Capítulo 17||Parte I

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Había olvidado el poderoso efecto que Jorge tenía sobre mí.

Es decir, nuestra lejanía se asemejaba más a siglos que días. Mis sueños seguían siendo los mismos cada noche, deseando su tacto. Tenía que admitir que siempre amanecía con los vellos erizados, empapada de sudor o con el pulso a mil por hora. Pero la realidad, señores, era mil veces mejor.

Tenía mis manos enredadas en su suave cabello, mientras el colocaba sus brazos sobre mis muslos, trazando un ardiente camino de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Nuestras piernas estaban enlazadas, el sobre mí. No había tanto espacio para los dos. Pero no me importaba en lo más mínimo.

Se sentía tan bien.

No pensaba coherentemente y el tampoco. Digo, ¿Quién en su sano juicio lo haría en un bote flotando en el lago? Yo no era de esas personas, claro, hasta que conocí a Jorge.

Estaba tan feliz. Deslice una de mis manos hacia su cuello, mordiendo sus labios con impaciencia. El tiraba de mi camiseta hacia arriba, pero no estábamos en posición de maniobrar bien—no en un bote—, así que el proceso de desnudamiento fue algo lento. Lentísimo. Y para mi, aquello estaba bien. No perdería mi virginidad en una barca de madera. No era tan patética como para hacer eso.

¿O tal vez si?

— Jorge, creo que, ya, es, oh, basta —Dije entre gemidos. Él mordisqueaba el lóbulo de mi oreja izquierda, provocando que perdiera el control. Me era muy, muy difícil razonar—. Paremos esto aquí, ¿vale? —Susurre lentamente, cerrando mis ojos. El no dijo nada, pero dejo mi oreja en paz y coloco su frente contra la mía—.

—¿Acaso estoy haciendo algo más? —Dijo con aquella voz que me ponía los pelos de punta. Oh, rayos. No era posible que tuviera un novio tan sexy—.

—Al contrario, es solo que… —Mientras yo hablaba, el bajaba su cabeza hacía mi estomago, tranzando un camino de besos que empezaban por debajo de mis pechos y terminaban por encima de mi ombligo. Me derretí totalmente—. Es solo que… “¿qué iba a decir?”

Baje la mirada, viendo como él se recostaba sobre mi estomago y me miraba—literalmente— a la cara. Se veía tan hermoso, como siempre. Tenía los labios hinchados y rojos por la sesión de besuqueo, el cabello alborotado y una sonrisa matadora. Me pregunte que, si él pudiera verme, ¿Pensaría que yo estaría a la altura? Obviamente no. O bueno, no lo sé. No sé nada.

Me desanime rápidamente. El pensamiento fue como un balde de agua fría, así que finalmente pude recordar lo que tenía por decir. Me incorpore, apoyando todo mi peso sobre mis codos flexionados. Harry no se movió.

—Creo que necesitamos volver. Daniel y los demás se preocuparan si llegan a casa y no estamos ahí para recibirlos.

—Daniel, ¿eh? —Pregunto él, divertido de una forma no amigable. Me preguntaba si alguna vez iba a superarlo—. Contéstame la verdad, ¿vale? —El no espero a que yo pudiera decir algo, solamente siguió hablando—. ¿El realmente te gusta?

Trague duro.

¿Qué iba a decirle? Bueno, ¿Realmente quieres saber la verdad? Pues sí. Tu hermano me gusta. Esta guapísimo, es mucho mayor—Lo cual es atractivo, ya que prefiero a los chicos maduros—, y aparte, ¿Haz notado sus hermosos músculos? Yo sí. Al igual que todas las chicas de California-Tu hermano es precioso. Sin embargo, estoy enamorada de ti. No hay ningún problema, ¿no?

Mis argumentos serían inválidos después de que haberle mencionado el primer sí. Así que, simplemente mentí—. Eh, no. No me gusta. ¿Podemos volver?

De regreso a las cabañas, el ambiente seguía siendo técnicamente el mismo. No había llegado nadie aún, así que no me sentía culpable en lo absoluto. No es como si estuviera traicionando a alguien, pero me quedaban muy claro los sentimientos de Daniel hacía mí. Era todo un alboroto.


  Jorge se despidió temprano. A pesar de haber dicho que no quería separarse tan pronto, me seguro que se moría de sueño, y que comenzaría a hacer cosas extrañas si no pegaba el ojo, así que lo deje ir. También me prometió que obligaría a Lodovica a dormir en el suelo.


Aproveche la soledad y el viento de la noche para acurrucarme rápidamente bajo mis sabanas. Me había puesto las pijamas más gruesas, ya que había comenzado a hacer un frio horrible. Daba vueltas y vueltas en la cama, sin poder dormir. Pensaba en muchas cosas.


Ya casi se cumpliría el mes sin saber absolutamente nada de mi padre. No es como si realmente estuviera preocupada, ya que él era mayor y sabía lo que hacía, a donde iba, y con quién. Sin embargo, me sentía mal sobre la condición de mamá. Me pareció algo egoísta de mi parte haber huido tan rápido de sus garras. No tenía la menor idea de lo que me encontraría al volver a casa.

Me había enterado gracias al periódico—en la sección de sociales, por supuesto—, que mi querida y loca abuela había donado su casa para los huérfanos y había comprado otra en Malibu. Sabía que ella no tenía un buen corazón, pero por otra parte, me sentía aliviada por saber que se iría a un lugar más lejos de nosotros. Aún así, la seguía queriendo.

También estaban Diego y Mechi. No tenía idea de cómo se encontraban. Y a pesar de todos los problemas, conflictos amorosos y todo lo demás, los extrañaba y me preocupaba por ellos. Eran parte de mi familia, eran como mis hermanos. No quería regresar y encontrarme con el enredo que eran los dos justo antes de mi partida. Eso sería tan… innatural.

Y por último, pero no menos importante, estaba el hecho de que las vacaciones terminarían pronto, y tendría menos tiempo para ver a Jorge, si suponemos que tendría tiempo. Era mi último año antes de la universidad y tendría que buscar otro trabajo por las tardes. Y entre eso, y la escuela, estaría encerrada y sin vida social dentro de mi propio mundo. Odiaba el pensamiento de tener que alejarme de todos a los que quería durante un largo tiempo, pero supongo que ya vería la forma de evitar que eso sucediera.

Por el momento, disfrutaría de los últimos días de verano que me quedaban.

"Corazón Ciego" Jortini (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora