21 Sin alma (Ciel y Sebastian)

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Paranormal: No humanos - Kuroshitsuji


1898 – Mansión Phantomhive,

a las afueras de Londres

Ciel estaba en su ventana mirando los jardines interiores de su mansión, como ruido de fondo, escuchaba a los sirvientes en su trajín diario. Desde donde estaba, podía ver al jardinero trabajar en un arbusto que había sido maltratado por uno de los invitados que se había pasado de copas en la fiesta que tuvo lugar la noche anterior, al lado del hombre mayor, se encontraba su joven ayudante que le pasaba las herramientas con una sonrisa amable mientras al parecer escuchaba lo que el viejo le decía. Parecía ser una historia interesante.

La tarde estaba a punto de caer y en pocas horas se suponía que debía estar en los aposentos de su —ahora— esposa y prima Lady Elizabeth.

Él no pudo evitar poner una expresión de desagrado, aunque era más una mueca que reales sentimientos profundos, los hacía más por costumbre que por apatía, incluso por indiferencia.

Al cumplir con el contrato y Ciel cobró venganza, Sebastian había cobrado lo acordado, pero en un giro extraño de los acontecimientos, él no había muerto sino que ahora era como una cáscara vacía sin sentimientos, no sentía empatía, aunque estaba seguro de que jamás la había sentido por nada ni nadie.

Se consideraba un actor de la mejor clase debido a que reía, tenía brotes de ira o incluso, pudo llegar a llorar para poder engañar a las personas que lo rodeaban y que no se dieran cuenta de que Ciel Phantomhive ya no era humano porque ahora ya no tenía alma.

—Mi señor, todo está preparado —la voz de Sebastian sonó calmada a su espalda.

—Sebastian, repíteme ¿por qué acepté casarme cuando me advertiste que no lo hiciera? —Ciel sabía la respuesta, disfrutaba de importunar a su demonio sirviente.

—Porque no puede embarazar a Lady Elizabeth sin evitar que sus hijos sean íncubos.

—Eso, gracias a ti —respondió sin pizca de reproche.

La baja risa que escuchó de Sebastian hizo que algo en su pecho se sintiera extraño. Ciel frunció levemente el ceño preguntándose qué pudiera ser esa sensación que por momentos lo tomaba desprevenido e incluso desorientado.

— ¿Va a cumplir con sus votos y copular con su esposa? —La impertinente pregunta, solo hizo que esa sensación extraña molestara más.

—No —respondió escuetamente—. Ella quiere tener muchos hijos, me lo dijo la semana pasada mientras paseábamos en el carruaje.

Ambos se quedaron callados un momento, mientras Ciel seguía con la mirada en los jardines y su mayordomo solo estaba detrás de él como un acechador a la espera de su oportunidad.

—Sabe que nada le impide engendrar —aseguró Sebastian con ese tono de voz pausado, pero que claramente era una orden. Ese demonio quería que hubiera muchos íncubos rondando la casa, algo que él no estaba dispuesto a permitir.

—Trae a John —fue la orden brusca que dio.

Nuevamente la risa baja de Sebastian se dejó escuchar, pero a Ciel no le importaba, solo quería salir de ese apuro lo más rápido posible.

Escuchó como la puerta se abrió y cerró para poco después de ver por la ventana cómo Sebastian iba por el joven jardinero y lo hacía entrar a la mansión por la puerta de servicio. Ciel sonrió por costumbre. No esperó mucho más cuando la puerta se abrió, su mayordomo entró con un joven algo asustado, pero decidido. Se sentó tras su escritorio y se quedó mirando a John. Este era un chico de poca estatura, podía jurar incluso que medía igual a él, un metro sesenta y cinco que fue hasta donde creció.

Las curiosas formas del amor - Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora