Capítulo 2

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Abrí los ojos a eso de las 9 de la mañana. Aunque más que abrir los ojos lo sentí como un parpadeo. No había logrado pegar ojo en toda la noche. ¿La culpa? Una voz en mi cabeza que me taladraba una y otra vez con la idea de que tenía que terminar de una vez el proyecto. Mi idea de continuar tras un pequeño paseo nocturno bajo la lluvia se había visto frustrada por el hecho de que se me fuera el santo al cielo con la duración de la caminata y una rubia que en ese momento dormía plácidamente a mi lado. No os voy a engañar, parte de la culpa de mi insomnio también la tenía Samantha. A fin y al cabo yo no era la clase de persona que invitaba a dormir a su cama a desconocidos. Ni a dormir ni a nada. Prefería las relaciones, el romanticismo y las ñoñadas peliculeras antes que un ligue de una noche, por muy extraño o aburrido que pudiera sonar eso para alguien de mi edad.

Aproveché que la rubia estaba dormida para incorporarme levemente y observarla unos segundos. La verdad es que era guapísima. Y me volví a regañar mentalmente por pensar cosas que no debía sobre una chica a la que había conocido hacía apenas unas horas y encima con el corazón roto. Sacudí la cabeza y decidí que era buen momento para salir de la cama. Dejé a Samantha durmiendo y me dispuse a hacer un desayuno para ambas. Nada complicado. Unas tostadas, aceite, tomate, café y algo de fruta fueron mi elección. Mientras terminaba de prepararlo todo, escuché el sonido de la puerta de entrada y unos segundos más tarde Maialen, mi compañera de piso, apareció en la cocina.

— ¡Jujiti! — Me llamó. Mi amiga era la clase de persona que le ponía apodos a todo el mundo.

— ¿Qué tal ha ido todo, Mai? — Le pregunté acercándome a abrazarla.

— Buah, súper bien. Hemos logrado salvar a aquel perro del que te hable, al que atropellaron. Por suerte no tenía nada demasiado grave, así que en un par de semanas estará como nuevo. Y hemos encontrado familias para dos más.

— Eso es fantástico, Mai. — Le sonreí sincera. A mi amiga le brillaban los ojos cada vez que hablaba de animales, por eso se apuntó a la asociación de rescate de galgos y además colaboraba puntualmente en algunas otras. La gente solía pensar que aquello era lo que más le llenaba en la vida, pero a pesar de eso, su vocación siempre había sido la música. Tenía una voz magnética y las letras de las canciones que componía lograban partir en dos a cualquiera. Hace algún tiempo había formado un grupo con el que había hecho algún que otro pequeño concierto y se habían autoproducido un disco, pero aun así estaba bastante lejos de poderse dedicar íntegramente a lo que le gustaba. 

— Bueno, ¿y tú qué tal? ¿Acabaste el diseño?

— No, no logro concentrarme. Me falta la inspiración, no sé. 

— Bueno, no pasa nada, Jujiti. Verás que en nada se te ocurre algo. — Sonreí agradeciendo la confianza. — ¿Entonces, a qué has dedicado la tarde-noche?

Un ruido proveniente de mi habitación nos hizo exaltarnos a las dos. Un par de segundos después una tímida Samantha se asomó por la puerta, ya vestida con su ropa de calle seca.

Mi amiga la miró algo extrañada y luego me observó a mí levantando una ceja. Sabía lo que estaba pensando.

— Hola, Samantha. — La saludé. — Esta es Maialen. Mai, Samantha. — Las presenté.

— Encantada. — Sonrió Maialen acercándose para darle dos besos, después de los cuales se alejó un paso para escanearla de arriba a abajo con curiosidad, provocando que la rubia se sintiera aún más avergonzada. — Oye, yo creo que te conoz... ¡Ay!— Exclamó mirándome con el ceño fruncido después de que le diera un sutil codazo. — Bueno yo me voy a cambiarme, ha sido un placer. — Dijo dejándonos a la otra chica y a mí solas en la cocina.

La lluvia en tus ojos (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora