Los Siete Espejos del Mal

0. Prólogo

Era una noche gélida y solitaria. La luna era cubierta por una gran cantidad de nubes grises, esto hacía que el ambiente se tornara más sombrío y tenebroso. Un fuerte trueno anunció la llegada de la tormenta, cosa que preocupó bastante a Frank, ya que sabía que la tienda de campaña no resistiría las ráfagas de viento ni el agua. Los jóvenes exploradores observaban la fuerte incandescencia de la fogata mientras intentaban comprender lo que aquella misteriosa mujer les había dicho. El bosque que rodeaba el Castillo de la familia Marshall se veía un lugar poco placentero para explorar, puesto que todo en su interior era oscuro y aterrador.

Una fuerte ráfaga de viento provocó que la tienda de campaña se desarmara y que el cabello de los chicos se despeinara por completo. La sensación de sentirse observado aumentaba cada vez más. Todo el entorno era opaco y siniestro. No había absolutamente nadie en los alrededores, sin embargo, algo dentro del bosque les transmitía una vibra negativa y espeluznante.

—Por favor, vámonos de aquí —suplicó Ricardo.

—No se alarmen, chicos, no hay motivo para irnos —dijo Frank, apartando la mirada.

—Tengo mucho miedo, Frank. No quiero que nos pase nada malo.

—Ricardo, en cierto punto tienes razón, pero, ¿a dónde iremos? Es demasiado peligroso; además, yo ni loca cruzaría ese bosque a estas horas —comentó Rita, sintiendo un profundo escalofrío.

Steven sintió que una gota de agua cayó sobre su perfilado rostro, la tormenta estaba a punto de iniciar.

—Chicos, esto es malo —dijo, subiendo la mirada hacia el cielo.

Cientos de gotas grandes, oscuras y redondas comenzaron a caer. Inmediatamente, Frank tomó las cosas que se encontraban dentro de la tienda de campaña y las colocó en la entrada del castillo. Por suerte, el rastrillo del alcázar había sido derribado y, gracias a ello, ingresar al lugar no sería para nada complicado.

—Steven, por favor, ayúdame a trasladar la tienda de campaña a la entrada del castillo —expresó Frank, agitado.

—Voy enseguida —respondió Steven.

Mientras Frank y Steven trasladaban la tienda de campaña, Rita, Sara y Ricardo se encargaban de apagar la fogata y de encender las linternas. La tormenta había comenzado. Dos rayos iluminaron el bosque por completo y el viento barrió las hojas del suelo; el escenario se veía aterrador. Por suerte, los cinco exploradores estaban a salvo, no obstante, les aterraba estar dentro de aquel terrorífico castillo.

Luego de acomodar las maletas, Sara colocó las linternas sobre una mochila y procedió a servir la cena. La chica sacó unos pastelillos de crema con cerezas, un poco de café y unas cuantas piezas de pan. El fresco aroma del petricor comenzó a percibirse, los rayos iluminaban todo el paisaje y permitían observar lo que había más allá de la tienda de campaña.

—Al menos tenemos comida, ¿no? —dijo Steven con una leve sonrisa.

—Si me lo preguntan, no está mal. —Un trueno retumbó a lo lejos, provocando que Sara brincara del susto—. ¡Diablos! Ese trueno casi me mata de un infarto.

—Son solo rayos, no hay por qué temer —comentó Frank.

—¿Disculpa, Frank? Yo también les tengo miedo. ¿Hay algún problema? —gruñó Rita.

—Lo siento, Rita, no fue mi intención ofender a nadie.

—No te preocupes, Frank, de hecho, me disculpo por responderte de esa manera tan arrogante. —Ambos sonrieron.

Después de un largo silencio, Steven decidió realizar una interesante pregunta.

—Chicos, ¿qué les pareció la historia de este castillo?

—En mi opinión, un tanto perturbadora —respondió Sara, temblorosa.

—¿Por qué?

—Bueno, eso de los espejos sí me perturbó.

—¿Cuáles espejos? —preguntó Ricardo, desorientado.

—No puedo creerlo. —Frank puso los ojos en blanco—. Se nota que no prestaste atención.

—Lo siento —rio el chico, como pidiendo disculpas—. Aún sigo con la duda.

—¿Recuerdas la historia que nos contó la mujer del castillo?

—La verdad, no. —Ricardo soltó una risilla.

—Te pondré en contexto. —Frank se limpió la boca y suspiró—. La mujer que conocimos hace unas horas nos explicó que este castillo le perteneció a una de las familias más poderosas de Canadá durante más de un siglo. Al parecer, una persona muy cercana al rey invocó a un espectro maligno de otra dimensión para que destruyera por completo a la familia real. Además, la persona que hizo esto, le dio permiso al espectro para que se quedara con las tierras y que asesinara a quien quisiera. La mujer explicó que dentro de este castillo se encuentran los espejos que se utilizaron para invocar a aquel ser; sin embargo, mencionó que cualquiera que los toque, morirá.

—Gracias por explicarme, Frank.

—Si me lo preguntan, tengo mucho miedo de estar aquí. No quiero ser la comida de un ser de otra dimensión —expresó Sara, abrazando sus rodillas.

—Sea lo que sea este espectro, lo único que sabemos es que debemos temerle.

De repente, se escuchó a alguien emanar una risa siniestra y llena de maldad. Por su tono, se podía deducir que aquel sujeto tenía una mentalidad enferma y despiadada. Acaso, ¿era aquella mujer? O, ¿en realidad era cierto que dentro del castillo habitaba una presencia demoniaca que buscaba que todo el mundo perdiera la cordura? Sin duda, una interrogante que, por el momento, no ha sido respondida. Pero, si no era así, ¿quién fue el que asesinó a todas esas personas que fueron encontradas en el bosque? ¿Qué fue lo que capturó el fotógrafo Michael Castañeda? Y, la pregunta más inquietante de todas: ¿cómo los cinco exploradores lograron sobrevivir en aquellos terrenos malditos?

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