Acosador
Itachi
Había muchas cosas que podía controlar. Mi chakra, mis emociones, la estrategia en combate, la vida y la muerte de quienes se cruzaban en mi camino. Pero no a ella.
No a la forma en que mis ojos la buscaban incluso cuando no debía. No al modo en que mi mente la recreaba, obsesiva, en cada pensamiento perdido entre mis silencios.
No a lo que me hacía sentir.
Era un problema. Y no podía permitirme distracciones.
La batalla exigía concentración, precisión, dominio absoluto sobre mi mente y mi cuerpo. Pero ahí estaba ella, moviéndose con la misma gracia con la que un arma baila en manos de un asesino experto.
Era un peligro. No por su habilidad, sino por el efecto que tenía sobre mí.
Mis impulsos traicionaban mi autocontrol cada vez que la observaba. Como si estuviera atrapado en un genjutsu de mi propia creación. Como si mi cuerpo estuviera programado para responder a ella sin mi permiso.
No. Me conocía demasiado bien. Esto no era un genjutsu.
Era ella.
Y era mi condena.
---
Nos retiramos cuando mi chakra se agotó. Pelear en esas condiciones habría sido una insensatez, y yo no era un hombre que cometiera errores. Nos ocultamos en las sombras, lo suficientemente cerca para vigilar, para planear.
Y para observarla.
A pesar de la oscuridad, seguía entrenando. Implacable. Incansable. Como si la fatiga no existiera en su cuerpo.
Admirable.
Y exasperante.
Ella era un obstáculo. Un problema. Pero también un enigma. Y por alguna razón, mi instinto me empujaba a descifrarla.
La observé desde la distancia, permitiendo que mi mente viajara a lugares en los que no debía adentrarse. Pensamientos oscuros, peligrosos. Ideas que rozaban lo prohibido.
"La curiosidad mató al gato."
Pero al menos el gato murió sabiendo la verdad.
Cerré los ojos un segundo. Respira. Contrólate. Pero cuando los volví a abrir, mis pies ya estaban avanzando.
Sin hacer ruido. Sin alertarla. Como un depredador acechando a su presa.
Esperé. Un solo descuido. Un parpadeo.
Y entonces la tomé.
Mi brazo rodeó su cintura en un movimiento limpio, rápido. Su cuerpo se tensó contra el mío y pude sentir el calor de su piel a través de la tela.
—No vine a pelear —murmuré contra su oído antes de que pudiera atacarme.
Ella se quedó inmóvil por un instante. Un solo segundo de vacilación. Pero lo suficiente.
—¿Entonces qué quieres? —Su voz sonaba firme, aunque su respiración estaba alterada.
No respondí de inmediato. Quería saborear el momento. Quería verla dudar, aunque fuera un poco.
—Hay algo que deseo. Algo que me llama. Algo que tú tienes…
Su ceño se frunció. Pero no apartó la mirada.
—¿A qué te refieres?
Mis dedos se deslizaron lentamente por su muslo. Un roce apenas perceptible, pero suficiente para notar cómo su cuerpo respondía, aunque fuera de manera inconsciente.
No debería estar haciendo esto. Pero ya era demasiado tarde para detenerme.
Mi otra mano se deslizó hasta su cuello, sosteniéndola con una delicadeza engañosa.
—Voy a ser completamente honesto contigo.
Ella tragó saliva.
—Te deseo. Quiero sentirte. Tocar cada parte de ti.
Su respiración se aceleró.
—Y sé que tú también lo quieres —continué con voz tranquila, como si estuviéramos discutiendo algo irrelevante—. Lo sé porque me miras cuando crees que no me doy cuenta. Porque, si realmente no quisieras esto, ya habrías atacado.
Ella abrió la boca, quizá para protestar. Pero la cerró sin decir nada.
El silencio entre nosotros se volvió denso, opresivo. Cada segundo parecía prolongarse más de la cuenta.
Y entonces se movió.
Con una velocidad que apenas pude anticipar, intercambió nuestras posiciones y me empujó contra el tronco de un árbol cercano.
Respiraba con fuerza. Sus ojos brillaban con una emoción indescifrable.
No miedo.
No sorpresa.
Sino algo más oscuro. Algo que reconocí de inmediato porque era el mismo demonio que habitaba en mí.
—Creo que tú y yo hemos hablado demasiado —susurró.
Y me sonrió.
El juego había cambiado.
Y me encantaba.
-Creo que tú y yo hemos hablado bastante.- Mis manos se fueron a los pequeños botones que estaban al principio que su blusa, solo desabotone los primeros para tener acceso a los pechos de tan bien formados de mi ¿amante? era excitante el gran riesgo que nos vieran pero ambos eramos inteligentes así que quitaríamos solo las prendas necesarias o mover lo que nos estorbara.
Me encontraba arriba de ella, dando besos por su cuello cuando comencé a bajar hasta sus pechos tome uno entre mi boca mientras al otro le daba atención con mi mano, en cuánto lo hice ahogo un gemido, continúe haciendo mi trabajo, pellizcaba y mordía los pequeños pezones para poder así escuchar como gemidos empezaban a salir de su pequeña boca y como si fuera una necesidad no pude evitar alzar mi vista y ver su cara el como sus ojos se cerraban, su cuerpo me pedía mas y yo con gusto se lo daría. Mis manos fueron entre sus piernas y ella gimió aun mas fuerte, me encanto ver como su falda junto a su blusa ahora era un desastre por completo, un desastre yo podría provocar.
-Creo que ya han sido bastantes juegos-
Dijo en un pequeño susurro , más como una orden y en un agil movimiento ella ya se encontraba arriba de mi, me bajo el pantalón junto a mis boxers y unos escalofríos pasaron por mi cuerpo tal vez por el frío de la interprerie o por qué sabía que me iba a montar, no paso mucho tiempo cuando dirigió mi miembro a si entrada y se dejó caer, ambos gemimos. -Mierda, estás tan apretada, mojada, tan...ahh.- Fue lo único que pude decir hasta que la sentí comenzado a moverse, eso me volvía loco, me ponía tan mal, el verla brincando sobre mi, el ver cómo se balanceaba en mi polla, como se encorvaba de placer y los gemidos que soltaba cuando yo me movía para ayudarla y que ambos consigamos un toque más profundo.-Vamos, hazlo, déjame sentir tu culo rebotar, dame más, por favor.- dije entrecortado, movió más sus caderas, mis manos estaban en sus pechos pellizcando los botones de estos, cuando empezó a dar movimientos circulares, dios si seguía así no podría soportar mucho pero mi cara se llenó de satisfacción al ver cómo su cuerpo estaba al punto del climax. -Vamos, pequeña perra, terminemos juntos, hazlo, llega junto a mi.- Los gemidos fueron más audibles, tape su boca con mi mano, su entraba comenzo a apretar mi polla y no pude más, aferre mis dedos en su cadera y poco después me vine y pude sentir el placer en su máximo punto, juntó a ella.
Volví, tomé algo de inspiración para reescribir todo este lío.
