11. Laberinto

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— ¿Qué resultado dieron en el laboratorio?— los detectives Kim y Wu comenzaban a pensar que alguien estaba tratando de jugar con ellos. El cabello no era más que de un perro peludo y aunque no servia para resolver el caso, daba una pista: el sospechoso tiene una mascota de raza poco común en esa zona. 

— Estoy harto— dice el más serio— No puedo creer que volvimos a chocar con un muro, esto sólo nos deja en nada.

— ¿Qué más podemos hacer?— pregunta golpeando sus piernas al hablar— ¿Cerrar el caso? ¿Dejar que Inteligencia Nacional se entrometa?— estaba sucumbiendo ante la presión.

— ¿No sería lo mejor?— Wu se rasca la cabeza— Comienzo a pensar que no estamos capacitados para esto, Jin.

Kim SeokJin siente esas palabras como si fueran golpes, no podía entender las razones de su compañero para decir ese tipo de cosas. Claro que estaban capacitados, el problema no eran ellos, era el caso. El problema es el caso.

— ¿Que sugieres?— le pregunta Kim a Wu.

— Debemos seguir cuestionando a las personas y confiar en que HeeYoung comience a recordar.

— Por la tarde iré a ver a su psiquiatra para pedirle información.

— Yo volveré a los expedientes— el más serio acomoda sus gafas sobre el puente de su nariz. Es momento de ponerse a trabajar.

***

La presencia de la policía en su casa no hacía más que ponerla nerviosa. El intruso no dejaba de querer tomar forma en su mente. No dejaba pensar en el posible rostro del individuo,
¿Tendría alguna cicatriz? ¿Podría identificarlo? Probablemente no. Por culpa de las pastillas ni cuenta se ha dado de que estaba en peligro. Podría no haber despertado y ella no se habría enterado de quién había sido su asesino. Pensar en su cuerpo ensangrentado sobre la cámara la hizo temblar.

Ya no tenía uñas que morder, ya no tenía nada a qué aferrarse. La escuela no era una opción, sus amigos habían desaparecido, todo el mundo parecía estar en su contra. Incluso su propia mente era un desastre. Una sola cosa tenía claro, estaba cansada de no poder dormir, cansada de no poder comer, cansada de ver sus ojeras y de pasar tiempo llorando. Quería dejar sus uñas largas y olvidar por un segundo que había una investigación en la estación de policía con su nombre en ella. Estaba harta de extrañar a NamJoon y de preguntarse todos los días que habría pasado si no hubiera estado tan borracha ese día.

Se arregló más que otros días, al menos se lavó el pelo antes de salir. Un policía se había ofrecido a escoltarla pero se negó, no quería seguir siendo parte del juego del mensajero. Ahora HeeYoung establecería sus propias reglas y sabía por lo que tendría que empezar.

Se subió en el primer camión que encontró con dirección al centro y se detuvo en cuanto vio el lugar al que se dirigía. Podía leer todas las letras del nombre del local. Lo había visto mil veces cuando pasaba cerca con NamJoon, incluso habían hecho bromas sobre inscribirse a cursos juntos. Nunca lo habían hecho porque se consideraban demasiado torpes. ¿Quién diría? Al final si sería necesario. 

— Todo esto lo hago por ti— había encontrado tranquilizante hablarle a NamJoon en su cabeza. Sabía que a su psiquiatra, Min YoonGi, eso le parecería ridículo, aún así lo seguiría haciendo— ¿Podré saber quién te hizo eso?— dice antes de entrar al local. 

— Buenas tardes— sale un hombre con su uniforme puesto a recibirla. 

— Buenas tardes— después de ver al montón de niños correr hacia la puerta siente que ha tomado una mala decisión. 

— ¿En qué puedo ayudarla?— la sonrisa amable del señor hace que vuelva a tomar la determinación que le faltaba. 

— ¿Tienen clases para principiantes?

— Las clases de niños fueron hace una hora— señala a algunos pequeños que siguen acomodando sus zapatos al fondo. 

— Me refiero a personas de mi edad, principiantes de mi edad— el señor se sonroja por la confusión y le pide una disculpa apenado. 

— Si desea clases podrían ser privadas— dice— Nosotros no estamos acostumbrados a recibir adultos en grupos pero, déjeme preguntarle al instructor— no espera una respuesta y regresa sobre sus pasos a lo que ella se imagina es el lugar de las prácticas. 

El taekwondo nunca le había parecido atractivo, jamás habría pensado en sí misma como una persona atlética. Nunca en la vida se habría imaginado yendo voluntariamente a un centro de  artes marciales, no se visualizaba ni en un gimnasio, para empezar. Se maldice a sí misma con la intención de salir del local y no volver nunca, quizá comprar un gas pimienta sería mejor idea para defenderse. 

— Hola— un joven la saluda, aunque es más alto que ella puede ver en sus ojos que no pasa de preparatoria— Mi padre me ha dicho que estás interesada en clases privadas— HeeYoung asiente. El chico la observa, sabe quién es. 

— Sí. No me preocupan los horarios— al sentir cierto reconocimiento por parte del chico evita mirarlo directamente a los ojos. Detesta que las personas sientan que la conocen sólo pro ver las noticias diario. 

— ¿Cuándo quieres empezar?

— Lo antes posible— 

— Mañana por la noche está un horario libre, ¿Qué te parece?— la chica asiente— ¿Me das tu nombre para agendarte?— 

— Byun HeeYoung. 

— Mi nombre es Jeon Jungkook, seré tu instructor— se dan la mano y se despiden con la promesa de que al día siguiente comenzarían las clases. 

Jeon Jungkook no contaba con que su mejor amigo lo visitaría esa tarde, tampoco podría haber imaginado la cara de susto con la que entró al Dojo. 

— ¿Qué hace esa chica aquí?— pregunta Park Jimin completamente desconcertado ante lo relajado que está su amigo. 

— ¿HeeYoung? Quería clases, vendrá de nuevo mañana— guarda la agenda con completa calma. 

— ¿No sabes quién es? 

— Me ha dado la impresión de haberla visto antes pero no estoy seguro de dónde. 

— A veces puedes ser muy tonto— comienza Jimin— Byun HeeYoung es la novia de NamJoon. Eran mayores que nosotros. El departamento de policía es un caos porque nadie sabe que ha pasado con la tercera persona del auto, te lo he contado. Además, ayer por la noche alguien se ha metido a su casa— Jungkook ni se inmuta. 

— Bueno, al menos ya sabemos porque quiere las clases— dicho eso regresa a los vestidores, había quedado con su amigo de ir a comer juntos, el drama policial de la ciudad se le olvidaría pronto. 

 

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