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Rebeca abre más los ojos perpleja. Creo que me he pasado.

—No pretendía...

—Lo sé— la corto. Miro para otro lado y me alejo un poco de ella. Doy unos pasos hacia atrás hasta tocar con la isleta de la cocina.

Al ver que no sigue con la conversación, me doy media vuelta y camino hasta la habitación que han habilitado para mí. Supongo que será la del bebé que viene en camino. Le encantará dormir en la misma cama que durmió su tío Damon.

Escucho como suena mi teléfono móvil. Voy hacia la mesilla de noche al lado de la cama y lo cojo.

—¿Hola? — silencio — ¿Quién es? — pregunto directamente. La otra línea parece desierta.

—Hola Damon— reconocería esa voz en cualquier parte. — Me ha dicho Blair que estás por aquí y me parecía raro que no me vinieras a ver...

—Lo siento Mariana, no he tenido tiempo— sonrío inconscientemente.

—Entiendo— su voz suena apenada.

—¿Dónde nos vemos? — ella ríe.

—Qué rapidez tienes para hacer planes

—¿Estará el señor Larwen?

—Si, también quiere saludar. Por cierto, pásate por casa cuando quieras

—Ahí estaré

Cuelga. Volveré a ver a mi madre adoptiva después de tanto tiempo sin hacerlo. Siempre he puesto excusa de una u otra forma, pero la verdad es que esta vez quiero verlos. A los dos.
Es que no puedo mirarla a la cara por lo que hizo con aquel pobre chaval y con Rebeca.

Sé que ella nunca ha hablado del tema porque todavía la tiene afectada, pero yo me enteré por Jane. Blair no diría algo así si lo tiene involucrado de una u otra forma. Supongo que pensaría que yo esperaba mucho de él y tendría miedo.

La verdad nunca he hablado con él del tema. Y menos con Mariana y el señor Larwen. Pero ya es hora de enfrentarla, sobre todo a ella.

Le pago al taxista y me bajo justo enfrente. La gran fachada blanca como la nieve me deslumbra. La puerta es del mismo material que la última vez que la vi, pero más nueva.

Las escaleras de mármol relucen al sol igual que las pierdas de granito, las cuales van haciendo un camino desde la valla hasta la escalera.

Toco el timbre y veo como la cámara se mueve hasta apuntarme la cara. Una lucecita se torna verde y la valla se abre. Esto no estaba la última vez.

Camino inseguro hacia la entrada observando el inmenso jardín en el que me encuentro. Esto también lo han ampliado mucho.

Llego hasta la puerta y toco el timbre. Un hombre mayor de unos sesenta años me abre la puerta con una sonrisa.

—Hola, vengo a ver a...

—Pase pase, lo están esperando en la sala principal— se hace a un lado para que pueda entrar sin perder la sonrisa.

—Gracias— susurro y entro nervioso.

El recibidor sigue siendo enorme pero han puesto una alfombra de pelo de oso polar. Igual de blanca y pulcra que la fachada de la mansión.
Camino hacia la sala principal temeroso de lo que pueda ocurrir. No quiero que este reencuentro acabe con gritos y lágrimas, quiero que sea acogedor y me sienta como en casa otra vez.

A medida que me voy acercando veo las fotografías de la familia. Jane esta con uniforme de animadora y Blair está con uniforme del equipo de football del instituto Smithsoniano levantando un trofeo sonriente.

Más adelante me sorprendo al verme yo en una foto. Estamos Blair y yo abrazando a Mariana, la cual está tirada en la alfombra de terciopelo del salón. Todos sonreímos. Blair y yo éramos muy niños.
Me invade la nostalgia por un momento pero respiro hondo para alejarla.
Al fin estoy en la sala principal. Cojo aire y abro la puerta.

El señor Larwen deja de leer un periódico y Mariana se da la vuelta. Ambos me mira sorprendidos y sonríen.

—Damon— Mariana viene y me abraza con fuerza. Su perfume es el mismo pero su rostro ha cambiado. La abrazo también.

—¿Cómo habéis estado? — pregunto dándole otro abrazo al señor Larwen.

—Nosotros bien como siempre— Mariana no deja de sonreír. Por lo que veo le brillan los ojos. —¿Tu que tal tantos años por Los Ángeles? ¿Como has estado? ¿Como estás?

—Estás hecho ya un hombre Damon— el señor Larwen sonríe orgulloso y me mira a los ojos.
Les sonrío a ambos y me invitan a sentarme.

Contesto a todas sus preguntas y dudas amablemente y me siento satisfecho por haber tomado la decisión de venir.

—¿Por qué no nos viniste a visitar durante tanto tiempo? — Mariana rompe el silencio otra vez.
La miro a los ojos y trato de pensar algo rápido.

—He estado muy ocupado estudiando y trabajando, ya sabéis como funciona esto.

Ambos asienten apenados.

—Podrías habernos pedido dinero si necesitabas. Sabes que todo lo nuestro es tuyo— el señor Larwen me sonríe amablemente.

—Lo sé muchas gracias pero no quería ser una carga...

—¡No digas eso! ¡No eres una carga!— me corta Mariana — Eres mi hijo y tienes el mismo derecho que tienen Jane y Blair, lo sabes.

Hago una mueca inconscientemente.

—Entiendo...

—¿Es que no querías nuestro dinero? — la castaña me mira apenada tratando de buscar una respuesta ante su propia pregunta . El señor Larwen la mira de una forma que no soy capaz de descifrar.

—No es eso de verdad— trato de calmarme— es que no quería haceros gastar más dinero en mi a parte de todo lo que habéis gastado por Blair y Jane— la miro directamente para ver si entiende la indirecta que le acabo de lanzar.
Ella abre los ojos como platos al darse cuenta y mira hacia otro lado.
Damon, te has ido de la lengua.

—Sabes que eso lo hicimos por Blair— ella me mira decepcionada y triste.

—A mi no me metas en tus líos Mariana, te dije que no quería saber nada sobre el tema— el señor Larwen se recuesta en el sofá agotado.

—Pero si...

—Sabes que no estaba de acuerdo con hacer eso— la corta— Blair tenía que aprender a arreglar sus cosas solito, no siempre íbamos a estar allí haciéndole la vida más fácil. Y yo te lo dije en su momento pero no quisiste escucharme, como de costumbre.— resopla.

El ambiente se vuelve tenso y veo la mirada de Mariana hacia su marido. Si las miradas mataran, os aseguró que el señor Larwen ya estaría bajo tierra.

—No podía salir solo de allí y lo sabes. Era tan sólo un niño— se masajea la sien y cierra los ojos.

—Creo que debería irme...

—No— Mariana me agarra del brazo y me obliga a volver a sentarme en el sofá de terciopelo. —Tu te quedas

—Deja que se marche— el señor Larwen sale en mi defensa

—No, el tiene que escuchar mis razones ¿O te da miedo que descubra los trapos sucios de nuestra familia? O mejor dicho, los tuyos— su marido se queda perplejo y su cara se torna seria.

—Ya hablamos de eso Mariana, creí que lo habíamos superado

—¿De qué estáis hablando? — mi confusión es evidente con solo ver mi rostro.
Mariana desprende tristeza y la sonrisa del principio ha desaparecido completamente.
No entiendo lo que ocurre hasta que al final se decide a hablar

—Él me engañó con la señora Philm

𝓟𝓻𝓸𝓶𝓮𝓽𝓸 𝓬𝓾𝓲𝓭𝓪𝓻𝓽𝓮 𝓼𝓲𝓮𝓶𝓹𝓻𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora