vodka

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Taehyun conoció a un pelinegro en la fiesta. Era joven, como seis años menor que él. Su cintura inquieta lo invitaba constantemente a acercar las manos.
Estaba borracho, y gritaba como si celebrara su propia fiesta. Taehyun debía aprovechar su oportunidad.

Una mujer y su hijo pequeño llegaron a la ciudad, huyendo de un hombre que los maltrataba. Venían de un pueblo cuyo nombre era desconocido para las personas; no conocían a nadie, no tenían refugio, se encontraban indefensos, pero al menos estaban juntos. Aquel hombre no volvería a lastimarlos.

Taehyun, después de su rutina de palabras bien acomodadas, convenció al de cabello negro de ir a un lugar más privado. Abrió la puerta del departamento y el chico entró llenando el espacio con sus risitas coquetas. Taehyun admiró su silueta. Todo eso sería para él aquella noche.

La mujer y el pequeño no tenían a donde ir. El niño le preguntó a su madre si estaba triste, y ella le respondió un tímido «No» acompañado de una sonrisa forzada. Al caer la noche, se refugiaron en un autobús fuera de servicio. Sin embargo, tres jóvenes en busca de aventura los siguieron cautelosamente.

El pelinegro se quitó los zapatos con suma facilidad. No dejaba de gritar entusiasmado y de elogiar el departamento de Taehyun. Encendido por la borrachera, el menor hacía comentarios divertidos sobre los cuadros colgados en las paredes, los palos de golf acomodados en una esquina, y el pequeño, pero muy completo minibar.

Entretanto, Taehyun le besaba el cuello, infiltrándo sus manos bajo su camisa, acariciando la suave piel de su espalda baja mientras daba risitas por cada ocurrente comentario.

Cuando sus dedos casi llegaban al borde de los jeans del menor, él le pidió un trago.

La mujer acurrucaba a su hijo en uno de los asientos del autobús, cuando se percató de que tres chicos se acercaban. Levantó a su hijo en brazos y lo llevó al fondo del vehículo. Le ordenó esconderse y no hacer ningún ruido, ella arreglaría el problema.

Los tres chicos subieron para imponer el caos, llevaban una botella de alcohol que se pasaban el uno al otro, comenzaron un concierto de obscenidades y disparates, a los cuales sólo ellos encontraban gracia. La mujer intentó apaciguarlos sin darse cuenta de que ella era exactamente lo que buscaban: una mujer frágil, indefensa y sola.

Seis manos desgarraron su ropa mientras su hijo, oculto detrás de uno de los asientos del autobús, se tapaba los oídos.

Taehyun saboreó nuevamente el cuello del pelinegro y le murmuró una promesa erótica. Este soltó una risita debido a la loca ocurrencia de Taehyun, le acarició los hombros y le contó al oído una fantasía propia. Él sintió la sangre borbotear de excitación, apretó uno de los muslos del chico y se levantó a servirle el trago que le había pedido.

La mujer murió en el hospital a causa de una severa golpiza. Presentaba una contusión en el cráneo y hematomas por todo el cuerpo. Los oficiales recogieron al niño sin hacer esfuerzo alguno por consolarlo. El pequeño pisó infinidad de orfanatos, pasando de tragedia en tragedia, sin soltar nunca de su memoria el rostro de tres jóvenes.

Taehyun vaciaba vodka en un vaso mientras la emoción dibujaba sonrisas en su rostro. Tapó la botella, se acomodó el pelo, se secó la frente y dio media vuelta con el trago servido

En ese momento, su cabeza fue impactada por un objeto desconocido. El golpe aterrizó muy cerca de sus ojos, nublándole la vista con un intenso color rojo. Una vez en el suelo, el objeto siguió estampándose en sus piernas, pecho, brazos... en cada parte de su cuerpo que estuviera descubierta.

En medio de la vorágine, sólo alcanzó a distinguir la luz de la lámpara, aquel cabello negro y uno de sus palos de golf estampándose frenético contra él.

La muerte llegó pateando la puerta del departamento.

Después de largo rato, hueningkai soltó el palo de golf. Su mano temblorosa extrajo de su bolsillo delantero una pequeña lista de papel. Y con un bolígrafo tomado del escritorio de Taehyun, tachó uno de los nombres escritos.

Le quedaban dos...

Le quedaban dos

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