Capítulo 11

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Miré el pequeño interruptor blanco que había junto a la puerta de madera que marcaba el límite entre el rellano y la casa de Samantha como si me fuera a decir algo. ¿Qué hacía aquí exactamente? ¿Había venido a arreglar las cosas de una vez? ¿A echarle en cara a la rubia que llevase mintiéndome prácticamente desde que me había conocido? Había atravesado el portal, que por suerte estaba abierto, a rebosar de seguridad con lo que iba a hacer y dispuesta a mantener una conversación con la cantante de una vez por todas, pero una vez allí no tenía ni idea de qué decir.

El interruptor no parecía tener a bien invocar alguna especie de entidad celestial que fuera capaz de indicarme qué es lo que debía hacer, así que simplemente respiré hondo preparándome mentalmente y pulsé el botón blanco. Un sonido estridente invadió mis oídos mientras una serie de pasos se acercaron hacia la puerta.

— Ya voy, Hu... ¿Anaju? - Se detuvo de golpe al verme. — ¿Qué haces aquí?

A juzgar por su expresión entre la sorpresa y el pánico no había revisado la mirilla.

— Tenemos que hablar. — Dije tratando de no encandilarme de sus ojos azules.

Se quedó unos segundos parada en el marco de la puerta observándome probablemente pensando qué debería hacer. Su idea sería seguir ignorándome durante algún tiempo y no se esperaba esta encerrona. Sentí un ligero dolor en el pecho al darme cuenta de que la rubia no tenía intención de arreglar nada, al menos de momento, pero no había venido allí a derrumbarme. Al final pareció comprender que no tenía más opción que dejarme pasar y se apartó ligeramente de la puerta guiándome a través del pasillo.
El piso de Samantha era más o menos igual de grande que el que yo compartía con Mai. Se notaba que ella obtenía más ingresos y podía permitirse pagar el alquiler ella sola. El suelo era de madera y las paredes blancas estaban decoradas con posters de cantantes pop o de grupos catalanes y valencianos que se extendían por toda la casa. No estaba especialmente ordenado, se notaba que no esperaba que viniera nadie o al menos nadie fuera de lo común. La mesa de cristal estaba llena de papeles con notas escritas a mano y junto a ellos descansaba una taza de café. Samantha me señaló un sofá color crema para indicarme que me sentase allí.

— ¿Quieres tomar algo? ¿Café, algún refresco, agua...?

— Agua está bien. — Sonreí con educación sentándome en el sofá.

Ella atravesó una puerta que seguramente iría a la cocina y regresó unos segundos después con un vaso de agua que me tendió sin mirarme siquiera a los ojos. Estaba a menos de un metro de distancia y nunca nos había sentido tan lejos, ni siquiera el día que éramos un par de desconocidas.

— ¿Cómo has sabido dónde vivo? — Preguntó sentándose en el mismo sofá que yo, aunque manteniendo las distancias visiblemente.

— Me lo dijo Hugo.

Farfulló algo entredientes que no logré entender. Probablemente su hermano le había engañado dicendo que iba a ser él el que venía para que la rubia me dejase pasar. Le debía una.

— ¿Y bien? ¿De qué quieres hablar? — Preguntó temblorosa.

— Me mentiste.

— ¿Qué?

— Sobre Flavio, sobre Eva. Sobre todo.

Ella parpadeó algo aturdida, evidentemente no se pensaba que el motivo de mi venida fuera a ir por ahí. Tampoco la culpo, no era mi plan inicial.

— Anaju, no sé qué te habrá contado Eva, pero yo no...

- Me hiciste creer que Flavio había sido un cabrón contigo y resulta que tú te acostaste primero con Eva. ¿O no es verdad?

La lluvia en tus ojos (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora