25 de septiembre de 2015
Arabina, Canadá
El cielo tenía un tono color violeta, una luz rojiza emergía detrás de una gigantesca montaña. Con el transcurso del tiempo, la iluminación comenzaba a cambiar drásticamente su color, representando así que el amanecer había llegado. Los habitantes del pueblo de Arabina solían levantarse muy temprano, ya que, al vivir en un ambiente rural, tenían bastantes responsabilidades. Algunas de ellas eran: ordeñar al ganado, alimentar a los animales, producir queso, cosechar los cultivos, entre otras actividades. Mientras que los más jóvenes asistían a la primaria o secundaria; al ser un sitio no tan poblado, la educación era mucho más accesible.
En una pequeña casa de madera, vivía una joven llamada Yesenia Brown, una chica de dieciséis años de edad, con una hermosa melena rubia y unos deslumbrantes ojos color verde claro. Como todos los días, tenía que levantarse a las cinco y media de la mañana a ducharse y preparar todo lo necesario para su día de clases. Cuando terminó de vestirse, bajó de inmediato a desayunar. Sus padres, Liam y Charlotte Brown, ya se encontraban sentados en sus respectivos asientos.
—Buenos días, hija —dijo el señor Liam mientras bebía una taza de café.
—Buenos días, papá —respondió Yesenia con voz agitada.
Su madre procedió a servirle el desayuno.
—Hola, mamá, ¿cómo te encuentras el día de hoy? —preguntó la chica mientras devoraba su pieza de pan.
—Estoy bien, mi princesa, ¿y tú?
—Un poco agitada. —La joven bebió un sorbo de café y mordió otro trozo de pan.
Yesenia observó que los asientos de sus hermanos estaban vacíos, eso la desconcertó un poco.
—Mamá, ¿dónde están los niños?
—No han terminado de alistar sus mochilas. Como siempre, dejan todo para último momento.
—Te entiendo. Al ver que no estaban en la mesa, me sentí algo asustada... —agregó Yesenia, dando un leve suspiro.
—¿Por qué, cariño? —inquirió el padre, ladeando la cabeza.
—Bueno, muchos habitantes del pueblo han desaparecido y... no lo sé, temía que a mis hermanos les hubiese ocurrido algo malo.
—Tranquila, nosotros los despertamos esta mañana, no hay nada fuera de lo normal. Deberías dejar de pensar tanto en esas desapariciones, no queremos que descuides el estudio —comentó Charlotte.
—Aprovechando que estamos conversando sobre ese tema, ¿ustedes se percataron de los ruidos de anoche?
—¿Te refieres a los gritos que se escucharon cerca del castillo?
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Los Siete Espejos del Mal
HorrorEn el remoto pueblo de Arabina, al norte de Ottawa, se encuentra el Castillo de Canadá, famoso por sus espeluznantes leyendas. A pesar de estar deshabitado, se dice que algo maligno acecha sus ruinas, donde numerosas personas han sido encontradas mu...