Llegada

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Llegó a Rocavelo con las maletas repletas de ropa y accesorios, recordando cómo su mamá logró hacer que solo llevara finalmente las cosas de más utilidad en una mochila rosa, muchos años atrás

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Llegó a Rocavelo con las maletas repletas de ropa y accesorios, recordando cómo su mamá logró hacer que solo llevara finalmente las cosas de más utilidad en una mochila rosa, muchos años atrás. Bueno, ahora tenía 23 años y no estaba exactamente yendo de viaje; del mismo modo, sus Pokémon estaban allí para protegerla así que podía llevar todas las cosas que quería sin temor a que les pase algo.

Recordó una llamada que había tenido con Brega días antes de su llegada. La pelirrosa  le había comentado que no había tenido éxito alguno en hablar con Paul, ni siquiera ser capaz de ver a los pokémon de Reggie ni entrar en la casa. "¡Es tan odioso!", le dijo a la coordinadora en aquella conversación, disculpándose después ya que en el fondo quería ser de ayuda aun si ella y el pelimorado no tenían una buena relación.

Mientras caminaba hasta llegar a la casa de su ¿amigo? Dudaba de si estaba haciendo lo correcto, ¿él recordará que le dijo que vendría? ¿La echará de la casa? ¿Siquiera la ayudará a entrenar? Un momento ¡No es tiempo de pensar solo en ella! Que el chico ha perdido un familiar muy cercano y tú pensando en si te ayudará o no a dejar de pensar en tu definitivo retir... ¡Entrenamiento para el siguiente Gran Festival! Sí, eso puede esperar...

Ella estaba aquí para animar a Paul.

Ya frente a la puerta, se quedó mirando el timbre como si se encontrara en un trance. "Quizá mi idea fue muy impulsiva... ¿Qué puedo hacer? ¿Por qué dudo tanto? No me gusta verlo así..." Recordó el último encuentro que ambos habían tenido anterior al entierro, hace casi dos meses en pueblo Cromlech, Kalos. Un día rarísimo, donde habían conversado como nunca antes y sintió que una conexión se había formado entre los dos. Conexión que llevaba queriendo desde hace mucho, realmente. También pensó en lo cliché de esa noche y... el secreto que guarda consigo desde ese entonces.

Se sonrojó de solo pensarlo.

Piplup, quien llevaba una pequeña mochila con accesorios de Dawn, la miraba ansioso. El tipo agua no aguantó más la duda de su entrenadora y de un salto tocó el timbre.

— ¡Hey! — una expresión de horror apareció en el rostro de la muchacha. Su inicial, sin embargo, la miró enojado y le "resondró" por demorar tanto — Piplup, tú...

Cuando se abrió la puerta, Dawn y Paul se volvieron a encontrar. Lo que ella notó en primer lugar fue que el entrenador Pokémon, quien acaparaba sus pensamientos, tenía el cabello desaliñado, más de lo que lo tenía la última vez que se vieron. Su ropa, gris, se encontraba muy arrugada, como si solo se la hubiera puesto porque sí y sus ojos, aquellos ojos oscuros que antes le daban intriga e incluso enfado, ahora los veía cansados, sin brillo alguno e idos. La miraban a ella pero al mismo tiempo sentía que no lo hacían. Las ojeras en su rostro eran muy evidentes, pero Dawn no era capaz de mencionárselo, al menos, por ahora. En fin, que Paul siempre ha sido alguien enigmático y de pocas palabras para ella, pero verlo en ese estado era muy diferente a lo que la peliazul estaba acostumbrada. Este chico era una versión de Paul que nunca pensó ver en su vida. A Dawn no le gustaba eso. Deseó en ese instante poder apreciar al Paul que conoce desde su primer viaje en Sinnoh.

Sonríe para mí, sonríe para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora