Sinceramente, yo no quería que este día acabará nunca.
Después de que Jorge y yo nos estuviéramos ensuciando en la hierba durante una hora o más—Yo me quede dormida—, lo lleve de la mano hacía el puesto de comida más cercano que encontramos. El compro un algodón de azúcar gigante y yo solo una Coca-Cola. Cuando acabamos, le sugerí que podríamos ir hacía el trampolín, pero él se negó y comenzó a dar bostezos rápidamente. No eran ni las ocho de la noche cuando ya estábamos debajo de la rueda de la fortuna esperando a Ruggero y a Candelaria.
El camino regreso a casa fue más lento de lo esperado. Ninguno de los cuatro decía nada, solo escuchábamos con atención la radio. Ruggero dejo a Candelaria en su casa y después los tres nos dirigimos hacía el hogar de Jorge. Al llegar me di cuenta que la señora Cecilia aún no estaba ahí.
Nos bajamos sin prisa del automóvil. Jorge y yo apoyamos nuestras espaldas contra las puertas del auto, el cruzando sus brazos por delante de su pecho y yo cerrando con fuerza mis ojos. Ruggero, en frente de nosotros dos, fue el primero en hablar.
—¿Y qué tal? ¿Se divirtieron? —Pregunto él mientras bostezaba y sacudía la tierra de sus ligeros Vans blancos—.
Yo solo asentí con la cabeza. Jorge hablo.
—No realmente. Podría habérmela pasado mejor acostado en mi cama todo el día —Dijo él y Ruggero bufo. Abrí mis ojos para mirarlos mejor—.
—Hermano, no seas amargado —Ruggero sonrió y le dio una palmada amistosa en el hombro a Jorge —.
—Ya lo sé Jorge, ¿por qué no simplemente admites que te divertiste tanto como nosotros? —Añadí. Jorge giro su cabeza en dirección a la mía y abrió bien sus ojos. «Sus hermosos ojos que no pueden verme» Recordé—.
—¿Cómo ustedes? —Pregunto divertido y después lanzo una carcajada. Ruggero lo miro y sacudió su cabeza—. Los únicos divertidos ahí fueron este—señalo a Rugge —, y Cande, en cambio tu anduviste gritando como gallina por todos lados. ¿O tengo que recordarlo?
—Vale, tu ganas —Le respondí, vencida. El sonrió burlescamente mientras dirigía su vista hacía otro lado y se alejaba del coche, caminando hacía su casa. Rugge lo acompaño, por miedo a que Jorge se tropezara, pero este se negó diciendo que conocía perfectamente el camino para llegar hasta su cuarto. Se despidió de él y cerró la puerta detrás de sí—.
—¡Hey Rugge! —Le grite desde la banqueta. El hizo un gesto con su cabeza como de “¿qué sucede?”. Le respondí—. ¡Tengo que irme! ¡Ya es tarde! —Me dirigí hacía mi coche y me subí en él. Baje la ventana del copiloto—. ¡Nos vemos el lunes! Creo. ¡Adiós!
Encendí el carro y la calefacción después de haberle subido a las ventanas. Hacía un poco de frío, pero ya que no llevaba una ropa muy abrigadora, querría evitar a toda costa una gripa o alguna enfermedad en la garganta. Conduje hasta mi casa.
Al llegar, ninguna luz estaba encendida. Me pareció tan raro, ya que mis padres deberían de haber estado en la casa desde hace un par de horas. Me estacione en la cochera, me baje del carro y después abrí silenciosamente la puerta de la entrada.
Nada. Todo estaba oscuro y bañado en silencio.
Camine escaleras arriba, hacía el cuarto de mis padres. No pensé en tocar, ya que probablemente no estarían. Pero abrí la puerta y vi un bulto tendido en la cama. Me asuste tanto que lance un gritito y encendí las luces rápidamente. Mamá se levanto prácticamente volando y después me miro, confundida. Yo le devolví la misma mirada.
—¿Mamá? ¿Qué hacías dormida a las nueve de la noche? —Pregunte levantando mis cejas hacía ella. Ella paso las manos por su cabello despeinado y me volvió a mirar—.
—¿Enserio son las nueve de la noche? Podría haber jurado que era más tarde —Su cabeza giro hacía el reloj a un lado de su cama—. Qué extraño.
—Uh. ¿Y papá? —Le pregunte, cambiando de tema. Ella frunció el ceño—.
—Es algo complicado —la mire confundida—. Técnicamente no podía decirte nada hasta mañana en la mañana, pero ya que ando demasiado cansada como para contestar las preguntas que de seguro me harás, te lo diré; —Guardo silencio un momento y después me miro, incomoda. Suspiro—. ___, ¿a quién crees que iremos a visitar el día de mañana? —Pregunto sin ánimos. Levante y baje mis hombros—. Oh, pues bueno. No vayas a enojarte, ¿de acuerdo? —Asentí—. Iremos a visitar a la abuela. ¡Sorpresa!
Enserio, ¿esto me está pasando a mí?
ESTÁS LEYENDO
"Corazón Ciego" Jortini (ADAPTADA)
RandomNo te contaré nada, ¿quieres saberlo? Lee la novela. No te arrepentiras.