Capítulo 7||Parte II

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Pasaron un par de horas desde aquello. Como buena niñera, después de hacerle el desayuno a Jorge, literalmente lo lleve hacía al baño y lo desvestí. Y digo literalmente porque me quede mirándolo mientras se quitaba la ropa, claro, hasta que se percato de algo raro y mejor decidió cerrar la puerta. Que mala suerte.

Después, ya no hubo ninguna actividad interesante en todo el día. Solíamos hacer lo mismo y estar en el mismo lugar, ya saben, cada vez que yo iba hacía el salón de entretenimiento, el estaba ahí, o cuando el salía hacía el patio trasero, yo ya me encontraba fuera. Extrañamente, nuestras mentes parecían pensar como igual. Es una señal. Ya mi me encantaba interpretarlas a mi propia manera.

Sin embargo, no todo era color de rosa. Mientras Jorge aprovechaba para echarse miles de clavados en la alberca—aunque yo ignoro cómo, ya que él no podía ver nada—, yo solo me quede sentada en la orilla de esta, con los pies dentro de la piscina, los codos apoyados sobre el regazo y la cabeza descansando sobre las palmas de las manos. El escenario me llevaba hacía un par de días atrás, cuando Diego, mi amor platónico de toda la adolescencia, me había besado. El recuerdo ni siquiera me dejaba vislumbrar a Jorge húmedo y semi-desnudo. El sueño de toda chica. ¿O acaso no?

Hablemos de los pros y los contras. A Diego lo conozco desde hace mucho años. El siempre me ha ayudado, apoyado y cuidado. Pero sentía que lo hacía porque me veía como una hermana pequeña para él. Es decir, ¿Cuántas veces, un tipo increíblemente guapo, rico y con deslumbrantes chicas tras de él, se llegaría a fijar en algo como yo? Bueno, realmente no es como si yo me considerara fea, en lo absoluto. Solo que, todo lo que yo no tenía, a ellas les sobraba. Además, todas sus ex-novias—bien, no todas, pero si la mayoría—, han llevado impresionantes cabelleras rubias durante prácticamente toda su vida, y tacones que deberían ser etiquetados en la categoría de zancos, a diferencia de mi, con mi cabello castaño, y con las californianas amarillas que me quedan geniales y con camisetas y vaqueros rasgados, dándome el aspecto de mujer indie que ya nadie usaba. Mi segundo nombre debería ser “sencillez”. O más bien violadora o acosadora. Pero esa es otra cosa.

Ahora que sabía sobre los sentimientos de Jorge, me sentía demasiado confundida. Repito, el siempre me había atraído, así que, cuando me beso, pensé que por fin había cumplido con el sueño de la humanidad, de ser feliz con alguien que también me quisiera, y que en cualquier momento aparecería un hada madrina junto con una calabaza en vez de carruaje. Pero no ocurrió nada, de hecho, solo parecí disfrutar el beso a causa de Jorge.

Oh Jorge.

Ni siquiera conocía su último nombre y prácticamente estaba cacheteando las banquetas por él. ¿Desde hace cuanto que lo conocía? ¿Uh? Oh claro, ya recordé, menos de una semana. Bien. ¿Puedes enamorarte de alguien en menos de una semana? Yo creo que si… Es decir, ¡no! Por supuesto que no. Yo no estaba enamorada de él. Nunca. Los arrogantes y presumidos no iban conmigo. Con aquel beso que le robe en la mañana me sentí a un paso del delirio. Y es que, dentro de mi habían ocurrido cosas inexplicables. No soy de esas que creen en él “y vivieron felices por siempre”, pero ahora comenzaba a dudar…

Mi atracción por él iba más allá de un berrinche, eso estaba claro, pero tampoco quería tener nada que ver con él. Demonios, ¿por qué no puede ser más fácil? Ya, ya. Ya lo sé, probablemente crean que soy un tipo de zorra que se acuesta con todo mundo. Pero no, como les había dicho en un principio, soy virgen y a mucha honra. Aunque en eso de los besos, tenía demasiada experiencia, lamentablemente. Es por eso que ahora me siento entre la espada y la pared con Jorge y Diego; Este último ha sido todo lo que yo siempre había querido, y ha estado conmigo desde que nos hicimos amigos. Amigos de verdad. Y con Jorge...bueno, ya saben. Es solo que ese beso fue algo difícil de, eh, manejar. Nunca me había sentido así. Enserio.

En cualquier momento colapsaría en una crisis nerviosa por culpa de estos dos. Que difícil era todo esto. ¿Por qué no simplemente las cosas tuvieron que quedarse como estaban? Todo hubiera sido tan fácil si…

—¡Martina! —Grito Jorge interrumpiéndome de mis pensamientos, mientras me aventaba agua desde la alberca, apenas mojándome un poco, ya que la tiraba hacía otro ángulo. Me exalte—.

—¿Qué sucede? —Le pregunte mientras miraba como se sumergía dentro de la piscina y volvía a emerger, una y otra vez. Se detuvo y me sonrió—.

—Nada. Es solo que llevo hablándote desde hace horas y parece que estas perdida en tu propio mundo. ¿En qué tanto piensas? —Nado hacía mi dirección y se apoyo con sus antebrazos en el borde de la piscina, a un lado de mis piernas. Le mire—.

—Estoy pensando en el porqué de pronto te has vuelto tan educado conmigo —Le dije mientras reprimía una sonrisa y el ensanchaba más la suya. Me tiro agua—. ¡Oye! —Le grite entre risas, aventándole agua en respuesta—.

—¿Lo ves? Yo no soy educado contigo —Respondió divertido—. No, ya hablando enserio. No tengo idea —Giro su cabeza en mi dirección y sonrió aún más. Su mirada quemaba en mi cara y podía jurar que mi rostro tenía el color de un tomate—. Supongo que amanecí de un buen humor.

Sonreí exageradamente. Me sentí contenta y también con ganas de carcajearme.

«Si supieras»

—Eso es bueno —Le dije mientras alejaba mis piernas de la alberca y las subía, abrazándolas con mis brazos. Descanse mi cabeza entre las rodillas y dirigí la mirada hacia otro lado—. Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?

El pareció desconcertado, pero después asintió.

—¿Crees que exista el amor a primera vista? —Le pregunte, sonrojada. Gracias al cielo el no podía notarlo—.

—¿Amor a primera vista? —El pregunto, sonriendo divertido, sin embargo, parecía una sonrisa sincera—.

—Ya sabes… Como en las películas. ¿Crees?

—Realmente, no lo sé —Respondió calmado. Yo asentí para mis adentros—. Aún no lo sé.

"Corazón Ciego" Jortini (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora