Las cenizas de Inés

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Querida mamá:Estas letras fluyen desde la desesperación,  en la casa de un desconocido, al que el destino lo ha convertido en mi carcelero

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Querida mamá:
Estas letras fluyen desde la desesperación,  en la casa de un desconocido, al que el destino lo ha convertido en mi carcelero. 
Escribo pensando en los años que pasaron y en la tarde que todo inició.
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En el cumpleaños dieciséis mi madre partía al alba con un citadino llamado Nicolás Duarte, quien tras unos años  llegaría a ser uno de mis progenitores;
Adelina llevaba el oído endulzado de falacias que el muchacho de cabellos rubios invento durante su estancia en el campo, lugar de su primer encuentro, la joven aplastaba la cabeza contra el pecho de su novio con convicción de que el calor en su pecho era verdadero e inequívoco en comparación a sus amoríos de infante. Sin tener ápice de conocimiento de las reales intenciones de Nicolás, que se casaba por presión de mi abuelo que amenazaba con desheredarlo sino sentaba cabeza. Su boda fue lujosa y se les veía felices-te he adjuntado unas fotos- era puro teatro se odiaban hasta no poder más, los días posteriores a la boda resultaron un infierno para mi madre porque el noble Nicolás, otra mentira, comenzo a golpearla por ocio...
Crecí oyendo estos abusos y me alegra tanto que Pedro crezca alejado de este ambiente insano.
temí que mi vida terminase así, los años que estuvimos juntos me arrancaron laas inseguridades y hoy finalmente puedo decir que te conozco mi amado Julián y por este medio te doy el: sí.

Inés releyo la carta hasta estar segura de estar bien escrita, rocio perfume en los bordes y la guardo debajo del colchón donde nadie buscaria. Termino de ponerse presentable cantando baladas frente a su gigantesco espejo y salió en dirección al jardín, deteniéndose ante cada maceta para arrancar las flores y agregarlas a su peinado.
En la mesa se encontraba la belleza  angelical de Adelia de Duarte, vestida de desgracia, deseosa de poder eludir la responsabilidad de madre y dejar de convivir con las criaturas que compartían  rasgos de su esposo.

—Madre—le saludo Inés con una sonrisa de guión, tomando asiento en la extensa mesa en la que solo habían tres personas.
Al oír su voz Su madre dio un esbozo de sonrisa, sin embargo al ver el rostro de Inés volvio a estar repleta de resentimiento y asumiendo que era la mayor no veía porqué no desquitarse con ella. Sus espesas cejas se unieron juzgando a la criatura observado con asco sus accesorios extravagantes.
—Inés—Siseo—¿Qué traes allí?—pregunto con una voz dulce pero que a Inés la hacía sentir pequeña—conoces las reglas no puedes mostrarte como eres en el exterior, la gente hablará...
—Con todo respeto madre, me trae sin cuidado lo que puedan decir o no esas pirañas devora vidas.
Adelina se tenso.

—He sido compasiva, te ordeno que ahora mismo te saques esas flores del cabello señorita.
Inés se quedo inmóvil en su silla sin indicio de obedecer a la mujer, esta inicio a temblar de furia y en un segundo se encontraba encima de su hija arrebatando las flores de su rojiza cabellera, en sus manos las apreto hasta arrancar su vida y finalmente lanzarlas al suelo.

Antes de comer obligó a sus hijos a repetir la oración de la comida en agradecimiento a Dios y a su padre que proveían, cuando terminaron de repetir el sonido del metal era el único sonido no natural que se escuchaba en el jardín.
Las aves, las abejas y los árboles al agitarse hacían el silencio menos incómodo, casi apreciable.
El momento perdio armonía con la inconformidad de Pedrin, el menor,  disgustado por los vegetales en su plato que lo llevaron a  iniciar una rabieta de todo niño entre los cuatro o siete años.
–¡Quitalos mamá! saben horrible.–dijo con su voz chillona y su nariz arrugada.–Ni siquiera tiene un olor agradable.

El niño invento todo tipo de pretextos buscando alguno que convenciera a su madre y le diera la razón, Marta hizo oídos sordos sabiendo que al final  terminaría por comer todo, su hija y ella continuaron masticando compartiendo una mirada cómplice que reforzaba la  decisión de que el silencio siempre acababa resultando siendo lo mejor.
La mujer no noto que aquella mirada era producida por un par de ojos tormentosos, que reflejaban el interior de la joven habitado por una versión en miniatura de ella misma que trasbillando marchaba por un camino en dirección a una vida muy distinta a la suya,  que anhelaba poseer y que tanto le desesperaba por las noches al darse cuenta que le faltaba.
Una obsesión que había empezado al conocer a un muchacho con el cabello ondulado que en sus dedos se hubiese enredado en la misma forma que su órganos lo hicieron al conocerlo, con el cuerpo  lleno de lunares que se aseguraba  tardaría una vida en contar y una mente tan ingeniosa y repleta de ideas alocadas como las suyas.
Desde que la existencia del otro los tocó a la chica la  vida le fue dotada de paz, soñolencia y ternura inagotable. Que afortunadamente no tardo en ser un  sentimiento recíproco y pronto dio vida a un noviazgo, en la que la felicidad parecía no tener fecha de caducidad, fueron días en los que ambos se movían por un espacio muy lejos del planeta cada que entraban en contacto o incluso con el pensamiento en el otro. Algo que florecio y que el padre de su amado aplasto al anunciar que se mudaban al país del lado, pero que no logro aplastar y que de alguna manera milagrosa... se fortalecio.

El niño intentando demandar atención lanzo su tenedor en dirección a las margaritas de su madre, expresando la basta desaprobación a la ensalada en su plato.
El tenedor logro incrustarse en la tierra del jardín y la señora Marta abandono la silla para darle unas nalgadas al niño, momento que Inés aprovecho, para dar inicio el plan que había elaborado meticulosamente durante dos años.
Introduciendo la mano en el bolsillo de su vestido extrajo un puño de cenizas que llevó a su boca y trago en el tiempo justo en que su madre reñia a su hermano por insolente.
De inmediato inicio a toser sin pausar, su madre quien recién era abandonada por el enojo corrio a socorrer a su hija, le ofrecio agua para calmar la tos pero solo parecio empeorar. Alterada pensando en que su hija se moría trato de buscar la causa para dar con la cura, acerca de un ingrediente nuevo al que fuera alérgica, señales de enfermedad en los días posteriores.
«¡Se nos muere!—se dijo mentalmente»
Pidio ayuda cuando creyó haber dado con el problema:
–Josefina–grito repetidas veces en dirección a la casa, hasta que una joven salió disparada al jardín. —Lleve a Inés a la cama que el polen la ha de tener así.

Aquel era el primer paso, Inés pasaría toda la noche en cama hasta que al amanecer cuando todos durmieran pudiese saltar por la ventana y sacar su baúl de detrás de los arbustos y así finalmente reunirse con Julián su amado extranjero.

HOLAAA, encontre este texto que alguna vez iba a ser el inicio de una novela pero meh. En aquellas épocas acababa de leer «la casa de los espíritus» así que hasta la esquina se notaba la influencia que tenía en mi jajaja, lo escribí cuando estaba enamorada de un argentino y créanme que considere tantas ideas descabelladas para lograr huír de casa, así que Inés son un reflejo de mi pasado.
Oh y doy un leve aviso  ¡ESTE SABADO HAY CAPÍTULOOOOOO!

La niña de las historias [en proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora