Lucy, la voracidad del cazador

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Lucy, la voracidad del cazador

Era otro horrible día como todos los demás: despertar en la asquerosa habitación de una muy mal cuidada casa, con unos padres desatentos, ir al instituto donde estudiaba algo que no me gustaba, pero que mis padres decían que era "lo mejor para mí", volver a mi "maravilloso hogar" y encerrarme hasta la hora de cenar, porque mis negligentes padres no hacen nada por mejorar mis problemas con la agresividad.

Parecía que tenía las manos atadas, que no podía hacer nada. Y quizás así lo era, sólo que mis impulsos me impidieron continuar soportando un ambiente que, aunque era mucho mejor que las vidas de muchos, era un ambiente tóxico, tóxico pero silencioso, que asesinaba lentamente.

No quería eso para mí, no lo merecía. No era mi culpa lo que sucedía a mi alrededor, yo no pedí eso.

Así que un día escapé de mi casa para jamás regresar.

Siempre había amado la naturaleza, pero más específicamente, el bosque, me transmite tranquilidad, me hace feliz. No sabía que haría, pero sabía que mi primera parada sería el bosque.

Aún con sus peligros, sus numerosas criaturas, su flora inocente y a la vez agresiva, y su desconocida espesura, decidí adentrarme en el bosque cercano a mi pequeña ciudad.

Era frío, con grandes árboles, hojas con un vivaz color verde. La primera vez que entré, recuerdo haber tenido 6 años, y luego jamás volví hasta el día que decidí escapar, 9 años después.

Quién diría que ese día monótono, asfixiante, y abrumador, se transformaría en el día que cambió mi vida para siempre.

Caminando entre los árboles, llegué a un claro en el cual verdaderamente se podía respirar la vida, era perfecto, todo funcionaba naturalmente perfecto.

Pero entre el orden natural creado por el bosque, apareció el factor caos que más de una vez ha puesto en peligro a toda la vida de este planeta: un simple ser humano.

Iba con un rifle de cacería, un abrigo, y lo que parecía ser un cuchillo. Se veía viejo, viejo y gordo. Detesté su presencia desde que lo vi, apestaba a alcohol y cigarros, el simple hecho de su existencia acababa con mi tranquilidad.

No pude quedarme así como así al ver que apuntaba con su rifle a una bandada de patos que tranquilamente nadaban en el claro.

Por alguna razón, todos mis sentidos se hicieron miles de veces más agudos, y, con el seco sonido del disparo del rifle, explotaron.

De un momento a otro, me encontraba corriendo hacia el hombre que había asesinado a un inocente pato en medio del bosque.

Me arrojé sobre él y lo golpeé, una y otra vez. Él me apartó y golpeó mi rostro un par de veces. Entonces alzó su cuchillo contra mí.

No entendí cómo, pero lo siguiente que podía ver era su brazo destrozado aún con su cuchillo en mano. Él se retorcía de dolor mientras yo no sabía a donde huir.

Entonces apareció.

Un centauro cuya piel estaba compuesta de madera de pino. En sus manos tenía una especie de cetro, quizás un hacha, no lograba distinguir bien la figura de dicho objeto.

Apenas lo vi, mi primera reacción fue correr y alejarme del claro, pero apenas lo intenté, los árboles del bosque me cerraron el paso.

Juraba que había enloquecido, pensé que había recolectado las bayas equivocadas, pensé que la soledad del bosque me había causado daños psicológicos, incluso pensé que era mi gran aburrimiento el responsable de imaginarme esta locura.

Cómo pintar monstruos en mundos perfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora