Capítulo 8

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Cap. 8

Al día siguiente, Rosita despertó muy animada.

La tía Dolores le preguntó:

- ¿A qué se debe que estés tan contenta, hija?

- Ay, tía, soy la mujer más feliz del mundo. Sólo que...hay un leve temor.

- ¿Cuál?

- Que...los García no saben quién soy...y esto se va a poner feo.

Tranquilino llegó al poco rato.

- Señorita...aquí hay unas cartas para usted.

- Gracias, Tranquilino.

La tía Dolores la dejó.

- Ve a leer tus cartas. Voy a estar con doña Luisa en la sala.

- Sí, tía.

Rosa subió a su habitación a leer las cartas.

Como no pudo decidirse por ninguna de las tres para empezar, prefirió leerlas de manera alternada:

LUIS MANUEL: Lupita...te saludo con todo el amor de mi corazón...

JOSÉ LUIS: No ha de ser mucho...no ha de ser mucho el inconveniente que te cause mi carta para saludarte y desearte que te encuentres bien.

LUIS ANTONIO: Guadalupe...tienes un nombre fuerte y hermoso que me ha convertido en un perfecto idiota...

LUIS MANUEL: Siempre has sido...siempre has sido, desde que llegaste, la joya más preciada del lugar...el tesoro más valioso de mi vida...y para ti tengo guardada toda una fortuna y la pongo a tus pies...

JOSE LUIS: Avaro y tacaño...sería yo vida mía si quisiera tenerte sin esfuerzo...por eso trabajaré para ti aunque tenga que verle la cara a cualquier idiota...

LUIS ANTONIO: Pues sólo mírate en un espejo, preciosa, y verás el por qué de mi tormento.

LUIS MANUEL: Como siempre las viejas...las viejas costumbres se hacen ley. Esperaré tu respuesta mañana en la noche. Cásate conmigo.

JOSE LUIS: Y tus hijos me llamarán papá...con mucho orgullo. Yo no necesito más que tú lo digas y estaremos juntos. Lucharé por ti. Sé mi esposa...

LUIS ANTONIO: Para aprender a no comer...no hace falta maestro. Pero para quererte como yo, nadie podría enseñármelo. Te amo. Esperaré tu sí...¿verdad que sí?

Rosita suspiró.

- Lo siento, muchachos pero...ya no puedo continuar con ésta mentira.

Estuvo llorando mucho rato.

A la noche, los muchachos le llevaron serenata.

Los tres entonaron una hermosa canción. Sin embargo, Lupita o mejor dicho, Rosa, no se encontraba.

- Lo siento, hijos- dijo doña Luisa.- La paloma se les ha ido y esta vez para siempre.

Los muchachos se enfrascaron en senda pelea hasta que terminaron agotados y todo el rencor que se tenían terminó de una buena vez.

Sin embargo, Rosa no se encontraba porque había ido a encontrar a unas amigas que habían llegado de la ciudad.

En la estación del tren, Rosa las recibió.

- Chicas, qué bueno que vinieron.

- Nos movimos desde que nos llamaste. ¿Te vas a casar?

- Claro que sí, pero...primero quiero que pasen un día especial y cuando hayan disfrutado la fiesta, entonces les explicaré todo.

- Bueno, entonces, llévanos a la casa de doña Luisa.

Las muchachas fueron con ella hasta la casa.

Estando ahí, las chicas fueron recibidas por la abuela de los García.

- Muchachas, qué gusto que hayan venido. Espero que les guste la casa.

- Rosa nos invitó y no pudimos menos que venir a conocer la casa...y a sus nietos.

No lejos de ahí, José Luis, quien había ido a buscar a Lupe para saber por qué no había bajado y aclarado todo, comprendió bien pronto.

- Así que no eres Lupe, sino Rosa...ya veo...bueno...yo no quería hacer esto pero no me dejaste más remedio, chiquita.

Doña Luisa les dijo:

- A ver, niñas...¿qué plan tienen para que los muchachos se enteren de la verdad?

- Pues hay una forma, doña Luisa; hay que organizar una fiesta, diciendo que Rosa se va, así ellos querrán despedirse de ella y ahí podrá decirles la verdad.

- Y de paso...- dijo otra.

- Pues...con cuál de los otros dos primos nos quedamos.

Las chicas rieron, sin percatarse de la presencia de José Luis. ¿Resultaría el plan como lo esperaban?

Un amor para tres GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora