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ITACHI P.O.V
―¿Quieres dangos, Sasuke?―le pregunte desde la cocina, destapando la pequeña caja que me obsequió la chica de la dulcería.
Sonreí al ver que estaba repleta de ellos. No los puso en palillos como comúnmente vienen, seguramente lo hizo para que cupieran más en la caja.
Que linda.
A los pocos segundos Sasuke se asomó por la puerta, observándome con curiosidad.
―¿Dangos?―cuestiona acercándose a mi.
Estiro sus pequeños brazos para que lo cargara y lo sentara en la encimera, y al hacerlo tomó una de las pequeñas bolas rosas y se la metió a la boca.
―¿Te gusta?―pregunte con una leve sonrisa. El se encogió de hombros, tomando otra de la caja.
―Son muy dulces ―se queja, arrugando ligeramente su nariz―. Sakura siempre me lleva dulces a la escuela, no me gustan mucho.
Ladee la cabeza sin saber de quien hablaba. Mi pequeño hermano muy pocas veces me comentaba algo sobre sus compañeros de preescolar, incluso me preocupe varias veces pensando que no tenia amigos.
Pero resulta que es todo lo contrario. Mi hermanito es una especie de fuckboy de seis años.
―¿Sakura es una de tus chicas?―pregunte en tono burlón.
Normalmente cuando iba a buscarlo en la salida, Sasuke estaba rodeado de niñitas tratando de mantener una conversación con el. Casi siempre llegaba a casa con regalos o cartas que sus admiradoras le obsequiaban para llamar su atención.
Que les puedo decir, ese es el encanto Uchiha.
Lastima que Obito no corre con la misma suerte.
―Puaj, la odio, es fastidiosa igual que las demás.―se queja, haciendo una cara de asco. Yo solté una risa, negando con la cabeza.
―¿Esa es la chica rubia de ojos azules?
―No, Sakura tiene el cabello rosa y los ojos verdes, super rara.―contesta con desinterés.
Al escuchar aquella descripción, lo primero que me llegó a la mente fue la chica de la dulcería. No sabia que existieran más personas con esas peculiares características.
―Mmm, la chica que me regalo los dangos también es así.―comente, llevándome un dango a la boca.
Ah, esto es lo máximo.
―¿Fea?―cuestiona, soltando un leve bufido.
―No, en realidad es muy bonita.―respondí, sonriendo levemente.
