Ya había caído la noche, los grillos cantaban con alegría y las luciérnagas brillaban con todo su esplendor. Los exploradores se encontraban descansando en sus respectivas habitaciones. Frank leía el libro que habían encontrado días atrás, Rita estaba dormida, Ricardo escribía un resumen sobre el viaje, Steven descansaba y Sara miraba la televisión.
En ese momento, algo despertó a Rita súbitamente. Asustada, se levantó de la cama y notó que alguien estaba golpeando la puerta de la habitación con extrema violencia. Aquel suceso le pareció extraño, ya que ninguno de sus amigos la molestaría de tal manera. Invadida por la curiosidad, se dirigió a la puerta y la abrió con completa normalidad. Miró a su alrededor para verificar quién había sido el causante de los golpes, sin embargo, en los pasillos no había ni una sola persona. Un fuerte escalofrío recorrió todo su cuerpo, su boca temblaba y su corazón palpitaba a un ritmo acelerado.
—Cálmate —susurró, colocándose la mano derecha en el pecho—. Estás un poco paranoica, de seguro estabas soñando.
Rita suspiró e ingresó de nuevo a la habitación. Al cerrar la puerta, una voz escalofriante emergió de la oscuridad.
—Hola... —musitó aquella voz.
—¿Quién es? —preguntó la mujer, temblorosa.
—Qué mal, veo que sí lograron salir de la prisión.
—Muéstrate, fenómeno.
—Ja, ja, ja, ¿acaso no puedes verme?
—No sé dónde estás. No logro ver nada.
—Estoy más cerca de lo que crees...
—Sí es así, quiero que te manifiestes ahora mismo.
—Aquí estoy, pequeña. —Aquel ser emitió una risa grotesca.
Rita giró en redondo y observó fijamente a aquella horrorosa criatura. Su rostro era cadavérico y pálido, sus ojos eran de color rojo bermellón, tenía unos afilados colmillos los cuales poseían un color verdusco y su boca despedía un olor desagradable.
—¡Aaah! —gritó Rita a todo pulmón, dando unos cuantos pasos hacia atrás.
—¿Te asusté? ¡Ja, ja, ja! —bromeó aquel repugnante monstruo.
Rita se lanzó a la cama y cubrió su rostro con las sábanas. Su cuerpo temblaba de forma incontrolable y sintió como su corazón palpitaba con frenesí. Al mirar hacia el exterior, notó que el causante de los golpes había sido nada más y nada menos que el abominable Gastra.
—¡Sorpresa! —rio, descontrolado.
—No te hagas el gracioso, Gastra —dijo Rita.
—Uy, la niña ya se enojó. —El espectro se acercó a la cama—. Me gusta hacer el papel de tonto a veces.
—¡Basta! ¡Largo de aquí!
—¿Crees que te voy a hacer caso, niñita?
—Largo, criatura infernal.
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Los Siete Espejos del Mal
TerrorEn el remoto pueblo de Arabina, al norte de Ottawa, se encuentra el Castillo de Canadá, famoso por sus espeluznantes leyendas. A pesar de estar deshabitado, se dice que algo maligno acecha sus ruinas, donde numerosas personas han sido encontradas mu...