Capítulo 8||Parte III

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—¿Martina? ¿Qué haces aquí? —Pregunto DIego mientras seguía apretándome en su abrazo. No hice nada para separarme—. No sabía que conocías a Ruugero Pasquarelli.

—Um... No realmente —El levanto una ceja en mi dirección—. Estoy aquí porque un amigo me…

—¡Martina! —Grito Ruggero sonriendo mientras se dirigía en mi dirección. Lo salude, al igual que Diego. Los dos seguíamos pegados, cuerpo a cuerpo. Cuando Rugge nos vio, su sonrisa se desvaneció rápidamente—.

—Que onda,Rugge—Le dije separándome de Diego. El me devolvió una mirada fría—.

«Que extraños son los chicos».

—Martina, ven aquí. Jorge me pidió que te llevará con él. Ahora.

—Ella está conmigo, Pasquarelli—Respondió Diego a la defensiva. Yo rodé los ojos y mire hacia otro lado—.

—Olvídalo, Dominguez —Dijo Ruggero visiblemente molesto—. Esta es mi casa y yo hago lo que se me pegue la gana. Eso incluye llevar a Martina con su novio.

«¿Qué? ¿Cuál novio? ¿El dijo Jorge? ¡Jorge no era mi novio! … Por desgracia».

—Ella no tiene…

—Mira, si no te parece la idea, mejor lárgate de mi casa, ¿está bien? Ahora déjala en paz.

  Diego me volvió a sujetar a su costado. Yo no quería que los dos pelearan, así que preferí separarme de él y volver con Jorge —. Diego, está bien. Iré con mi novio —Le lance una mirada extrañada a Ruggero. Me debía una gran explicación—. Hablamos luego, ¿vale? Te quiero.

 Diego me devolvió una mirada de soslayo y después desapareció en el interior del cuarto. Me volví hacía.

—¡Qué te sucede! ¿Novio? ¡Por qué le dijiste eso! —Le regañe entre susurros, mientras bajábamos las escaleras juntos—.

—Tenía que hacerlo por tu bien. El no es una buena compañía.

—Estas demente, ¿verdad? Tu eres la el único aquí que no es una buena compañía. ¡Ni siquiera me conoces! —Le solté cuando ya habíamos llegado al primer piso. El me miro—.

—Dentro de muy poco me lo vas a agradecer —Dijo él, aún serio. Me di media vuelta, dispuesta para irme, pero él me detuvo— Jorge de verdad te está buscando. Está en el patio trasero. Ve y búscalo.

—¿Quién eres tú? ¿Su mensajero? —Me di media vuelta, de nuevo, para enfrentarlo, pero el ya no estaba ahí—.

—Estúpido —Dije para mí y me encamine hacía el patio trasero—.

Después de esquivar a la gente, me encontré con un Jorge sentado y pensante en la orilla de la alberca, solo que sin mojarse. Estaba mirando hacia la nada.

—¿Qué sucede? —Le pregunte sentándome a su lado y enterrando la cabeza entre mis piernas flexionadas—.

—¿Dónde estabas? Encontré a Ruggero justo después de que tú te marchaste —Me respondió curioso. Me gire para verlo. Sus ojos Mieles se habían tornado a una especie oscuro que me dio escalofríos—.

—Lo estaba buscando. Después me encontré con un amigo y ya sabes. Perdón, se me paso el tiempo muy rápido.

—Sí, está bien. No te preocupes —Alzo una mano acaricio mi mejilla caliente con sus dedos. Me congele por unos segundos y después cerré los ojos—. Tienes fiebre. ¿Te sientes bien? —Dijo apartando su mano de mí. Abrí los ojos. Me miraba, literalmente, con unos ojos de amor. Sacudí la cabeza. Esta fiesta me estaba causando alucinaciones—.

—Uh. No realmente. Me duele muchísimo la cabeza —Le dije mordiéndome el labio inferior y rascándome la pierna. Estaba nerviosa—. Creo que lo mejor sería si me fuera de aquí.

—Probablemente —Dijo él, pensativo—. Deberías irte a casa. No quiero que te enfermes por mi culpa, o algo parecido.

Le sonreí amablemente. Mis oídos tenían que estar haciéndome una broma. El nunca había sido así conmigo. ¿Se preocupaba por mí?... Después recordé sus palabras. Solo éramos amigos. Solo eso. Y los amigos se preocupaban por los otros. Mi sonrisa se desvaneció.

—No te preocupes. Y si, lo mejor será que me vaya a casa. ¿Ruggerp te puede llevar a la tuya? —Le dije levantándome del suelo y sacudiendo mi ropa—.

—Por supuesto. El me puede llevar —Alzo su mano en mi dirección para que lo ayudara a incorporarse. Se levanto y después metió las manos en sus bolsillos delanteros—. Nos vemos mañana, Martina—Me dio un beso en la mejilla y después se alejo lentamente de ahí. Lleve una mano a mi rostro. Podía sentir como si su tacto hubiera quemado mi piel, de una buena manera. Volví a sonreír—.

"Corazón Ciego" Jortini (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora