13 | El padre que lo dió todo (Parte I)

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Cuando llegué a mi casa pasaban de la medianoche, me había quedado en una cafetería de la ciudad tomando una taza de té mientras trataba de tranquilizar todo el desastre de sensaciones que me recorrían el cuerpo entero, tratando de ordenar todo los pensamientos y la información que había recibido en tan solo minutos por parte de dos chicos que se habían metido en mi vida de una forma extraña.

Me había quedado en ese lugar llorando en silencio, pensando en lo que haría con toda esa información y discutiendo conmigo misma sobre si era conveniente alejarme de Calligan.

«Claro que debía hacerlo, era lo más razonable». Me repetía mentalmente pero luego venían esa sensación de ahogo al pensar estar separada de él. 

No tenía la menor idea de lo que era, pero sus palabras, su confesión sobre cómo no quería lastimarme, que jamás había querido hacerme daño me decía que tenía que enfrentarlo, mi necio e idiota corazón me pedía que buscará más respuestas sobre él pero no estaba lista, no tan pronto. Seguía aterrada, de alguna manera él me había confesado que no era un chico normal, que no era el simple Calligan apático que trabajaba como detective en la ciudad. En mi cabeza se repetía una y otra vez la imagen de su mano curandose a una velocidad sobrenatural.

Me hice cientos de preguntas y una de ellas me hizo ruido por mucho más tiempo.

¿Cómo sabía Edmé que Cal no era... normal?

Sacudí mi cabeza y me puse de pie cuando noté que estaban por cerrar y los empleados estaban acomodando las sillas sobre las mesas. Entonces, subí al Jeep de Cal, por alguna razón que no entendí me había dejado las llaves y tras dudarlo decidí tomarlo, no me atreví a dirigir ni una sola mirada a la casa donde Cal había entrado, solo subí al auto, arranque y me fui de ahí.

Estacioné el auto frente a la casa de Cal y dejé las llaves en el buzón cruzando la calle hasta el jardín delantero de mi hogar, las luces de la planta baja estaban encendidas así que asumí que papá ya estaba de regreso de su cita con Danielle y tal vez esperaba por mi. En cuanto entré a la calidez de mi hogar noté el olor a café de grano por todo la casa y caminé hasta la cocina donde encontré a mi padre, sentando sobre un banquillo de la barra de la cocina, alzó su mirada cuando sintió mi presencia, sonriendo.

— ¿Tan temprano has decidido volver? —preguntó, burlón como siempre era conmigo solo que al ver mi expresión seria y como no le devolvía la sonrisa o siquiera la broma su ceño frunció. Aquella expresión tranquila de su rostro pasó a la preocupación y me miró confuso cuando tomé asiento frente a él—. ¿Sucede algo, cariño?

— Quiero que me hables de eso que mamá y tú me esconden —exigí, la voz me salió ronca por el llanto y fría como el hielo. Jamás en mi vida le había hablado así a papá—. Y no quiero que esquives está conversación, no quiero que omitas nada. Quiero que me digas la verdad y solo la verdad.

— ¿Por qué quieres saberlo ahora? —interrogó él, se veía afectado como si le doliera que yo estuviese obligándolo a hablar de algo que le dolía de sobremanera.

— Por qué hoy me enteré de cosas que no tienen ningún sentido para mi, papá —respondí—. Porque me enteré de que Cal no es quien yo creo que es. Porque Edmé de pronto se le descomponen los fusibles del cerebro y me suelta verdades a medias. Porque me debes estar conversación y porque siento que todos a mi alrededor me están ocultando cosas —lo señalé—. En especial las personas que amo.

— Es... es más complicado de lo que crees, Evie —susurró, agradecí mentalmente que no me pudiera explicaciones sobre las cosas de las cuales me había enterado ese día. Sostuve su mirada mientras me apoyaba en la barra de la cocina y me servía una taza de café.

MALAS INTENCIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora