Frank ordenaba su casa con suma tranquilidad: necesitaba que todo estuviera perfecto, ya que quería que los invitados se sintieran cómodos en su hogar. Al concluir con la limpieza, sacó un pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y se secó el sudor de la frente. Se sentía agotado. Tomó su celular y llamó a cada uno de sus amigos para recordarles sobre la reunión que habían planeado días atrás, además recalcó que le gustaría que todos se quedaran a dormir; en otras palabras, quería realizar una especie de «pijamada para adultos».
—Mi casa está más que reluciente, no debo preocuparme por nada —dijo Frank en voz baja.
Sacó una botella de jugo de naranja y se sentó un rato en el jardín a tomar el sol. Quería descansar un par de horas, porque necesitaba fuerzas para la reunión de la noche.
Horas después
Había llegado la hora, Frank estaba muy feliz, debido a que por fin había logrado formar un grupo de exploradores; uno de sus más grandes sueños se había vuelto realidad. El timbre de la casa sonó, rápidamente, Frank abrió la puerta.
—Buenas noches, Ricardo. Bienvenido —dijo, acompañado de una sonrisa.
—Hola, Frank, muchas gracias. —El hombre ingresó a la casa—. ¿No ha llegado nadie más?
—No, por el momento no hay nadie a excepción de ti. —Frank soltó una risilla.
Ricardo tomó asiento en uno de los sofás de la sala. Su chaqueta de cuello de tortuga le provocaba mucho calor, así que decidió quitársela. Minutos después, el timbre de la casa se escuchó de nuevo, en esa ocasión se trataba de Rita y Sara.
—Bienvenidas, señoritas —dijo Frank de forma elegante.
—Gracias, Frank —expresó Rita con gratitud—. Ella es Sara, una amiga que también es exploradora, ¿la recuerdas? Ella asistió con nosotros al viaje a Francia.
Frank la observó durante unos segundos, trataba de buscar algún rasgo familiar.
—¡Ya te recuerdo! —exclamó él—. Es un gusto volver a verte.
—Gracias, de hecho, yo tampoco me acordaba de ti —bromeó Sara.
Ambas ingresaron a la vivienda y se sentaron junto a Ricardo en el sofá. Frank observaba por la ventana con impaciencia, sus amigos no comprendían el porqué.
—¿Qué ocurre, Frank? —preguntó Rita, desconcertada—. ¿Hace falta alguien?
—Así es, Steven es el único que falta —respondió el chico mientras observaba por la ventana.
—Oh, no te preocupes, de seguro ya viene de camino —comentó Sara.
—Tienes razón, no hay por qué preocuparse. —Frank cerró la cortina y se sentó junto a sus amigos.
El timbre sonó de nuevo. Frank ya se sentía un poco estresado de estar abriendo y cerrando la puerta, pero por suerte, el último explorador había llegado.
—Buenas noches, Steven, ¿por qué tardaste tanto? —El hombre se cruzó de brazos.
—Lo siento, el tráfico estaba brutal —contestó Steven con el rostro sonrojado.
—No te preocupes, pasa adelante. —El varón ingresó a la casa y observó vagamente su alrededor. La casa de su amigo le parecía acogedora.
Frank suspiró y regresó al sofá. Ver a todos aquellos exploradores le generaba mucha felicidad.
—Bien, chicos, los convoqué a todos para planear nuestro viaje a Canadá —dijo, entusiasmado—. Ya ha pasado mucho tiempo y no hemos explorado nuevos lugares, creo que ya es hora de descubrir diferentes paisajes, ¿no lo creen?
—Tienes razón —concordó Sara—. Mi último viaje ha sido este, si no me equivoco.
—Ya quiero salir de este país, a veces me incomoda —expresó Steven, entre risas.
—Yo propongo que nos marchemos el cinco de octubre, ¿qué les parece?
—Es una buena idea.
—¿Están todos de acuerdo?
—¡Sí! —respondieron todos en coro.
—De acuerdo, la fecha de partida será el cinco de octubre. Por favor, necesito que sean puntuales.
—Todo está listo, amigo.
—¡Perfecto!
Frank decidió servir la cena, ya que el reloj marcaba las siete y cincuenta de la noche, y no quería que sus amigos cenaran muy tarde. El chico sacó una botella de champagne y quitó el corcho de forma apresurada, acto seguido, la sirvió en seis tulipas de cristal.
—¡Un brindis por el viaje! —dijo Frank.
—¡Por el viaje! —gritaron sus amigos, entrechocando sus tulipas.
Después de la cena, Sara inició una nueva conversación.
—¿Creen qué ese castillo esté maldito?
—No lo creo, Sara, muchas noticias confirmaron que todo es falso —contestó Frank con voz relajada—. Si gustas, podemos leer la noticia que encontramos, para que así estés más tranquila, ¿te parece?
—De acuerdo.
El hombre tomó su celular y procedió a leer el artículo. Tras concluir, los exploradores sintieron algo de tranquilidad, sin embargo, el sentimiento de inseguridad aún permanecía dentro de sus cuerpos.
—La verdad, los documentales me dan mucho miedo —comentó Sara, asustada.
—No te preocupes, nada va a ocurrir.
Los exploradores dieron inicio a su gran pijamada para adultos: vieron una película de terror, jugaron juegos de mesa y conversaron durante un gran rato. Al concluir, se dirigieron a sus respectivos dormitorios para descansar. A la mañana siguiente, todos se marcharon para buscar materiales necesarios para la exploración, tales como ropa, comida, linternas, tienda de campaña, etc.
Frank se sentía entusiasmado: un nuevo viaje se aproximaba. Quería salir de Italia por un tiempo, porque observar los mismos escenarios todos los días se estaba transformando en algo aburrido y tedioso. El chico extrañaba viajar y visitar nuevos sitios escalofriantes y, por suerte, el Castillo de Canadá era el indicado para ello.
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Los Siete Espejos del Mal
HorrorEn el remoto pueblo de Arabina, al norte de Ottawa, se encuentra el Castillo de Canadá, famoso por sus espeluznantes leyendas. A pesar de estar deshabitado, se dice que algo maligno acecha sus ruinas, donde numerosas personas han sido encontradas mu...