela. La noche había caído rápido, al igual el cómo se llenaba más y más de gente la cafetería, eran las diez de la noche y Dasha ya tenía todo listo para irse a su casa a descansar su ya agotado cuerpo. Se despidió de Edward y de su madre y salió directo hacia el metro, no tenía apuros por lo que se puso sus audífonos y puso una de las canciones que tenía guardada, el golpe de la fresca noche la hizo sentir viva de nuevo entre el bullicio de las calles que estaban iluminadas por elegantes postes de luz.
Al estar ya en el andén empezó a leer un libro digital que le había recomendado su amiga, era un libro extranjero, una edición que habían traído de otro planeta como tratado de paz. Miro al gran hueco donde estaba pasando el tren algo lleno, esto no le agradaba, era la hora de luchar con el mar de gente para llegar a casa. Le costó un golpe en la costilla y un feo empujón de una gorda loba, pero logró su cometido de entrar al tren, no le gustaba estar apegada a la ventanilla, pero logro sacarle el dedo del medio a la vieja que por esos momentos la odio con la más profundo, puede que la gente le haya visto grosero, pero no era nada con el empujón que le dio, en ese momento pensó que iba a morir. Ahora solo debía salir para dejar pasar a los demás y volver a entrar al vagón bien apegada a la puerta para que no la sacaran.
Al llegar a su casa se sentía alejada de la capital, Neutria a través de los años había crecido constantemente se podría decir que ahora ella estaba en los extremos del lado Este de Neutria. Entró a casa y un aroma a pan tostado y queque horneado inundó sus fosas nasales.
—buenas noches hija –su padre la recibió con un abrazo y una sonrisa mientras le tomaba la mochila –ve a lavarte las manos antes de ir a la mesa ¿de acuerdo?
Dasha asintió y fue de mala gana a lavarse las manos, tenía hambre y lo único en lo que pensaba hacer era poder comer ese delicioso queque que solo su madre podría hacer.
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Jüitah, el planeta del equilibrio
Fantasytodo debe tener un equilibrio y Jüitah es el mejor planeta para demostrarlo, el bien que inunda sus calles debe tener también la maldad, solo que está escondido como su mayor secreto.