15-¿Jugar o trabajar?

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Coral

 

Quedamos en reunirnos el jueves por la tarde en la casa de los mellizos para empezar con el proyecto. Me pareció una buena idea, y entretenida además. Ya eran las cuatro de la tarde, y habíamos quedado para las cuatro y media. Escuchaba las risas de Mica, Mandy y mi hermana en la habitación continua, habían venido a casa a almorzar. Se notaba que la estaban pasando bien, mientras yo solo miraba el techo tirada en mi cama.

Decidí buscar mi cuaderno para ver si podía escribir algo. Me senté en el escritorio, lo abrí y tomé mi lápiz blanco con corazón rojos, el de los momentos nulos. Lo usaba siempre que necesitaba escribir pero no sabía qué. Me lo había regalado Patrick, cuando gané mi primer concurso provincial de matemáticas. Extrañaba a mis amigos, los extrañaba demasiado.

Después de varios minutos de tamborear el lápiz y morder la pequeña goma comencé a escribir. Escribí sobre una princesa, de cabello oscuro y mirada perdida, que había batallado en una guerra por conservar su reino a salvo. Había perdido todo aquello que conocía, y lo único que le quedaba, había huido sin dar aviso.

Cuando me quise dar cuenta ya eran las 4:45, tarde. Finalicé la oración que estaba escribiendo y guardé el cuaderno. Busqué los zapatos y me los puse, me miré al espejo. Llevaba un jean y una musculosa negra. Me la saqué y me puse una remera de naranja con unas zapatillas en el centro, era de hombre pero no me importaba. Extrañaba sentirme suelta, comodidad que me impedía la ropa que había empezado a usar. Até mi pelo en una cola de caballo, tomé un cuaderno y salí de mi habitación. Pase por la de Ceci y estaban haciendo un estúpido test de alguna revista, nunca creí en esas cosas.

—Chicas, estamos tarde. — dije asomando la cabeza.

—Gracias Caracol, ya bajamos.

—Las espero.

Ese pequeño Caracol me subió un poco el ánimo, no me llamaba así desde hacía tiempo. Bajé y tomé un paquete de galletas de  la alacena.

—¿A dónde te llevas eso?— preguntó mi mamá apareciendo de repente.

—Te encanta asustarme mujer. — me miró con reproche.— Vamos a hacer tarea a lo de los mellizos, me pareció bien llevar algo de comida.

—No vuelvan tarde, la cena estará lista a las ocho.

—Sí mamá.

Fui al living y las chicas estaban terminando de bajar la escalera. Cecilia abrió la puerta y todas salimos, agradeciendo. Cruzamos la calle y tocamos la puerta. Nos abrió Manuel, vestido en pantalón de pijama azul y gris a cuadros y una remera gris. Aparentemente se acababa de despertar.

—Pasen.

—Hola, dormilon. — dije al pasar por su lado.

—Marcos debe estar en el living, yo ya vuelvo. — dijo comenzando a subir las escaleras.

—Paso a la cocina a dejar esto. — avisé levantando las galletas en el aire.

Me dirigí a la cocina y allí estaba Helen.

—Hola Helen, permiso.

—Hola linda, pasa.

Me acerqué y le di un beso en la mejilla. Estaba vestida con un pantalón azul, una camisa blanca y un bléiser del mismo color que el pantalón. También llevaba un pañuelo rojo atado al cuello.

—Traje esto, ¿Dónde lo puedo dejar?—pregunté mostrando las galletitas.

—No era necesario, déjalo en la mesada. Manuel no me dijo que ibas a venir.

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