Capítulo 10

248 20 6
                                    

Acerqué a mis labios el vaso con líquido transparente para que se perdiera en mi garganta arrastrando con él una pastilla de paracetamol. Habían pasado dos días desde la fiesta y el dolor de cabeza seguía martilleándome. La falta de costumbre al alcohol, supongo. Los recuerdos de aquella noche iban y venían como flashes perdidos entre las luces de colores del local. Recordaba varias imágenes de la noche: a Mai y Hugo bailando, a Eva a punto de poner fin a nuestra tensión sexual, Samantha y yo hablando por la noche. Y al final todo desembocaba en un beso que se sentía casi más una ilusión óptica provocada por los delirios de una chica de veintitantos que llevaba sin emborracharse tanto desde su adolescencia, que una realidad. Es que además no fue un pico, no, estuvimos besándonos en aquel banco un largo número de minutos bajo la luz de la luna. Después no recuerdo nada más de lo que ocurrió, aparte de despertar en mi cama con un dolor de cabeza y estómago horripilantes. Si no recordase tan bien la sensación de sus labios sobre los míos, pensaría que había sido todo obra de mi imaginación. Pero había ocurrido así, Samantha me había besado. Ella a mí. Y la duda de no saber por qué me estaba matando. No lo sabía porque a pesar de que, hasta donde yo recordaba, habíamos solucionado nuestros problemas aquella noche, la rubia seguía sin responderme al whatsapp. Quizás seguía enfadada, quizás estaba también borracha y se había arrepentido de lo que pasó. No tenía ni idea, pero necesitaba hablar con ella y aclarar aquello ya, porque mis sentimientos me estaban matando. Mi idea era pasar por su casa aquella tarde, por fin le había sonsacado su dirección a Hugo y me disponía a arreglar las cosas de una vez por todas. Pero antes de eso tenía una reunión con nada más y nada menos que Eva Barreiro. Llevaba evitando encontrarme con la gallega desde las revelaciones sobre ella y Flavio de aquella noche, pero había un problema, yo seguía trabajando para ella, así que tendría que aguantar hasta que su proyecto estuviera acabado. Encima para añadirle más sal al asunto, Javy tenía un compromiso aquel día, así que no podría venir y estaríamos completamente solas. 

Habíamos quedado en el estudio. Con Samantha me daba igual que fuera en mi propia casa, total la había llevado a ella el primer día que la conocí, pero no era plan de enseñarle a cada uno de mis clientes dónde vivo y menos a Eva. Llegué algo antes para comenzar con un proyecto de otro cliente, pero no me dio tiempo a hacer mucho, a las cinco en punto sonó el timbre del piso indicándome que la gallega había llegado. Siempre era puntual como un reloj, al contrario que Samantha, que siempre tardaba en llegar y... ¿espera, por qué todos mis pensamientos al final terminaban en ella?

Abrí la puerta principal sin mucho ánimo, ella me observaba en el marco con una sonrisa pícara.

— Pero si es la desaparecida. No has respondido a ninguno de mis mensajes.

— Pasa. — Respondí algo seca señalándole el pasillo mientras me acababa mi vaso de agua.

— Bonita mesa, allí podemos acabar lo que empezamos la otra noche. — Su comentario me hizo atragantarme con el líquido provocando su risa.

— No vamos a hacer nada. — Contesté seria nada más recuperarme. Ella frunció el ceño.

— ¿Te pasa algo conmigo? 

— No, simplemente quiero que nos limitemos a trabajar.

—  Si no te gustó lo del otro día o te pareció inapropiado porque soy tu cliente me lo puedes decir y dejo de tirarte la caña, pero no hace falta que me hables así.

Suspiré dudando si contárselo o no, pero quizás una charla sobre el tema con la del pelo castaño me aclarase aún más dudas.

— Samantha me lo ha contado. — Abrió los ojos con expresión de sorpresa. — Lo de Flavio y tú.

— ¿Eso es lo único que te ha contado? 

— ¿Qué mas debería saber?

— No te lo ha contado todo... Será zorra... — Rió con ironía.

La lluvia en tus ojos (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora