11. Otros exploradores

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Al abrir el día, las aves comenzaron a cantar con alegría, las plantas estaban frescas y cubiertas de rocío, y los incandescentes rayos del sol se colaban por las ruinas del Castillo de Canadá

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Al abrir el día, las aves comenzaron a cantar con alegría, las plantas estaban frescas y cubiertas de rocío, y los incandescentes rayos del sol se colaban por las ruinas del Castillo de Canadá.

Sara abrió sus ojos con mucha dificultad, se sentía bastante cansada: la noche anterior la había perturbado de una manera indescriptible. Durante unos cuantos minutos, se quedó en completo silencio, lo único que hacía era observar el techo de la tienda de campaña mientras indagaba en los pensamientos más vagos de su cabeza. En ese momento, escuchó que un vehículo se aparcó en las afueras del castillo.

—¿Quién será? —susurró, desconcertada.

Sara se levantó, deslizó la cremallera de la entrada de la tienda de campaña y salió con el corazón palpitante.

—¡Por fin llegamos, amigos! —dijo una voz masculina a lo lejos.

La chica asomó la cabeza de forma cautelosa cautela y observó quiénes eran los que habían llegado al castillo.

—Mm, al parecer son otros exploradores —musitó.

—¡Cielos! Este lugar es impresionante —comentó otra voz masculina, solo que con un tono de voz más agudo.

—Debo decirle esto a mis amigos. —Sara corrió hacia la tienda de campaña, tratando de pasar desapercibida.

Al llegar, sacudió a Frank, desesperada. El chico se despertó de golpe.

—¿Qué ocurre, Sara? —preguntó Frank, cubriéndose el rostro con una de sus manos.

—Afuera hay otros exploradores —contestó, acelerada.

Al escuchar esas palabras, Frank abrió los ojos como platos y salió de la tienda de campaña en un milisegundo.

—¿Otros exploradores? Debí imaginármelo: claramente no somos los únicos que estamos interesados en este lugar —dijo, observando el panorama.

Mientras admiraban el cálido sol de la mañana, ambos conversaron sobre lo que ocurrió la noche anterior: aquella criatura y la tenebrosa historia del palacio.

—No dejo de pensar en lo que sucedió anoche... —expresó Sara, sintiendo un profundo escalofrío.

—Yo tampoco. —Frank volteó el rostro hacia ella, acompañado de un gesto de extrema preocupación—. Corremos mucho peligro en este lugar y creo que esos exploradores también.

En ese instante, Rita salió de la tienda de campaña.

—Buenos días, amigos —susurró, bostezando de manera educada.

—Buenos días, Rita, ¿cómo te sientes? —Frank le dedicó una sonrisa.

—Me siento un poco cansada, no pude dormir bien...

—Creo que ninguno de nosotros pudo descansar. ¿Me equivoco?

Los tres soltaron una risilla.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ricardo con voz perezosa.

Los Siete Espejos del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora