Capítulo I

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Era un día de invierno. Acababa de llegar a la ciudad. Un lugar poco atractivo, sin encanto a mi parecer. Sólo tenía algo relativamente interesante, según me había contado: Una fábrica de chocolate, en la cual desde hace algún tiempo no se veía a nadie entrar o salir... Un día después de eso, la ciudad empezó a moverse de manera masiva. Todo el mundo compraba chocolates, chocolates Wonka. En la televisión de lo único que hablaban era de esos chocolates, pues según las noticias "el famoso Chocolatero de la ciudad pondría 5 boletos dorados en las barras de sus productos". A nivel mundial todos querían adquirirlas... Sinceramente no tenía el más mínimo interés en participar o saber quiénes ganarían, ya que tenía mis propios asuntos. 

A los pocos días después de esto, fuí a la tienda a comprar algo para almorzar. Llegué y habían unas cuantas personas, entre la multitud se encontraba un niño, él compraría un chocolate. Cuando estaba en el estante de las galletas alguien que se encontraba en la caja gritó: "¡EL BOLETO DORADO! ¡LO ENCONTRASTE TÚ! De pronto, todos los que se encontraban ahí rodearon al niño, ofreciéndole dinero, yo sólo observé de lejos. Pagué mis cosas como sin nada y regresé al hotel donde me quedaba. Al día siguiente, de nuevo los habitantes de aquel lugar se encontraban emocionados. La chica que había conocido ahí cuando llegué igual lo estaba, le pregunté por qué rayos estaban todos tan contentos. Ella dijo que esa mañana 5 niños entrarían a la fábrica de chocolate. Justo cuando le iba a decir que no me importaba, escuché una voz suave y dulce que venía de adentro, se abrieron las rejas e indicó a las personas que estaban ahí a entrar. 

Pasaron las horas, yo estaba en mi cuarto mirando el techo. En aquel momento miré por la ventana, ya que escuché gritos. Se aproximaban dos personas, un hombre y un chico demasiado alto y delgado, parecía de papel. El padre (supongo) dijo que venían de la fábrica de chocolate, pero algo había salido mal por culpa del chocolatero y su hijo salió herido. Me causó un poco de gracia, pero no solté ninguna risa. A los 5 minutos, la chica que había conocido me invitó a ir con ella a ver la fábrica por fuera. No quería ir, pero me dió curiosidad saber qué otras cosas sucedían en ese sitio. 

"Quien diría que el chocolate Wonka era tan amargo..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora