xxxi. personas con química

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ORDEN DE MUERTE,
capitulo treinta y uno: personas con química!


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Washington D.C, Estados Unidos — Año 2005, 2 años después.

          JOY WILLIAMS NO PODÍA CREER LO QUE SUS OJOS VEÍAN, ver una pequeña semilla siendo plantada para luego crecer como un árbol gigante que pronto empezaría a ramificarse creando espacios tan verdes como los que ella veía en ese momento, donde el fuego intentaría quemar sin piedad alguna sus hojas y perturbar su paz. Era algo lindo en cierto sentido, ver que comenzaba un ciclo que parecía no tener fin en cuanto a la protección del mundo, más cuando ella había sido una de las personas que había ayudado a plantar dicha semilla. Williams sentía orgullo ante ello, demasiado para no simplificar aquel sentimiento de gratificación. La BSAA había empezado a florecer luego de ese discurso, recibiendo más soldados de los que ella podía pedir y allí fue donde el verdadero entrenamiento había comenzado. El director Clive R. O'Brian sabía exactamente lo que hacía con tan solo dirigir una organización que resultaba ser tan neutral como las propias Naciones Unidas, decidiendo donde y cuando enfocar sus fuerzas en el peligro.

          Todo se equilibraba de manera armoniosa.

          (Y para Joy eso era suficiente.)

          Para cuando volvieron a Washington, la mujer rubia acudió a una sesión con la doctora Atlas, obviamente llevándole una botella de licor finlandés — la cual Atlas miró de manera recriminatoria a la soldado y ella simplemente se encogió de hombros, fingiendo indiferencia. Ambas compartieron una tarde bebiendo y hablando de lo que pasó en los últimos días, donde Atlas anotó cada cosa que ocurría en la mente de Joy por momentos, ambas compartiendo una tarde donde no solo eran paciente y doctora, si no como amigas que se conociesen de toda la vida. Joy le contó hasta el más mínimo detalle, hasta cuando llegó a la parte donde ellos encontraron el cuerpo de Rhina.

          Atlas se inclinó hacia ella, expectante.

          Joy se quedó quieta y en silencio.

          —Vamos, Joy, tú puedes contármelo—declaró Atlas esbozando una sonrisa que pocos considerarían genuina.

          Ella podía.

          Ella lo haría.

          —Sentí rabia cuando la vi allí—empezó la rubia antes de relamerse los labios—. Desesperación y tanto miedo. Sentí que ya no era dueña de mi propio cuerpo y de mis acciones, que ya no podía controlar aquel dolor y...yo hice lo que me dijiste.

          Atlas no borró su sonrisa—Dejaste que el dolor pasase a través de ti—la rubia asintió y la doctora empezó a escribir en su libreta—. Eso es bueno, Joy, eso es muy bueno. Dime, ¿estuviste sola allí?

ENEMY ━━ Chris Redfield ¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora