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tras despedirme de kaiyō, lloré viendo el camión de mudanzas marchar.

hikari también lloró.

el cielo también.

hice honor a mi nombre como ella al suyo esa noche, vagando por la playa pensando en todos los momentos que pasamos juntas, que aunque fueron pocos, calaron en lo más hondo de mí.

aunque como una ola, me sentí en lo más alto antes de ser arrojada y rebozada en la arena.

llegaron las cinco de la mañana y me encontraba sentada en la arena con dolor de cabeza tras el llanto y hikari tumbada a mi lado, viendo un nuevo amanecer cuando a nuestra espalda habían azucenas.

pero, como las azucenas; kaiyō además de estar siempre entre el mar y la tierra, era hermosa, pura y, fugaz.

pero, como las azucenas; kaiyō además de estar siempre entre el mar y la tierra, era hermosa, pura y, fugaz

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