Capítulo 5

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Marizza.

—Papi, ya me voy — oigo la voz de Pilar.

Me apuro en correr a la escalera.

— Bueno hija, cuidate, ¿si?

Bajo a grandes zancadas los escalones y casi tropiezo en el intento. Pilar asiente mirando a mi viejo.

Al llegar a su lado, respiro hondo.

— Chau pa — digo con la respiración agitada.

Él me mira con una sonrisa.

— Chau querida, cuidate vos también.

Asiento musitando un si por lo bajo. Siempre nos dice lo mismo, pero amo que sea sobreprotector y nos cuide de esa manera. Sin mamá en la casa sólo nos queda él, y disfruto cada segundo que paso a su lado, aunque sea comiendome un regaño. Mi papá es el mejor.

Hace años sólo contaba con él, ya que mamá había fallecido a causa de un gran incendio en el edificio de su trabajo. Fue hace casi cinco años, sufrimos mucho por nuestra querida mamá, fue un dolor devastador para toda la familia. Lloré por noches enteras su muerte y hablé entre sollozos al cielo intentado que ella me escuche.

Mamá siempre decía que el cielo existía, que era un lugar donde iban las almas buenas al morir.

Eso aún no lo sé, pero me gusta creer que si existe, que mi mamá se encuentra ahí, feliz y hermosa como la recuerdo.

El dolor de perder a un padre o una madre no se supera, yo todavía no lo supero, sólo aprendí a vivir con ello. Me sentía vacía, sola, triste, patética, pero un día todo cambió: me levanté de mi cama, limpié mis lágrimas y le dije adiós a mamá, prometiendo que siempre la recordaría y la amaría hasta el día que nos reencontremos. Me gusta pensar que ella me escuchó, que gracias a ella estoy bien ahora.

La recuerdo con una sonrisa, sin ponerme triste ni sentir esa angustia en el pecho.

— Cuidense, mis mellis — vuelve a pedirnos mi viejo, dándonos un beso en la frente a cada una.

Amo la sensación cálida que dejan sus apenas arrugados labios sobre mi piel. Me siento feliz y en mi lugar.

Amo a mi papá.

Pilar asiente y yo la copio, para luego salir por la puerta con una sonrisa en nuestros labios. Al cerrar la puerta, caminamos hasta la vereda, pero freno a Pilar antes de que sigamos avanzando.

— Voy a buscar a Pablo para que me dé mi ropa — digo.

— Dale — responde ella y sigue su camino hasta cruzarse con Tomás a un lado de nuestra casa.

Observo la sonrisa de enamorada que lleva mi hermana cada vez que ve a su novio. Me encanta verla tan feliz, parece que Tomás le hace bien, y eso me gusta.

Cruzo la vereda hasta llegar a la casa de Pablo y golpear la puerta.

Pablo.

Terminé de cambiarme y fui al espejo de la sala, donde observo mi ropa, mi cara y mi pelo. Sonrío satisfecho.

Cuanta facha, Pablito.

Unos golpes en la puerta me obligan a dejar de mirarme. Suspiro revolviendo mi pelo y voy hacia la puerta, llevando conmigo una pequeña mochila con ropa que dejó Marizza en mi casa hoy en la tarde. Abro la puerta y sonrío al ver a mi amiga pelirroja detrás de ella.

Su pelo está lacio y corto como siempre, su vestimenta es normal, unos jeans y una remera, su maquillaje es natural y le queda perfecto. El color rojo que apenas lleva muy bien difuminado en los labios, le queda hermoso, y la sombra de ojos junto a el rimel resalta el color de sus ojitos. Sus mejillas tienen algo de rubor, por lo que son más coloraditas de lo común.

Amor de verdad; versión Pablizza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora