Capítulo 1

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UN AMOR PARA TRES GARCIA

San Luis de la Paz, Gto.

- Buenos días, patrón- dijo Chencho, el caporal del rancho de José Luis García.
- Buenos días, Chencho.- contestó el muchacho terminando de arreglarse.- ¿Ya listo para ir a ver el ganado nuevo?
- Sí, patrón. Hay muy buenos ejemplares.
- Bien, entonces, vámonos. Ah, por cierto, ¿van a ir...los otros?
Chencho respondió:
- No lo sé, patrón. No lo creo. El joven Luis Manuel no para en todos estos mitotes, nomás cuando sus caballos corren o va a las charreadas del pueblo.
- ¿Y Luis Antonio?
Chencho dudó y luego repuso.
- El joven Luis Antonio anda ocupado ahorita en líos de faldas.
- - ¿Cuándo no?- respondió José Luis.- Bien dice la abuela: "Bonita partida de Garcías...".
- Usted es un buen muchacho, patrón. Su jefecita y su papá de usted- en paz descansen- supieron educarlo y hacer de usted un buen hombre.
- No digas eso, Chencho.- añadió José Luis.- Yo no soy ninguna "perita en dulce". Sabes que también tengo lo mío. No seré ni mujeriego ni borracho como Luis Antonio, ya ves que ni para eso tengo gracia. Las mujeres me dejan dizque por el dinero o porque no tengo sangre para halagarlas con piropos. Y para el trago tampoco sirvo: con un par de copas doy el changazo, como dice la abuelita. Ni tampoco soy avaro ni poeta como Luis Manuel. Pero sí me cargo un orgullo y un carácter de los buenos. Un orgullo que me ha permitido mantenerme en pie, a pesar de lo que mis primos han hecho de mí. Sólo la Florecita sería capaz de aplacarme. Esa mujer sí que me quiere.
Chencho carraspeó.
- ¿Qué tienes, Chencho?
- Ando malo del gañote, patrón. No se apure.
- Tómate un remedio de yerbas, Chencho. Pero ahorita vámonos, que quiero comprar el mejor ganado.

En otro lugar del pueblo...

- Ora, estése sosiego- decía Flor, mientras Luis Antonio se esmeraba en hablarle al oído.

- No se ponga así, mi alma. ¿A poco no le cuadro?

- No, si no es eso pero...¿y si nos ve su primo José Luis?

- Ese papanatas no anda por aquí. Además, usted ya no va a tener que ver nada con él. ¿ O no?

- No, pos no.

- Eso, así me gusta, que esta potranca sepa reconocer la rienda.

La besaba cuando uno de sus criados le dijo:
- Patrón, ya es hora.
Luis Antonio se apartó y dijo:
- Gracias, Pedro; lo siento, chula, pero tengo algo urgente que hacer...
- No será con otra.
- Claro que no, mi alma, usted es la única. Nos vemos.
Cuand ya iban de camino, preguntó Pedro:
- ¿A poco va a ser la única, patrón?
- Claro que no, Pedro, si nomás lo dije para tranquilizarla. Acuérdame de ir a ver a la Chabela alrato.
- Ah qué patrón éste...

Casa de Luis Manuel García

- ¿A poco va a ir, licenciado?
- Claro, sólo para conocer el ganado que voy a adquirir, Nemesio.
- ¿Y si van sus primos?
- No lo creo. José Luis no tiene con qué comprar y Luis Antonio está buscando otra clase de "ganado", tú entiendes. El hecho de ser licenciado no quita que me guste atender bien mi rancho. Aunque no sea éste el mío.
- Sigue usted con la idea de quitarle el rancho a su primo José Luis...
- Sí, Nemesio. No he de parar hasta comprar la hipoteca del rancho de José Luis. Así me he de quedar con el rancho que mi tío le quitó a mi papá.
- Pero si usted ya tiene el suyo.
- Ése era del papá de Luis Antonio y mi tío lo perdió en el juego. Pero a mí no me gusta esa clase de tratos.
- ¿Y su abuelita?
- Mi abuela...mi abuela es cosa mía. Sólo un García puede entender las llamadas de atención de otro García. Y mi abuela...mi abuela- dijo al final, jalando ligeramente el cuello de la camisa- espero que entienda.

Casa de la Sra. Luisa García, viuda de García. Calle de las Angustias.
- ¿Qué yo tenga que entender? ¡Con un demonio! ¿Qué es lo que quieren que entienda? ¿Qué se agarraron a golpes en plena exposición ganadera porque ustedes no se pueden ver ni en pintura?
- Comprenda, abuela- dijo Luis Manuel.- Éstos dos siempre consiguen sacarme de mis casillas.
- Tus casillas...eres igual de peleonero. No eres mejor que ellos.
Los otros dos sonreían ligeramente.
- ¡Pero tampoco peor!- gritó la abuela dándoles un bastonazo a cada uno.- Vaya vergüenza que estoy pasando con las autoridades municipales por causa de ustedes. Chacales...vergüenza les debería de dar ponerse en evidencia delante de todo el pueblo. Tú- dijo refiriéndose a Luis Antonio- empinar el codo y andar con viejas es lo que mejor te sale. Y tú poeta de cuarta- dijo a Luis Manuel- presumes tus frases y tu dinero por todo el pueblo. Y tú- dijo a José Luis- orgulloso...crees que todos te tienen en la mira y pretenden hacerte daño. ¿Cuándo será el día que alguna muchacha digna y buena sea capaz de ablandar el corazón de estas tres hienas?
- No nos diga así, abuela- dijo José Luis.- Yo con un poco de suerte, pueda tener ya a mi lado a una muchacha a la que quieras como otra hija.
- A esas voy- dijo la abuela.- De eso precisamente quería hablarles antes de que me viniera con el cuento de sus escándalos y fanfarronadas. Hace muchos años, una prima de mi difunto esposo, tenía una hija a la que quisimos mucho. No pudimos casarla con ninguno de los papás de ustedes porque ellos ya habían elegido novia. Pero la queríamos tanto que hicimos una promesa de honor de que si ella tenía una hija se casaría con uno de mis nietos.
- En la torre- dijo Luis Antonio.
- No seas lépero, Luis Antonio.- dijo la abuela.- La muchacha es casi de su edad y va a venir a conocer la hacienda pronto, así que tienen que recibirla bien, porque seguramente uno de ustedes se casará con ella.
- Pero, abuela...-dijo José Luis.
- Pero abuela, nada- repuso doña Luisa.- Uno de ustedes se casará con Rosita. Ahora me voy: ah, pero no se les olvide lo que les he dicho.
Los tres se quedaron mudos unos segundos. Luego, José Luis rompió el silencio.

- Pues ese no seré yo. Yo ya me voy a comprometer con Flor.
- Eso quisieras- dijo Luis Antonio.
- ¿Qué, no te cuadra?- insistió José Luis.
- Lo que éste no te ha dicho es que ya te quitó a Flor.
- Imbécil...-añadió José Luis a Luis Antonio.
- Tú lo serás- respondió Luis Antonio.
Pero Luis Antonio era más práctico.
- Quizás deba ser yo el que le dé gusto a la abuela. Si me caso con la prima Rosa voy a asegurar lo del cambio de racho y el patrimonio de los García quedará en muy buenas manos...-añadió, marchándose.
Sin embargo, un golpe en seco de José Luis, por accidente, lo obligó a enfrascarse en otro zafarrancho.

Un amor para tres GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora