Lia
Los regalos siguieron llegando. Todos los días, chicos y chicas diferentes se me acercaban y me entregaban un sobre. Algunos solo eran golosinas que me gustaban, detelles como señaladores para mis libros o... palabras con números. Aún no terminaba de entender esto último pero creo que estaban formando una oración.
Realmente estaba sorprendida. Pero lo que más me sorprendía eran mis sentimientos. Mi corazón se sentía pesado en mi pecho y cada vez que recibía un sobre lo sentía saltar. Parecía como si mi corazón se estuviera derritiendo de ese frío iceberg en el que entró. Zacha me había sorprendido, no creía importarle lo suficiente como para que hiciera todo esto... Pero lo hizo. Estaba haciendo todo esto para que yo lo perdonara.
Hoy me tocó otro sobre, tenía otra palabra pero esta vez, no había número. Sólo decía "última". Así que cuando llegué a mi casa decidí armar la oración. Y ustedes se preguntarán, ¿por qué no había abierto la carta antes? Pues nada, cobardía. Temía a lo que me enfrentaría. Pero gran parte de mi se emocionaba por saber que llegaría al día siguiente o qué es lo que formaría esta oración. Coloqué todas las palabras en orden y leí: "Yo no soy el único que te necesita".
No entendí qué es lo que quiso decir. Esa oración me confundió aún más. Al día siguiente recibí otro mensaje, pero esta vez no había ni sobres, ni cartas, ni regalos. Solo un chico que me dijo que fuera a la plaza en frente de mi colegio, porque había algo esperándome.
Mi corazón palpitaba fuerte en mi pecho. Desde lejos no podía ver nada. Así que fui y esperé en frente del árbol más grande el parque. Me pareció correcto, era lo que más se destaca entre todas las bancas desperdigadas en el lugar.
—Detrás de ti.
Reconocí esa voz y me paralicé. Después de unos segundos, tragué saliva y me volteé.
—Vamos Sabri, muéstrale a la tía Lia como estuvimos practicando — animó Zacha con ese tono de voz tan dulce que podía llegar a tener a veces. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver esa cara redondita, cachetona y babeante. Sus ojitos me miraban, no sabían reconocer a una extraña. Porque eso era ahora para ella, una extraña.
La pequeña Sabri babeaba y se chupaba el puño mirando a su hermano sin comprender que era lo que éste le pedía.
—Di: Lia.
—Ia, i-a.
—¡Muy bien! Así se hace mi cielo — la alzó en lo alto y ella rió. Con esa risita que los bebés tienen. ¿Ya estaba hablando? ¿Cuánto tiempo había pasado?
Estaba demasiado sorprendida y quieta que no me di cuenta que las lágrimas rodaban mis mejillas hasta que Zacha las secó con uno de sus pulgares. Me dió una sonrisa triste.
—Está empezando a hablar. Ya tiene once meses. ¿No que sí mi cielo? Dale un beso a la tía Lia —me la acercó y ella estiró sus brazos hacia mí. Mis brazos la rodearon por efecto reflejo. Y la abracé. Sentí su olor otra vez y cerré los ojos. Esto era real. Sin dejar de llorar la mecí mientras sonreía. Ella me dio un beso todo baboso en mi mejilla.
Miré a Zacha y analicé su postura. Tenía los brazos cruzados y una expresión de alivio en su rostro. —Te necesitamos — moduló. Y ahí fue cuando entendí el mensaje oculto.
Lo peor de todo, es que yo también los necesitaba a ellos.
.
.
.Nos habíamos acercado a un asiento del parque y mecía a Sabri en mis piernas jugando con ella. Era tan sociable esta bebé que no lloró ni un segundo conmigo. Podría pensar que quizás se acordaba de mí pero era demasiado pequeña como para comprobar eso. Así que no pensé y sólo disfruté el momento.
Zacha esperó callado a mi lado.
—Yo... Se me ocurrió que querías verla. Quizás yo ya no tenga una chance pero sé lo mucho que la quisiste... Digo, que la quieres y pues, se me ocurrió que la veas — dijo sonriendo con timidez. Se lo notaba nervioso. Comprendía.
Asentí sin decir nada.
—¿Sabes? Nunca podré dejarte ir, Lia. Pero solo necesito saber una cosa. Si aún me amas, jamás me rendiré contigo, seguiré intentándolo pase lo que pase. Porque te necesito, eres la mujer más maravillosa que he podido conocer y... simplemente no puedo dejarte ir. Pero si me dices que no, entonces deberé entenderlo. Te dejaré ser libre y... feliz.
Sus palabras me golpearon como una ola de mar que no esperas. Si no hubiera estado sosteniendo a Sabri probablemente me hubiera caído del asiento. El impacto de sus palabras tocó mi corazón y una fibra sensible en lo más profundo de mi ser. Mi vista se empañó y un nudo ser formó en mi garganta.
¿Aún lo amaba? Sí. ¿Podría perdonarlo?
Lo miré y me detuve en sus ojos. Verdes, mi color favorito. Brillantes, como si él también quisiera llorar. Inseguros y nerviosos, esperando mi respuesta.
—Lia, por favor. Dime que aún me amas. No sé que hacer sin ti —su voz estaba ronca.
Mordí mi labio inferior y sentí el salado de mis lágrimas. Y me detuve a pensar en el momento. Fui conciente de todo a mi alrededor. Sentí la brisa del viento fresca sobre mis mejillas, el tirón de la manita de Sabri en mi pelo, el olor a césped fresco, la pesadez de mi corazón y sin que pudiera detenerlo dije: —Sí.
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¡Creo que después de mucho tiempo puedo decirlo! Se acerca el final ♥ Gracias por la paciencia eterna.
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Dime que aún me amas.
Romance¿Y si te robo un beso? #2 Lia y Zachariah creyeron que todos los problemas estaban resueltos y que de ahora en adelante todo iría bien. Pero la vida y la realidad los jode un poco más. Una nueva integrante se suma a la familia. Zachariah tendrá que...